En la última entrada dejamos a Rómulo y sus
amigos reponiéndose de un fratricidio dentro de su recién fundada ciudad de
Roma. Lo de amigos es un eufemismo; en realidad, según muchos historiadores,
lo más probable es que fueran una banda
de ladrones de ganado, malandrines y gente de avería.
La leyenda nos dice que eran todos hombres
y, por consiguiente, carecían de mujeres. Primera inexactitud. Contradiciendo a
la leyenda, opino que un grupo de varones enriquecidos por sus rapiñas
inexorablemente se verán rodeados de mujeres a corto plazo. Putas, hablando con
claridad. Sus necesidades inmediatas se verían por el momento satisfechas, y
podrían dedicarse a construir viviendas, templos, foros y atractivos
turísticos.
Pero nadie aprecia su felicidad presente.
Al tiempo comenzaron ¡insensatos! a sentir la necesidad de esposas e hijos. Con
la mala fama que cargaban, los habitantes de localidades vecinas no se sentían
inclinados a confiarles sus hijas y hermanas, de modo que los romanos
maquinaron una de sus fechorías para salir de solteros.
Anunciaron por toda la comarca la
realización de una "gran fiesta gran" en honor de Neptuno, dios muy respetable,
nada de la Venus
casquivana o el belicoso Marte. Masiva publicidad mediante, cursaron
invitaciones a las poblaciones vecinas. Carreras de caballos, competencias
atléticas, juegos, atracciones, tenedor y canilla libre. Para la aldea de
Sabinia en particular, damas solteras gratis.
Llegó el día de la fiesta. Gran
concurrencia. Las sabinas arribaron en masa, acompañadas de sus padres y
hermanos, ante la perspectiva de comida gratis. En determinado momento, a una
señal de Rómulo, los hombres se apoderaron de las sabinas y, de malos modos,
las encerraron en las viviendas, mientras que otro grupo ponía en fuga a punta
de espadas a los desgraciados varones.
De esta forma expeditiva los romanos
solucionaron su soltería. Se casaron debidamente y, por si acaso, no expulsaron
a las putas. Nunca se sabe...
Lo curioso fue el comportamiento de los
sabinos. Aparentemente les resultó un alivio sacarse de encima a las mujeres,
porque durante un par de años no dieron señales de venganza. Al cabo, el honor
los obligó a presentarse ante Roma en son de guerra. Según se cuenta, una de
las raptadas, de nombre Tarpeya, reveló a los invasores un camino escondido para
entrar en la ciudad. Se dirigió a Tarquino, rey y jefe de los sabinos,
ofreciéndole el secreto “a cambio de lo que éste llevaba en su brazo
izquierdo”, refiriéndose a su brazalete de oro. Tarquino aceptó, y una vez
dentro de la ciudad aplastó a Tarpeya con su escudo, que también portaba en el
brazo izquierdo. Otra versión de la leyenda cuenta que los romanos descubrieron
su traición, y que la arrojaron al vacío por un precipicio, que pasó a llamarse
la roca Tarpeya, inaugurando así la costumbre de castigar a los traidores a la
patria lanzándolos desde ese punto. Diferencias de interpretación.
Ya el enemigo dentro, comenzó la
escabechina, pero las sabinas, sensatas y rápidas de mente, se dieron
cuenta
que de todas formas ellas serían las perdedoras. Hersilia, la esposa de Rómulo,
se interpuso entre los combatientes de forma decidida y vehemente, diciendo,
según relata Plutarco: “Os suplicamos que nos
devolváis, de entre vosotros, a nuestros padres y hermanos, sin privarnos, de
entre los romanos, de nuestros maridos y nuestros hijos”. Los
combatientes tardaron un rato en comprender qué les quería decir Hersilia (eran
algo duros de entendimiento) pero finalmente depusieron las armas y firmaron la
paz. Inevitablemente se
celebró un banquete para festejar la reconciliación. El
rey de Sabinia Tito Tacio y Rómulo formaron una diarquía en Roma hasta la muerte de Tito
Con esta leyenda ilustraban los romanos que
su ciudad había nacido de la unión de dos pueblos: latinos y sabinos, a los que pronto se sumó un tercer elemento: los etruscos, un pueblo muy avanzado, que
poblaba la actual Toscana y que poseía importantes intereses comerciales en la
región del Lacio.
Esta aleccionadora
fábula curiosamente fue creída como cierta por los romanos durante mucho tiempo.
La relataron Tito Livio y Plutarco, y formó parte del patriotismo. Cuando
empezaron a dudar de su veracidad se empezó a derrumbar el imperio. ¿Será que
los mitos son necesarios para sostener la idea de la Patria ?
Hasta la próxima, que
espero sea a fines de junio. Saludos.
0 comentarios:
Publicar un comentario