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histonotas: CARLOMAGNO, EMPERADOR A PESAR SUYO

domingo, 1 de abril de 2012

CARLOMAGNO, EMPERADOR A PESAR SUYO


Cuando nació, Carlomagno no se llamaba así, por supuesto; era simplemente Carlos, hijo de Pipino y Bertrada. Por cuestiones de estatura, Pipino pasó a la historia como Pipino el breve, y Bertrada se inmortalizó como Berta la de los Pies Grandes, por motivos obvios.

Nació Carlos en siete ciudades (nadie se puso aún de acuerdo en cuál) y en tres fechas, lo que ya es un logro. Franceses y alemanes se disputan hoy su origen. Inútilmente. Ni Francia, ni Alemania existían por ese entonces, pero los estudiosos suponen que nació en Herstal, cerca de Lieja, en el año 747. Se puede decir que era belga. Empate.

Lo único que sabemos con cierta certeza es lo que escribió Eguinardo, un sabio y cronista de la corte, muy apreciado y favorecido por Carlomagno. Eguinardo escribió una biografía de su protector donde, muy agradecido, lo pone por lo cielos. Y eso es lo que nos quedó. Una imagen de Carlomagno idealizada como un monarca bueno, justo, sabio, y todo así. Los miles de enemigos que mató en combate o fuera de él probablemente opinarían otra cosa, pero no escribieron nada.

De la cantidad de invasiones bárbaras que se abalanzaron sobre el imperio romano y aprovecharon de su caída para establecerse y pasar de tribus a reinos quedaron las sobrevivientes de las guerras internas, entre ellas la de los francos, ubicada en Francia y el norte de Alemania. En los años 700, luego de intrigas y caídas de dinastías, estaba regida por Pipino, que sería breve pero no estúpido, y aprovechó las dificultades del papado para negociar su apoyo moral y espiritual a cambio de soporte militar. Lo cierto es que se estableció una sociedad de apoyo mutuo que fortaleció a los francos.

A la muerte de Pipino el reino se dividió entre los hermanos Carlos y Carlomán. Comenzaron las inevitables fricciones pero Dios colaboró llevándose a Carlomán. Se sospecha que Carlos también colaboró activamente. Lo cierto es que el reino franco tenía otra vez un solo dueño (Carlomán dejó esposa y herederos, pero fueron amablemente invitados por Carlos a huir inmediatamente).

Al fin solo, Carlos miró a su alrededor y decidió terminar una guerra contra los aquitanos, que Pipino había dejado inconclusa. Loa aquitanos eran sus vecinos, y corría un refrán que decía: «Si tienes al franco como amigo, no lo tienes como vecino» y viceversa. Solucionó a su manera las cosas en Aquitania, y de paso se hizo también de Gascuña.

A continuación recibió las súplicas del papa Adriano I, amenazado por los lombardos (o longobardos) que le estaban tomando ciudades y avanzaban sobre Roma. Ya Pipino había ayudada militarmente al papa anterior contra los mismos lombardos, a los que venció y trató magnánimamente, contentándose con pedir rehenes y juramentos de paz, pero está visto que no se puede confiar en el juramento de un lombardo. Carlos cruzó los Alpes, sitió a Pavía, venció en Verona y enclaustró al rey de los lombardos en un monasterio. Su hijo huyó a Constantinopla, por lo que Carlos no vio obstáculo para ceñirse la corona de hierro de los lombardos, y de paso hacerse del control de otras regiones de Italia, que le parecieron sospechosas de rebelarse contra el papa. Éste, agradecido, le confirmó todo lo actuado, aprobó las ampliaciones de territorio logradas por Carlos y todos contentos.

Resuelto este tema, Carlos notó con desagrado que tenía vecinos paganos, los sajones, cosa que como fiel campeón de la Iglesia lo irritaba muchísimo. Guerra con ellos, entonces.
Ahí aparecieron reales dificultades. Los sajones no sólo eran más aguerridos que los lombardos, sino que peleaban en un terreno impenetrable que sólo ellos conocían: año tras año las fuerzas de Carlos lograban difíciles triunfos. Los sajones juraban lealtad, entregaban rehenes y se convertían al catolicismo,  y año tras año quebrantaban sus juramentos y volvían a la carga. Treinta y tres años duró esta guerra de desgaste, hasta que Carlos expatrió a diez mil sajones y los trasladó en pequeños grupos a lejanos territorios. Los sajones que quedaron se rindieron, y convirtieron, esta vez definitivamente, y pasaron a formar parte del ejército franco. Consecuente ampliación del territorio, que ya adquiría características de imperio.

Mientras sus lugartenientes se las entendían con los sajones, Carlos no se estaba ocioso. Se encaprichó, por ejemplo en convertir musulmanes (por la espada, por supuesto, que era su método favorito de convencimiento). Caramba; ¿dónde hay musulmanes para convertir? En España, vamos, que casualmente era territorio vecino al de la recién anexada Aquitania, y ya sabemos lo que pasaba con los vecinos de Carlos.

Allá fue personalmente al frente de un considerable ejército, y mientras sitiaba a Zaragoza se enteró que los sajones estaban sublevados. Levantó el sitio, emprendió el retorno con su ejército y arrasó de paso las murallas de Pamplona, pero en el desfiladero de la actual Valcarlos, cerca de Roncesvalles, en plenos Pirineos, estaba emboscado un numeroso contingente de vascos, gente expeditiva, de fácil y peligrosa ira, apenas civilizados en esa época. Ocultos, dejaron pasar a la avanzada del ejército y cuando desfiló bajo ellos la retaguardia, unos 20.000 hombres con los bagajes e impedimenta, dejaron caer una lluvia de rocas y dardos que convirtieron el despeñadero en un infierno. Se alzaron los vascos con un cuantioso botín y desparecieron rápidamente. Cuando la vanguardia, advertida, llegó al lugar, sólo le quedó enterrar a los muertos. Fue la única derrota de Carlomagno, cuando él mismo estaba al frente de sus fuerzas.

Sería monótono detallar todas las guerras de los francos. Contra los ávaros (a los que borró de la historia), los bretones, los bávaros, los eslavos, los bohemios, los normandos... en la mayoría de los casos con anexión de territorio. Con ellas amplió tan generosamente el reino de los francos, ya recibido de su padre Pipino grande y poderoso, que casi lo aumentó al doble. Pasó también a Italia para socorrer al papa León, atacado por facciones romanas.

Como agradecimiento, el papa, en ocasión de estar rezando junto con Carlos lo coronó sorpresivamente como emperador, resucitando la ficción del Imperio de los Césares. La sorpresa desagradó mucho a Carlos, ya que encerraba un astuto fondo político: al conceder la corona imperial a Carlomagno, el papa se arrogaba a sí mismo el derecho de nombrar al emperador de los romanos, haciendo de la corona imperial un regalo personal suyo, y al mismo tiempo arrogándose de forma implícita una cierta superioridad sobre un emperador al que él mismo había creado. Esto originó siglos de conflictos y guerras.

Vayamos al aspecto físico del ahora emperador, con 52 años. Era de cuerpo amplio y robusto. Su estatura, según Eguinardo, era de siete veces la medida de su pie (si había heredado los pies de su madre, doña Berta de los pies grandes, debería ser un gigante), cabeza redonda, ojos grandes, narigón, panza imponente (apetito magno, debería ser su apodo), cabello blanco y voz de tenor, que desentonaba con su físico. Un rasgo simpático: hacía casi todo siguiendo más su criterio que el de los médicos, a los que odiaba, porque le aconsejaban que dejara los alimentos asados, a los que estaba habituado, y se acostumbrara a los hervidos. Sorprendentemente para su época y ambiente, era extremadamente moderado en la bebida, y detestaba la ebriedad.

Era un entusiasta de la educación. Se rodeó de sabios y su corte era prácticamente una escuela, donde obligaba a concurrir a toda su familia. Personalmente, se empeñó en aprender a escribir, y para ello solía tener en el lecho, bajo las almohadas, tablillas y pliegos de pergamino, a fin de acostumbrar la mano a trazar las letras, cada vez que tuviera tiempo libre; pero este esfuerzo, comenzado demasiado tarde, tuvo poco éxito. Su mano estaba más acostumbrada a la espada que a la pluma.

En los matrimonios fue múltiple, fructífero y ecléctico entre legalidad, concubinato y uniones de hecho. Se le registran diez esposas o concubinas y veinte hijos. Semejante familia resiste a la enumeración; citaré sólo por la curiosidad de sus nombres a parejas como Himiltruda, Hildegarda, Fastrada, Gersuinda, Madelgarda, e hijos como Pipino el Jorobado, Rotruda, Hiltruda, Amaudru, Drogo y otros.

Este hiperactivo emperador no sólo se dedicó a hacer guerras e hijos; en sus cuarenta y siete años de reinado dio comienzo a obras civiles como puentes, carreteras, abadías, iglesias y catedrales. Ya conocemos sus esfuerzos en pro de la educación.

Un chismorreo familiar; siendo sus hijas muy hermosas, y amándolas como las amaba, es extraño que nunca quisiera darlas en matrimonio, a ninguna, a alguien de los suyos o a un extranjero; por el contrario, las retuvo a todas consigo en su casa hasta el momento de su fallecimiento, diciendo que no podía privarse de su compañía. Y a causa de ello experimentó la malignidad de comentarios malintencionados. Sin embargo, disimuló, como si jamás hubieran corrido rumores sobre  ellas o hubiese surgido sospecha alguna sobre su deshonor. Un viejo pícaro.
Mientras pasaba en su palacio el invierno, atacado por una fuerte fiebre, tuvo que guardar cama. De inmediato, como solía hacer en los casos de fiebre, se prescribió una dieta, pero al añadirse a la fiebre un dolor del costado, y persistiendo él en seguir la dieta, sin sustentar su cuerpo más que con poquísimas bebidas ni consultar a los médicos, al séptimo día de guardar cama murió. Contaba entonces setenta y dos años de edad, edad sumamente avanzada para la época. (Su longevidad puede deberse a su negativa a acudir a los médicos. Sabia precaución.)

Por motivos personales, no les prometo una próxima entrada a mediados de abril; lo postergaré hasta fines del mes. Hasta entonces.






5 comentarios:

don Isaac dijo...

Lamentablemente recién hoy, 19 de abril 2012, he tenido la oportunidad de leer este blog. Voy con varios años de atraso pero prometo enmendar este error. Muy claro, muy didáctico y escrito con fino humor- Tal como a mí me gustaría escribir

Jorge dijo...

Estimado don Isaac/Mario

Agradezco tu comentario, que me dio un alegrón. Ojalá mis otros posts también te entretengan. Un abrazo

Matías dijo...

Muy bueno! Muy entretenido!

Esperamos los nuevos posts.

Jorge dijo...

Gracias, Mati-. El próximo blog será bíblico, hasta ahora.

Daniela dijo...

Fantástico. Con tu permiso, lo compartiré en mi página. Un saludo.