Sola en Alejandría, Cleopatra debió haber meditado. Sin duda traía la desgracia a sus amantes: a Julio Cesar lo habían asesinado, y Marco Antonio, derrotado por las fuerzas de Octavio, se había suicidado no hacía mucho. Ahora se anunciaba el arribo de Octavio: ¿qué se propondría este hombre?
Por de pronto, Cleopatra comenzó a documentarse sobre su vencedor y próximo visitante.
Era Octavio un tipo astuto, fríamente cruel y completamente embustero. También tenía evidentemente grandes proyectos sobre sí mismo, y los estaba cumpliendo con exactitud alemana, aunque todavía los alemanes estaban en borrador.
Desde muy joven, acompañó a Julio Cesar, su tío abuelo, quien a su muerte lo designó, sorprendentemente, como heredero. Esto despertó la oposición de muchos que se creían con derechos, con la consiguiente guerra civil. A la fecha, ésta ya se había definido con el triunfo de Octavio.
En lo personal, era bastante impenetrable. Públicamente se decía muy respetuoso de los dioses, con un sentido moral elevado, lo que no le había impedido ser implacable en la guerra civil, mandar asesinar fríamente a enemigos políticos, difundir sin vacilar calumnias venenosas sobre sus adversarios, fraguar documentos y demás hazañas.
Se había casado dos veces: de la primera esposa se divorció por motivos políticos, y de la segunda, con quien tuvo una hija (que con los años resultó ser una loca total, “la viuda alegre de Roma”) se divorció a su vez con la curiosa excusa de que “le resultaba molesta”. Por lo menos en esto fue franco y directo.
A la sazón disfrutaba (¿?) de su tercera esposa, Livia, una mujer hermosa, dura, ambiciosa y sin escrúpulos. Cuando Octavio la conoció, Livia estaba casada, tenía un hijo y estaba encinta de cinco meses, pero la dama calculó el futuro político de Octavio y convenció al buenazo de su marido de que se divorciara y se casó nomás con Octavio, con embarazo ajeno y todo. Después se dijo como burla que “a los hombres de suerte les nacen hijos a los cuatro meses”. Por si les interesa, a esos humoristas no les fue nada bien.
Todo esto le pasó a Octavio ¡antes de cumplir treinta años! Y ahora se dirigía a Alejandría para arreglar las cosas de Egipto, o sea para destronar a Cleopatra y anexarse el país.
Como prioridad, Octavio iba tras el tesoro de Cleopatra, o sea de Egipto. Lo necesitaba imperiosamente para pagarse la fiesta del triunfo (que daba por descontado) en Roma y para pagar a sus soldados. En segundo lugar, quería a Cleopatra vivita y coleando para exhibirla como principal atracción en el grandioso desfile triunfal, pero Cleopatra se había recluido en su mausoleo, con un puñal a mano y la puerta cerrada. Lo del puñal lo resolvió entreteniendo a Cleopatra con simulacros de negociación, mientras un secuaz entraba por la ventana, la desarmaba rápidamente y la convertía en prisionera vigilada.
Dispuesta a dar pelea, Cleo se declara en huelga de hambre. Octavio, todo un caballero, la amenaza con encarcelar a sus hijos y llevárselos a Roma. Viendo peligrar la dinastía (no olvidemos que Cleopatra, por sobre todo, era una patriota, a condición de que ella fuese la dueña de la patria), como último recurso pidió a Octavio una entrevista. El viejo truco de la alfombra (Julio Cesar) o el disfraz de Afrodita (Marco Antonio) Por de pronto, se hizo pintar los párpados superiores de azul y los inferiores de verde (última moda), se ciñó la diadema de faraón y se cubrió con vestidos de transparente lino real. ¿Qué diablura se le ocurrirá ahora? Nunca lo sabremos, porque Octavio no quiso saber nada de entrevistas (se la veía venir). Permítanme suponer que la trató de vieja loca pintada, o algo así
Cleo se sintió defraudada en su seducción y frustrada como mujer irresistible (claro, ya andaba por lo 40 años y a Octavio no le costó mucho decirle no, gracias). Creo que esto fue lo que le dolió más a Cleo. Además se negaba a ser arrastrada en un triunfo (se lo habían hecho a la hermana y no le gustó nada lo que vio) y tampoco confiaba en las promesas de Octavio, y hacía bien, porque Octavio no pensaba cumplirlas, estoy seguro, conociendo al sujeto.
La única opción honorable era suicidarse en defensa propia. ¿Cómo hacerlo? Ahí empieza la leyenda, o sea la verdad sospechosa.
La versión oficial es que encargó a una de sus esclavas que le trajera una cesta con higos y, dentro de ella, escondiera una víbora muy venenosa, presumiblemente una cobra. Pregunta: ¿cómo hizo la pobre esclava para conseguir en el día una cobra (por muchas que haya, no se encuentran en cada esquina) meterla dentro de una cesta con higos y conseguir que se quede quieta, sin ir mordiendo a la gente con la que se cruzaban? Luego una vez frente a Cleo (que estaba vigilada) ésta, según parece, dijo: “tengo ganas de comerme un higo”, metió la mano en la canasta, agarró la víbora y se la aplicó al pecho (que presumiblemente estaría desnudo).- Ahí la víbora se despertó y mordió. Otra opción, más verosímil, es que al agarrar a la víbora ésta la mordió en el brazo. ¿Habrá sido un accidente? ¿Se le habrá ocurrido a Cleo sólo juguetear con alguna víbora para entretener el encierro o para llamar a Octavio y tirarle la víbora? ¿Habrá querido realmente comer un higo y se olvidó de la cobra? Nunca lo sabremos. Como detalle delicado, le mandó una nota a Octavio diciendo: “Me maté. Te arruiné el triunfo, estúpido, ja ja.”
Aquí conviene hablar de las representaciones gráficas del evento. En todas las que pude encontrar (ver ejemplo) la representan como una virgen en el éxtasis del martirio, y sabe Dios que de virgen no tenía nada, y no me la imagino en éxtasis. Prefiero imaginarla serena, desafiante, y transmitiéndole a Octavio: “a ver cómo me llevas a Roma ahora…”
Octavio se volvió loco. ¡Se le escapaba el número central de su triunfo! Y: ¿cómo convencer a la bruja de Livia de su inocencia? Pese a su furia, y a pedido de la finada, Octavio accedió a que la enterraran en un mausoleo junto a Marco Antonio. Quizás a este crápula le agarró remordimiento. Si fue así le duró poco, porque ipso facto hizo liquidar a:
- Cesarion, a la sazón de 15 años, hijo de Cleopatra y Julio Cesar (no quería un candidato a Cesar hereditario) Su comentario fue:”Demasiados Cesares” (textual, no es invento)
- El hijo mayor de Marco Antonio con su primera mujer (motivo desconocido)
Y con la conciencia tranquila de quien ha cumplido con su deber con aquellos infanticidios, se puso de nuevo al trabajo. Se declaró faraón, se embolsó el inmenso tesoro y se volvió tranquilo a Roma.
Como broche final, hizo destruir todas las estatuas de Marco Antonio que había en Roma. Pensaba hacer lo mismo con las de Cleopatra en Alejandría, pero un amigo de la occisa lo convenció de que las dejara en paz, con el simple cambio de manos de 2000 talentos (una suma enorme, aproximadamente 800 millones de dolares)
De los hijos de Antonio y Cleopatra se ocupó la repudiada ex esposa de Antonio, y con el tiempo la hija se casó con un rey moro. Del hijo no se supo nada más. Se sospecha un “accidente” fatal.
La peor venganza sobre Cleopatra la tomó el tiempo. Reina absoluta desde su niñez, vencedora de intrigas mortales, déspota, amante de los dos hombres más poderosos del mundo y finalmente muerta con honor, terminó en manos de una multitud de pigmeos publicitarios que la convirtieron en alimento para la masa descerebrada. Si llega a ver el anuncio de la derecha se mata de nuevo, tal vez con un cocodrilo.
Y con este final feliz nos apartamos de Cleopatra. Como vieron, no fue ninguna “mujer fatal” y usó más su inteligencia que su cuerpo. Al revés de lo que hacen muchas celebridades hoy en día.
Para quienes quieran enterarse de más detalles, con el rigor histórico que se puede obtener después de todos estos siglos, les recomiendo una visita a:
www.egipto.com/nefera/accio.html
Nos veremos a fin de julio. Hasta entonces
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