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histonotas: EL MARQUES DE SADE – PEGUE SIN CULPAS – PARTE I

lunes, 30 de julio de 2012

EL MARQUES DE SADE – PEGUE SIN CULPAS – PARTE I

La figura de Donatien Alphonse François, marqués de Sade viene despertando automáticamente extremos de repugnancia y aversión (o bien todo lo contrario, para algunos). Comencemos por los aburridos datos biográficos. Nació en Paris, en el palacio de los príncipes de Condé, en 1740 y murió en el manicomio de Charenton, en la región de París, en 1814. Aristócrata y noble por los cuatro costados, no se registra ningún antecedente familiar como para buscar taras hereditarias. Se hizo la fama sin ayuda.



Conde de Sade - Padre

Condesa de Sade -Madre
Sus padres, el conde y la condesa de Sade, emparentados con los Borbones (por lo que resultaría pariente lejano de don Juan Carlos, vaya) tuvieron que ausentarse por motivos diplomáticos y confiaron su educación desde los cinco años a su tío paterno, abad, escritor, comentarista de la obra de Petrarca y libertino afamado. Cayó en buenas manos.

Luego pasó por un prestigioso colegio de jesuitas y, a los 14 años, se incorporó al ejército. Como noble que era, hizo rápidos progresos, y a los 17 años ya era capitán. Terminada la guerra, a los 23 años se casa (lo casan, por mandato paterno, pues la candidata no le gusta) con Renèe-Pélagie Cordier de Launay de Montreuil. En realidad (y aquí ya vamos entrando en la parte morbosa, la cosa se pone interesante) a Donatien le gustaban en exceso las prostitutas, ya desde su adolescencia. Según las referencias de sus superiores, era valiente, pero alocado. En palabras duras: un buen tipo, pero putero. Luego de casado, empeoró.

Recién casado, viaja a París. A los pocos días es arrestado y confinado a una prisión por orden del rey Luis XV. Se desconoce el motivo, pero es sabido que el rey hacía vigilar por espías la conducta de los nobles más notorios (y Sade lo era) especialmente en su cariz sexual. Luego comentaba los informes con sus amantes, para mutua diversión. Un encanto de tipo. Por todo eso, se supone que al marqués se le había ido la mano con el libertinaje.

Tras quince días a la sombra, interviene la suegra (no muy a gusto, suponemos) y hace valer su influencia con el monarca. Sade queda libre, pero no escarmentado. Se instala con su esposa en París y continúa pasándola a lo grande con mujeres fáciles, cortesanas, actrices, bailarinas y prostitutas. Con una de ella hace una “escapada” a provincias, presentándola como su esposa. La travesura dura unos meses.

Casa del marques en Arcueil
De vuelta a los amantes brazos de su esposa, al poco tiempo se produce el primer escándalo serio. Sade “pesca” a una prostituta en la plaza de las Victorias de París. Según la declaración de la prostituta, Rose Keller, ella había estado mendigando inocentemente cuando el marqués, con la excusa de darle trabajo, la llevó a una de sus propiedades en Arcueil y, en lugar de trabajo, tomó un látigo y le suministró una buena zurra. La Keller hizo la denuncia, la cosa tomó estado público y Luis XV volvió a ordenar la prisión de ese noble que tantos problemas le traía (y tanto lo entretenía). Esta vez fueron siete meses a la sombra.

Con la difusión en Francia y en el exterior de esta y otras “travesuras”, usualmente deformadas y exageradas, la figura de Sade se convirtió en la de un noble vicioso y violento, organizador de orgías donde se castigaba a mujeres y se les daba a beber pociones afrodisíacas. La leyenda Sade comenzaba a tomar cuerpo.

Donatien y señora se retiran a su mansión en Lacoste. Allí el marqués se dedica al teatro. Como jefe de compañía y luego autor, realiza giras y gana algún dinero para restaurar sus ya maltrechas finanzas. Ya la opinión pública da crédito a rumores de que en Lacoste se realizan orgías donde grupos de nobles acostumbran torturar a mujeres pobres, a realizar actos de sodomía y violaciones de ambos sexos.

En el verano de 1772 estalla el asunto Marsella.

Sade cuenta 31 años de edad y se desplaza a Marsella en compañía de un criado A las ocho de la mañana del sábado 27 de junio, el criado solicita los servicios de una prostituta (probablemente un capricho matinal del marqués), invitándola a ir a la casa de otra prostituta, donde también se encuentran otras dos prostitutas. Los seis pasarán el día juntos. Aquella noche, Sade aún tendría otro encuentro con otra prostituta,

A la mañana siguiente una de las muchachas sufre molestias en el estómago, vómitos y malestar general. Los dos días siguientes persiste el malestar, ha estado vomitando desde el domingo y comienza a sospechar que ha podido ser envenenada por unas bolas de anís que le ofreció Sade la jornada del sábado. Ese martes, aunque con menor gravedad, otra de las participantes de la “fiesta” comienza a sufrir los mismos síntomas. La gendarmería manda registrar la casa donde aconteció la orgía. En ella encuentran dos bolas de las que obsequió a las muchachas. Se manda analizar los vómitos y las bolas de anís. A los dos días, las muchachas se recuperan y las bolas de anís resultan ser de anís.

Pese a ello, el proceso continuó y se hizo público. Ya se hablaba de una orgía con afrodisíacos, golpes, sodomía y demás. Más precisamente, se dijo que a las mujeres se les había suministrado afrodisíacos, específicamente cantárida o mosca española. Las prostitutas declararon que había habido azotes mutuos, actos obscenos (que detallaron) y algunas asquerosidades, que me excuso de pormenorizar (¿lamentablemente?)

Como muestra de las exageraciones servidas al público, transcribo un artículo de la prensa:

Desde Marsella escriben que el Sr. de Sade acaba de proporcionar en esta ciudad un espectáculo muy agradable en un primer momento, pero tremendo por sus consecuencias. Ha dado un baile al que había invitado a mucha gente, y ha deslizado en el postre unas pastillas de chocolate, tan excelentes que mucha gente las devoró. Eran abundantes y nadie se quedó sin ellas; pero les había agregado moscas cantáridas. Conocemos la virtud de este medicamento: es tal, que todos los que habían comido comenzaron a arder en un fuego impúdico que los condujo a darse a todos los excesos a los que lleva el mayor furor amoroso. El baile degeneró en una de esas reuniones licenciosas que tanta reputación tenían entre los romanos; ni las mujeres más honestas pudieron resistir al furor uterino que las poseía. Fue así como M. de Sade gozó de su cuñada, con la que se fugó para escapar al suplicio que merece. Muchas personas han muerto a causa de los excesos a los que se entregaron en su horrible priapismo, y otras se encuentran aún muy fastidiadas.

Previsiblemente, se ordena el arresto de Sade quien, advertido, huye a Italia.

Sade fue condenado a dos penas de muerte una por envenenamiento y otra por sodomía; y su criado a otra por sodomía. El tribunal de Marsella dictó sentencia, la que se cumplió en rebeldía (ambos acusados habían huido), siendo quemados en efigie en una plaza pública.

En Italia, la comprensible ira de su suegra le hace la vida imposible. Utilizando influencias, lo hace detener, Sade se evade con ayuda de su esposa, que había viajado a Italia (Inexplicable. O estaba muy enamorada o su tolerancia superaba lo normal. Algunos malpensados sugieren que era cómplice en sus orgías). A partir de entonces, ella asume la defensa de su esposo.


La sufrida esposa, Renèe
 Desde que se dicta sentencia, Renée recurre a todas las instancias, paga gastos, soborna, tratando de que la causa contra su marido sea revisada. Recién seis años después consigue que se reabra la causa y demostrándose numerosas irregularidades en el proceso, la sentencia es anulada.

Pese a todo, la leyenda continúa. Así “narraba” Guy de Massillon, un escritor con veleidades de psicólogo, en 1966 el escándalo de Marsella:

Algunas mujeres gritan histéricamente, otras, dominadas por un fuerte temblor, se arrojan al piso donde se revuelven sin parar. Otras mujeres han empezado a desnudarse en tanto lanzan gemidos de intenso e insatisfecho placer (todo, consecuencia de la pócima afrodisíaca suministrada por Sade). Pero no son ellas las únicas en sufrir esa extraña enfermedad colectiva. También los hombres van de aquí para allá, como perros rabiosos, gesticulando, gritando obscenidades y luego… Luego se suceden escenas del más crudo sexualismo. […] Una mujer casi completamente desnuda se asoma al balcón ofreciéndose a los hombres, otras siguen su ejemplo, una de ellas, más frenética que otras, se lanza de cabeza al vacío.

Como el marqués aún atravesará muchas peripecias, lo dejamos escondido en Italia hasta el 15 de agosto. Espero que nos encontremos nuevamente entonces, con la segunda parte.







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