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histonotas: EL CID II – DE LA HISTORIA A LA LEYENDA

lunes, 14 de marzo de 2011

EL CID II – DE LA HISTORIA A LA LEYENDA

Es un criterio válido el que propone que una biografía es más creíble cuanto más contemporánea es a la existencia del protagonista. Lo que se pierde en perspectiva histórica se gana en veracidad.

Remitámonos al Cid Campeador, Rodrigo Díaz. Escritos durante su vida, o en las cercanías posteriores a su muerte en 1099, sólo nos han llegado por vía indirecta (los originales se han perdido) testimonios de quienes más lo sufrieron, es decir los árabes andalusíes. Por supuesto, lo tratan de tagiya ('tirano, traidor'), la'in ('maldito') kalb ala'du ('perro enemigo'), ‘perro gallego’ o ‘al que Alá maldiga’; sin embargo, se admira su fuerza bélica, como en el testimonio del siglo XII del andalusí Ibn Bassam:
...era este infortunio [es decir, Rodrigo] en su época, por la práctica de la destreza, por la suma de su resolución y por el extremo de su intrepidez, uno de los grandes prodigios de Dios.

Escritos previos se han perdido, como La Elegía de Valencia de Alwaqqashi escrita durante el sitio de Valencia (inicios de 1094).

En cuanto a las fuentes cristianas, la primera relación conocida es el Poema de Almería, un poema épico en latín escrito entre 1147 y 1149 que alude, entre otros guerreros destacados de su época, al Cid Campeador y a Álvar Fáñez

El mismo Rodrigo, a menudo llamado Mio Cid,
de quien se canta que nunca fue vencido por sus enemigos,
que dominó a los moros y dominó a nuestros condes,
lo ensalzaba [a Álvaro], a sí mismo no se dedicaba tan grandes elogios.
Pero os confieso una verdad que no cambiará con el tiempo:
Mio Cid fue el primero y Álvaro el segundo.

Como vemos, a 50 años de su muerte ya endosaban la improbable afirmación de que nunca fue vencido. La versión se incorporó como verdad definitiva.

De esa misma época existe una crónica en latín, la Historia Roderici, concisa y bastante fiable. Junto a los testimonios de historiadores árabes es la principal fuente sobre el Rodrigo Díaz histórico. Además, la Historia Roderici presenta a un Rodrigo Díaz no siempre alabado por su autor, lo que hace pensar en la neutralidad de su relato. Por ejemplo, vemos una de las correrías de las fuerzas del Cid contra territorios cristianos en busca de botín:

[...] Rodrigo abandonó Zaragoza con un ejército innumerable y muy poderoso, y penetró en las regiones de Nájera y Calahorra, que eran dominios del rey Alfonso y estaban sometidas a su autoridad. Peleando con decisión tomó Alberite y Logroño. Con brutalidad y sin piedad destruyó estas regiones, animado por un impulso destructivo e irreligioso. Se apoderó de un gran botín, pero ello fue deplorable. Su cruel e impía devastación destruyó y asoló todas las tierras mencionadas.
Esto no tiene nada que ver con la imagen del Cid como compasivo caballero cristiano y adalid de la Reconquista que nos ha legado la leyenda.

Hacia 1190 se data el Carmen Campidoctoris, un himno en latín de poco más de un centenar de versos que cantan al Campeador ensalzándolo como se hacía con los héroes y atletas clásicos.

Aquí ya desaparecen los servicios que Rodrigo prestara durante cinco años a algunos reyes moros (servicios que narra la Historia Roderici y luego se ocultan para siempre); además, se introducen combates singulares con otros caballeros en sus mocedades para resaltar su heroísmo, En resumen, el Carmen es un catálogo selecto de las proezas de Rodrigo, ya alejado de la realidad y entrando en la leyenda.

Y llegamos a la cumbre: para esa misma época (fines del siglo XII y comienzos de XIII) se escribe el Cantar del Mio Cid.

Ríos de tinta han corrido para determinar su autor, fecha de composición y fuentes. Lo más verosímil al día de hoy es que fue escrito no más tarde de 1220 (el Cid murió en 1099) por un autor desconocido (el que se menciona como autor, per Abbat, fue el copista), basándose en la Historia Roderici y en coplas populares contemporáneas al Cid.

Es un Cantar, y no un Poema, ya que fue escrito para ser cantado, como se deduce de su estructura métrica, y su fidelidad histórica es bastante discutible, lo que no le quita brillo porque no pretende ser una obra histórica sino un elogio de los hechos y virtudes del protagonista. Es, como se diría ahora “basada en hechos históricos”, y constituye el primer cantar de gesta de la lengua castellana.

Un criminal resumen del argumento (ruego que lean el original; es hermoso) es el siguiente (Wikipedia):

Cantar del Destierro

El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido acusado de robo. Este deshonor supone también el ser desposeído de sus heredades o posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia.


El Cid sale de Vivar y llega a Burgos, donde nadie se atreve a darle asilo por temor a las represalias del rey. Allí se aprovecha de la avaricia de unos judíos. Seguidamente se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña para despedirse de su esposa, doña Jimena, y de sus dos hijas, a las que deja confiadas al abad de dicho monasterio. Entra luego en tierra de moros, a los que vence en varias ocasiones, recogiendo un rico botín del que envía parte al rey. Continúa sus correrías y derrota y prende al conde Barcelona, liberándole poco después.

Cantar de las Bodas

Refiere fundamentalmente la conquista de Valencia. El Cid vence al rey moro de Sevilla y envía un nuevo presente al rey Alfonso VI, lo que permite el reencuentro del Cid con su familia. Poco después la ciudad es sitiada por el rey de Marruecos; el Cid le derrota y envía un tercer presente al rey Alfonso. Los infantes de Carrión solicitan al monarca de Castilla las hijas del Cid en matrimonio, e intervienen para lograr el consentimiento del padre y el perdón del rey. Con los preparativos de la boda termina el segundo cantar.

Cantar de la afrenta de Corpes

Los infantes de Carrión quedan en ridículo ante los cortesanos del Cid por su cobardía en el campo de batalla y por el pánico que demuestran a la vista de un león escapado. Deciden entonces vengar las burlas de que han sido objeto. Para ello parten de Valencia con sus mujeres y, al llegar al robledal de Corpes, las abandonan, después de azotarlas. El Cid pide justicia al rey. Convocadas las cortes en Toledo, los guerreros del Campeador desafían y vencen a los infantes, que son declarados traidores. El Poema termina con las nuevas bodas de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Navarra y Aragón.

Y después del Cantar, Las Mocedades de Rodrigo, de 1360 aproximadamente. Aquí ya entramos en la pura fabulación. Sin duda el público pedía más y, como ocurre siempre, se hace lo que el público pide. ¿Cómo fue Rodrigo de joven? Porque el Cantar del Mio Cid arranca con el protagonista ya maduro. Y a falta de fuentes históricas, se recurrió a la fantasía.

El joven Rodrigo da muerte al enemigo de su padre, el conde de Gormaz, padre a su vez de Jimena. Para reparar su culpa, el rey Fernando le obliga a contraer matrimonio con ella. Pero el héroe se niega hasta no haber realizado varias hazañas para merecerla. Las mismas son absolutamente fantásticas, interviniendo el Papa, el rey de Francia y el Emperador Romano Germánico, quienes exigen a Fernando el tributo anual de quince doncellas vírgenes (¿para qué las querría el Papa?). Por supuesto, el rey de Castilla triunfa sobre todos, con ayuda del Cid, las doncellas siguen vírgenes (por un tiempo, es de esperar) y Rodrigo se dedica a batallar contra reyes moros y condes traidores. Obviamente, gana siempre.

El Rodrigo de las Mocedades es muy diferente de aquel del Cantar. Es desmedido, soberbio, arrogante y descomedido con el rey Fernando y aún con el Papa. Pese a todo, fue muy popular como personaje novelesco y héroe audaz.

Entre el Cantar y las Mocedades metieron la cuchara a mediados del siglo XIII los monjes del Monasterio de San Pedro de Cardeña y se apropiaron de la figura del Cid para transformarlo casi en un santo cristiano. Nacieron las Leyendas de Cardeña

Luego de retratarlo como un invencible luchador por la fe y por el rey de Castilla se ocupan de su destino después de muerto, inventando un supuesto testamento donde el Cid ordena que se lo embalsame y se lo entierre en el Monasterio de Cardeña, ordenando de paso sustanciales legados para los devotos y desinteresados monjes.

Hay muchas más leyendas y romances acerca del Cid Campeador, pero ya estoy excedido. Termino con un resumen de los más conocidos hechos legendarios y sus fuentes.

Se dice que un día se le apareció un leproso, para poner a prueba la virtud del Cid. El joven Rodrigo comparte su cama y su cena. El leproso, desveló su identidad diciendo que era San Lázaro. El santo a partir de ahora ayudará al campeador a lograr las victorias en el campo de Batalla. En otras versiones, el encuentro se produce en Madrid y el leproso se transforma en la Virgen de la Almudena. – Fuente: Mocedades de Rodrigo

El Conde de Gormaz ofendió al padre de Rodrigo, éste fue al encuentro del ofensor, le dio muerte y le cortó la cabeza. Después se la presentó a su anciano padre, quién tras la ofensa había perdido el ánimo de comer. Con ello recuperó el apetito. – Fuente: Mocedades de Rodrigo.

Tras el asesinato de Sancho II en el cerco de Zamora, Alfonso de Aragón se postula como heredero de Castilla. Sospechando su participación en el crimen, el Cid obliga a Alfonso a jurar su inocencia en la iglesia de Santa Gadea de Burgos. Alfonso jura, pero guarda rencor por ello al Cid. Fuente: Romancero del Cid

A riesgo de cansarlos, transcribo el Romance de santa Gadea, que me parece una belleza total:

En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hijosdalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.


Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,

como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.


Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.

(Estos son juramentos, y no los Santos Evangelios y que la Patria os lo demande y otras zarandajas).

Por último, el fundamento de que el Cid ganaba batallas aún después de muerto. Fuente: La Leyenda de Cardeña:
Con la llegada de unos nuevos invasores, los almorávides a las puertas de su reino de Valencia, Jimena, su viuda y sus hombres se ven obligados a abandonar la ciudad. Entonces montan su cuerpo embalsamado sobre Babieca, con sus armas. De camino a estas tierras, los almorávides huirán al ver al Cid.

Lamento tener que dejarlos aquí. Me quedan por contar las historias de Babieca, las espadas Colada y Tizona, los cobardes condes de Carrión, el engaño de las arcas de los judíos …pero ya esto se ha hecho muy largo.

Hasta el 31 de marzo, amigos.


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