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histonotas: MARIA ESTUARDO – REINA SIN CABEZA (II)

viernes, 30 de noviembre de 2012

MARIA ESTUARDO – REINA SIN CABEZA (II)



En escena tenemos a una reina de Escocia de 23 años recién casada con Robert Darnley, apuesto joven de 19 años tonto, presumido e inmaduro.

En breve este necio se cree un estadista y exige el derecho de soberanía que le permita gobernar a la par de la reina. Lo hace a los tres meses de la boda, y la reina monta en cólera. Se da cuenta de que se ha casado con un egoísta que sólo piensa en el poder. Obra en consecuencia y le aparta de cuanto signifique Estado. La venda se le ha caído de los ojos y la luna de miel se ha terminado.











El hecho de que Darnley sea católico provoca indignación y aprensión entre sus súbditos protestantes (los más importantes) Consecuencia inmediata es que se apartan los consejeros de confianza y se incrementa la influencia del secretario David Rizzio, odiado por católico, por italiano, por sospechas de ser agente del Papa y por exhibir excesiva confianza con María, lo que da origen a murmuraciones.
Y con toda maldad, la reina Isabel de Inglaterra comienza a financiar el descontento de la nobleza protestante con importantes sumas.

En los dos meses de luna de miel, María queda embarazada. Por esas cosas de la línea dinástica, el futuro bebé está bien colocado para candidato al trono de Inglaterra, además del de Escocia, si Isabel no se casa ni tiene descendencia. Por qué Isabel no lo hizo es una de las incógnitas de la historia, pero lo cierto es que así les regaló el trono a los Estuardo. Pero me estoy adelantando.

Mientras tanto Darnley, ya despreciado y dejado de lado por María (quien sin embargo mantiene públicamente  las apariencias de cariño, vaya a saber por qué) comienza a hacer de las suyas,
Los lores protestantes le calientan la cabeza y alimentan su furia contra el secretario y privado Rizzio. Le ofrecen su apoyo, si acepta hacerse protestante, para aprisionar o eliminar a María y ejercer plenamente como rey de Escocia. El cabeza hueca de Darnley acepta, pero con la condición de que previamente asesinen a Rizzio.
El proyecto se ejecuta. Rizzio es arrancado del lado de María, llevado a una habitación contigua y prolijamente cosido a puñaladas. María, muerta de miedo, se imagina de dónde viene la cosa pero disimula.

lord James, conde de Bothwell
Prácticamente arrinconada por los lores protestantes, la reina busca apoyos. Encuentra un aliado importante, lord Bothwell, que destaca por su bravura y obstinación. María lo mira como al héroe valiente que la salvará de todos los peligros que la acechan, y no puede evitar sentirse entusiasmada con ese hombre fuerte y aventurero. Con su ayuda y la de los aliados que le aporta escapa del cerco, finge perdonar a todo el mundo y, mientras tanto, nace su hijo.

No se olvida María de enviar un emisario para que dé la buena nueva a su prima Isabel, que recibe la noticia en medio de un baile de la corte, y es tal su berrinche que manda suspender la fiesta.  La envidia la mata pero, siempre simuladora, se ofrece a ser la madrina del recién nacido, a quien envía como regalo una pila bautismal de oro macizo.


lord Darnley
Bothwell y los lores aliados quieren matar al rey, cada día más intolerable, quien se encuentra en Glasgow. Incitan a María para ir a visitar a su marido, poniendo como excusa su reciente enfermedad (el muchacho se había pescado una sífilis, en sus ratos de ocio). Mientras tanto, los lores siguen adelante con su plan. El día en que todo ocurre, la reina asiste en el palacio a la boda de uno de sus sirvientes preferidos, y por la tarde acude a ver a su esposo. Se marcha la reina al anochecer, y en la madrugada se oye una explosión en la casa que habita Darnley, aunque él ya habías sido estrangulado con anterioridad. María queda anonadada con la noticia, pero en lugar de estallar en un histérico llanto, que era lo que todos esperaban, se hunde en la apatía, y mucha gente de su entorno lo malinterpreta.
Las malas lenguas se desatan y se acusa a María de estar en connivencia con Bothwell para deshacerse de su marido. Ella sigue en su letargo y no se defiende. El padre del asesinado clama justicia y María, por fin, accede a que se presente en el Parlamento la acusación contra Bothwell, aunque nada se puede probar y es encontrado inocente (la justicia siempre fue inútil en estos casos, lamentablemente. Entonces y ahora).

Los lores aliados proponen que la reina se case de nuevo, y el propio Bothwell se apunta como el candidato ideal, a pesar de estar ya casado.

lord Bothwell
Bothwell soluciona el problema a la manera escocesa, es decir raptando a la reina, aunque se la acusará posteriormente de no ofrecer la suficiente resistencia. Para que no haya oposición a la boda, toma a la reina por la fuerza (la viola). Cuando María llega a Edimburgo, va lo más contenta, a caballo, y es Bothwell quien lleva las riendas. Todo esto hace que cada vez más el pueblo vea a la reina como cómplice en el asesinato de su segundo esposo. Tiene que consentir, a su pesar, que el matrimonio con Bothwell se celebre de madrugada y por el rito protestante, sólo catorce días después del asesinato de Darnley.

Enseguida tiene lugar la contienda entre los que se declaran defensores del príncipe heredero y los que apoyan a Bothwell. La reina es un mero peón entre las dos partes. Como si esto fuera poco, se añade un embarazo, presuntamente de su reciente marido. Al final María ve que no le queda más remedio que ceder y hasta el propio Bothwell, viéndolo todo perdido, huye. La reina es despreciada por un ejército que ya no le es fiel y por su pueblo, que la trata de ramera y asesina. La encierran y no le permiten que se cambie de ropa en varios días para minr su moral.

Aunque Bothwell intenta liberarla, él también corre peligro, y se marcha a Noruega. El rey de Noruega no sabe exactamente qué hacer con él. Le llevan de prisión en prisión, y acabará perdiendo la razón antes de morir. Parece que María no tiene suerte con sus novios.

Los lores escoceses se niegan a ponerla en libertad. El pueblo exige la cabeza de la reina, a quien acusan de asesina, y todo el mundo quiere que abdique en su hijo Jacobo.
No es extraño que con tantos disgustos se malograse el embarazo de la reina. Por los criados se sabe que eran gemelos y que el embarazo era de tres meses aunque se hace creer a todos, con mentiras, que estaba más avanzado, y que se trataba de la famosa violación.

Elizabeth I
Consigue María escaparse disfrazada de su prisión. Se le reúnen partidarios (lores que van y vienen de una lealtad a otra) pero es derrotada en sus esfuerzos para recuperar su reinado, que ya está en manos de su hijo, adecuadamente custodiado. Finalmente, comete la última insensatez: huye a Inglaterra para pedir protección a Isabel. Inexplicable y suicida.

Isabel no la quiere en su país, pero no se atreve a expulsarla. No sabe qué hacer, si ayudarle a recuperar el trono o dejarle que viva en Inglaterra, donde como católica podrá ser el punto de partida de alguna rebelión. Por el momento mantienen a la reina escocesa como huésped bien atendida pero, sobre todo, vigilada.

Comienza María una intensa actividad epistolar, en gran parte clandestina y cifrada. Además de reclamar insistentemente una entrevista a Isabel, quien se excusa constantemente (las dos reinas nunca se verán frente a frente) escribe, bordeando la traición, a los reyes de España, de Francia y al Papa, pidiendo auxilios para recuperar el trono de Escocia y, más grave, desplazar a Isabel del de Inglaterra. Ésta juega astutamente, enterada por sus fieles servidores, y responde con cartas falsificadas, ayudando a que María se comprometa cada vez más.

Por de pronto, fingiendo escrúpulos, Isabel fragua una investigación para “aclarar debidamente las causas de la muerte del rey de Escocia” (Darnley, el ahorcado y  detonado). De todos modos, el veredicto que sale del juicio es que aunque los lores no hayan podido probar la culpabilidad de la reina, tampoco queda totalmente demostrada su inocencia, con lo cual María sigue custodiada, es decir prisionera, sin haber sido citada o escuchada.

Pasa el tiempo. María es trasladada de un castillo a otro, continúa escribiendo cartas cifradas que son interceptadas. Su hijo, ahora Jacobo VI de Escocia, se cartea con su madre, pero también mantiene relación epistolar con su tía Isabel (no es tonto, avizora la corona de Inglaterra por buen comportamiento).

Finalmente, los incondicionales funcionarios de Isabel, que consideran a María un peligro para el reino, convencen a la reina que su prima está complicada en una conjura católica para asesinarla (la conspiración de Babington, recientemente descubierta). Salen a la luz las cartas interceptadas (falsas, según los católicos) que incriminan gravemente a María. No tarda en ser trasladada a la prisión de Fotheringay.

A pesar de tener todas las cartas en su mano, Isabel vacila durante meses. Manda que se constituya el tribunal del Parlamento, sin escuchar las protestas de María.









Los posibles testigos ya han sido ejecutados, y se suceden duros interrogatorios a María, que lo niega todo. Todavía en el día de hoy los historiadores siguen discutiendo si las pruebas eran o no falsificadas.
Finalmente, María es declarada culpable de traición, cuya pena es la muerte. Pero ahora que hay una sentencia, Isabel no se anima a ejecutar a una reina ungida, aunque sabe que, si no se libra de ella, su sombra la perseguirá por siempre, junto con la amenaza de complot con naciones católicas como España o Francia. Con el ojo puesto en el futuro, Jacobo VI, el hijo de Maria, no se atreve a interceder por la vida de su madre, y sólo envía unas cuantas cartas de suave protesta.

El 4 de diciembre de 1586 la reina de Inglaterra decida cumplir la sentencia, aunque para la firma se vale de un subterfugio, y ordena que la hagan llegar con otros papeles, para que pueda escudarse en que firmó sin saber exactamente qué rubricaba. El 7 de febrero del año siguiente se lo comunican a María. Se retira a escribir cartas de despedida al Papa, al rey de Francia y a Felipe II de España. Se despide uno por uno de sus sirvientes. A las 6 de la mañana del día 8 se viste con un abrigo de terciopelo negro, aunque el vestido es rojo para evitar el contraste demasiado brusco de las manchas de sangre. Tiene 45 años, dieciocho de los cuales ha vivido privada de libertad.

Los verdugos, siguiendo la costumbre, solicitan su perdón para el acto que van a realizar, y ella les perdona. Sus últimas palabras serán “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. No acierta el verdugo en el primer golpe, ni siquiera en el segundo, y sólo al tercero rueda la cabeza de la reina por el suelo. Cuando el verdugo la levanta, se queda con una peluca en la mano. La verdadera cabellera de María es corta y canosa de hace tiempo, debido a las penalidades. De pronto, se ve movimiento entre las faldas del cadáver y la multitud grita, aterrorizada. Es el perrito de María, el único que se ha quedado con ella hasta el final.

Hasta el 15 de diciembre, amigos. Un abrazo.


2 comentarios:

luis alaejos dijo...

me gusta tu blog
no tienes pensado escribir sobre juana la beltraneja?
me interesa
gracias, luis

Jorge dijo...

Gracias por tu opinión, Luis. En cuanto a la Beltraneja, es una buena idea. La pongo en espera.