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histonotas: 1/8/11 - 1/9/11

martes, 30 de agosto de 2011

LOCUSTA – VENENOS AL SERVICIO DEL ESTADO


Este personaje casi desconocido se presentó por casualidad como tema de mis relatos. Por una asociación de ideas me vino sólo el nombre a mi memoria, con la sensación de que encerraba una historia curiosa, aunque no podía precisar sus andanzas. Recurrí infructuosamente a la enciclopedia Larousse y terminé cayendo en Internet, como en tantos otros casos. No me defraudó. Tuve que expurgar todo lo evidentemente inverosímil y añadido yendo a los historiadores más o menos contemporáneos y aquí está, doña Locusta la envenenadora.

Claudio
A mediados del siglo I DC el ambiente en Roma estaba bastante cargado. Envenenado, digamos, en todos los sentidos de la palabra. El emperador reinante, Claudio, un estúpido complicado,su cuarta y última esposa, Agripina (hermana incestuosa de Calígula), Británico (hijo de un matrimonio anterior de Claudio) y Nerón (hijo de un matrimonio anterior de Agripina) constituían una familia absolutamente disfuncional, donde la violencia mal disimulada, la ambición morbosa y el asesinato eran la norma.

Agripina

Muchos de los conflictos o intrigas de la corte se resolvían expeditivamente por puñal o veneno, con lo que la demanda de tóxicos y bebedizos era constante, y su preparación un arte.

Y aquí hace su aparición nuestra protagonista, de nombre Locusta, de origen esclava y de profesión conocedora y proveedora de venenos. Por los azares de su quehacer se encontraba temporariamente bajo custodia en un recinto militar, y allí la descubrió Agripina.

Neron
La emperatriz se encontraba ante un problema: su esposo Claudio estaba durando demasiado. Ella quería gobernar sola y dejar el imperio para su
hijito Nerón, salteándose las leyes de sucesión, que favorecían a Brfitánico, el verdadero hijo de Claudio.

Era sabido que a Claudio le encantaban las setas. Agripina, entonces, hizo preparar un sabroso plato de setas, rociándolo generosamente con una de las “especialidades” de Locusta. Como broche, tuvieron la complicidad del probador oficial, a quien indicaron qué setas no estaban envenenadas, para que las probara frente a Claudio sin despertar sospechas. Otro implicado fue el médico del emperador, que tendría que certificar la defunción por muerte natural.

Todo en marcha. Claudio se sirvió gustosamente de la mortífera vianda, pero posiblemente Locusta no estaba en uno de sus mejores días, porque Claudio sólo fue víctima de “flojera de vientre” o sea una poco imperial diarrea, y dio muestras de mejoría. Cundió entonces la desesperación en los conjurados ¿y si el emperador sobrevivía? Aquí se demostró la ventaja de tener plan B. Extrajo Locusta de sus reservas un veneno potentísimo y Agripina hizo intervenir a Jenofonte, médico imperial el cual, con la excusa de provocarle el vómito para limpiar el estómago, le tocó la garganta con una pluma envenenada. Hasta más ver, Claudio.

No entraré en detalles de cómo Agripina mantuvo apartado a Británico y presentó a Nerón como sucesor legítimo. Lo cierto es que éste asumió el poder y es conocido cómo lo ejerció. Locusta, por supuesto, quedó reservada para futuras operaciones.

A Nerón le encantó la facilidad con que se habían quitado a Claudio de en medio. Tanto es así que apuntó hacia su próximo objetivo. Tanto Británico como muchos cortesanos estaban bastante intrigados por el ascenso de Nerón ¿Qué había sucedido con los derechos de Británico? Final previsible: desempolvaron a Locusta y a trabajar nuevamente.

Primer brebaje: sólo ocasionó una diarrea a Británico. Nerón, ahora al mando de las operaciones, era expeditivo. Nada de plumas envenenadas de emergencia. Hagamos ensayos (método científico, que le dicen).

Como incentivo, azotó a Locusta por inepta. Luego la obligó a preparar en su palacio y delante de él mismo el veneno más activo y rápido que le fuese posible. Lo ensayó en un cabrito, el cual vivió todavía cinco horas; en vista de ello lo hizo fortalecer y concentrar más, tras lo cual se lo

Britannicus

dio a un cochinillo, que murió en el acto. Mandó entonces llevar el veneno al comedor y darlo a Británico, que comía a su mesa. El joven, apenas probó el veneno cayó revolcándose, diciendo Nerón que se trataba de un ataque de epilepsia, enfermedad que padecía. A la mañana siguiente le hizo sepultar con prisa y sin ninguna ceremonia, en medio de una lluvia torrencial.
En cuanto a Locusta, recibió en premio por su servicio, la impunidad, considerables bienes y hasta discípulos. Fue honrada con un cargo oficial, algo así como “por nombramiento, proveedora oficial de la Casa Julio-Claudiana”


Los autores antiguos atribuyen muchos envenenamientos debidos a los productos de Locusta. Se habla de unos 400, como cifra estimada. El mismo Nerón, cuando años después se le dieron vuelta las cosas y tuvo que huir para evitar ser despedazado, según creía, hizo que Locusta le diese veneno, lo encerró en una caja de oro y marchó a la disparada. En sus correrías, le robaron hasta la caja de los venenos, teniendo que recurrir a un prosaico puñal para quitarse la vida.

Pero tras la caída de Nerón se acabó la suerte de Locusta, ya que el sucesor Galba la acusó de múltiples asesinatos. El castigo fue particularmente salvaje; según Apuleyo, el nuevo emperador ordenó que fuera atada y violada públicamente por una jirafa (un jirafo, claro) amaestrada, para luego ser despedazada por los leones. Personalmente me parece excesivo e injusto. Después de todo, Locusta sólo suministraba los venenos. Lo que hacían con ellos no era cosa suya. Es como si aplicaran el método jirafa al señor Kalashnikov, inventor del mortífero fusil AK47.

Lamento no poder incluir ninguna efigie fidedigna de la señora Locusta. Por motivos comprensibles, no sabemos si era alta, baja, hermosa, fea, bizca u otros datos. Lo único que se sabe de ella es lo que les he contado. Lástima.

Hasta mediados de setiembre. Saludos


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lunes, 15 de agosto de 2011

EL INCREÍBLE SAN SIMEON Y SU COLUMNA


En el año 390 cerca de Tarso, en la actual Siria, nació Simeón. De niño fue pastor de ovejas hasta que un día en la iglesia se entusiasmó al oír el sermón de la montaña de las bienaventuranzas: "dichosos serán los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos, dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios". Decidido a llevar una vida acorde con ellas resolvió ingresar en un monasterio.

Primera digresión. En esa época de iglesia primitiva, muy distinta de la actual, se había puesto en boga (y duró por muchos siglos, hasta el Renacimiento) la idea de que el cuerpo era intrínsecamente malo, y era santo y meritorio castigar la carne para purificar el alma. Todavía hay algunos chalados que creen en esta teología neurópata.

Al monasterio, pues. Pero a hacer méritos. El niño Simeón, a los quince años, buscando un atajo al Cielo, se purificó a su manera. Como era muy difícil conseguir libros para rezar, se aprendió de memoria los 150 salmos de la Biblia, para rezarlos todos cada semana, 21 cada día.

Se le considera el inventor del cilicio, o sea de una cuerda hiriente que algunos penitentes se amarran en la cintura para hacer méritos. Se ató a la cintura un bejuco espinoso y no se lo quitaba ni de día ni de noche. Esto para lograr dominar sus tentaciones (debía de tener muchas, a esa edad). Terminó en la enfermería, porque la cuerda se le había incrustado. El abad (que debía de tener un poco de sentido común) se lo sacó de encima con el consejo de no exagerar.

Lleno de santo entusiasmo, Simeón se metió en una cisterna seca. Se propuso, imitando a Jesús, pasarse los cuarenta días de cuaresma sin comer ni beber. Lo hizo (el ser humano sólo puede vivir alrededor de siete días sin beber. Simeón pasó cuarenta, lo que es un bulo o un milagro). Se cuenta que, en vista del éxito obtenido, repitió la hazaña durante todas las cuaresmas de su vida. Un milagro por año.

Paso siguiente: a una caverna. Pero, para hacerlo más difícil, se hizo atar con cadenas a la pared. Aparentemente, pensó que el sistema le aseguraba la entrada al Paraíso, vaya a saber por qué. Por suerte, el obispo se enterò y le permitió lo de la cueva, pero nada de cadenas.

Empezó a hacerse popular. De lugares lejanos acudía la gente para aconsejarse, llevarse trozos de su manto como reliquia, o simplemente contemplarlo mientras rezaba o daba consejos.

Tanta popularidad le dificultaba hacer méritos, de modo que se hizo construir una columna de 3 metros, con una especie de barandilla en la cúspide, trepó y allí se quedó al aire y al viento, rezando en paz.

Inútil. Más gente aún que venía a ver e importunar al santo de la columna. Harto, hizo elevar la columna a 7 metros, una cuerda para que le alcanzaran el pan y el agua que apenas probaba y allá subió.

Nada. Sus admiradores utilizaban escaleras para acercarse, tocarlo, hablarle y molestarle en general.

¿Entonces? Diecisiete metros, a ver si se animan. Y ya lo tenemos a Simeón a esa estupenda altura, aparentemente libre de vértigo, subiendo la poquísima comida con la soga y bajando sus heces…vaya a saber cómo. Posiblemente sea el inventor del “¡agua va!”. Allí vivió (si eso es vivir) 37 años, hasta su muerte.

Columna se dice "Stilos" en griego, por eso lo llamaron "Simeón el estilita".

No comía sino una vez por semana. La mayor parte del día y la noche la pasaba rezando. Unos ratos de pie, otros de rodillas y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza.

La gente seguía viniendo cada vez en mayor cantidad. Se había convertido en una atracción turística. Le pedían consejos, le sometían pleitos, y él les predicaba, corregía sus costumbres y oraba con ellos. Todo a gritos, imagino, para hacerse oír a 17 metros de altura. Para los casos confidenciales, supongo que se habilitaría la escalera.

Asesinos empedernidos se arrepintieron a oírlo. Escépticos burlones lo insultaban a gritos para distraerlo, y se dice que el emperador Marciano se vino disfrazado desde Constantinopla para escucharlo (!!!).

Murió el 5 de enero del año 459, a los 69 años. Estaba arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, y así se quedó muerto, como si estuviera dormido. En su sepulcro se obraron muchos milagros y junto al sitio donde estaba su columna se construyó un gran monasterio para monjes que deseaban hacer penitencia. Aún se conservan los restos del mismo y de lo que se dice es la base de la columna.

El historiador católico de donde saqué estos datos nos advierte que no se trata en modo alguno de cuentos o leyendas, ya que la vida de san Simeón el Estilita la escribió Teodoreto, quien era monje en aquel tiempo y luego fue obispo cercano al lugar de los hechos. Toda una garantía, sobre todo para quien sepa quién diablos era Teodoreto.

Lo cierto es que, ya sea todo un cuento piadoso o hay parte de verdad, el ejemplo de Simeón cundió. A partir de entonces aparecieron otros estilitas; se puso de moda vivir sobre columnas. Hay noticias de hasta doce estilitas, con historias más o menos verosímiles. Hasta hay un Simeón posterior, llamado el Joven, también estilita, y ¡en la iglesia ortodoxa se registra un Simeón Estilita III!
Frente a historias inverosímiles como la de este santo (y hay muchas) les dejo un increíble link de San Onofre
http://www.ortodoxia.com/contenido/nuestra_fe/santos_es.php?santo=150

¿Qué debe hacer un creyente? ¿Aplicar literalmente lo de “creyente” y recurrir a los serviciales milagros para explicar lo inexplicable? ¿Reconocer a regañadientes que la Santa Madre Iglesia es una fábrica de embustes “para la edificación de los fieles”? ¿El fin justifica los medios? (¡Vade retro, Satanás!)

Personalmente, metiéndome a catequista, pienso que no constituye pecado mortal (tal vez venial, que se arregla con unos días de purgatorio) considerar estas historias como piadosas fábulas o leyendas. Queda abierta la discusión para mentes menos escépticas que la mía.

Finalmente, pido disculpas por haber faltado a la cita del 30 de septiembre. Mi disco duro decidió dar por rescindido el contrato que lo ligaba a la computadora y dio por terminados sus servicios en forma abrupta e inconsulta. Solucionado el tema, nos encontraremos nuevamente el 31 de agosto. Vale.


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