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histonotas

sábado, 14 de agosto de 2010

LEONOR DE AQUITANIA – UNA VIDA AGITADA


Como apreciarán por su comportamiento, esta señora despertó entusiastas adhesiones e igualmente apasionados antagonismos. Dado que no dejó escritos (no era su estilo) sus hechos fueron relatados por cronistas absolutamente parciales, quienes nos dejaron una imagen de heroína o de arpía.

Nació Leonor (en realidad, Aliénor, que queda más bonito) en 1122. Huérfana a los trece años, se transformó en el mejor partido de la época. Heredó el condado de Gascuña y el ducado de Aquitania y Guyena, con lo que sus posesiones eran más extensas que las del incipiente reino de Francia.


Con una educación consumada y un carácter brillante, transformó su corte de Poitiers en un centro de refinamiento. Poetas, trovadores, desenvueltas damas y galantes caballeros marcaron el rumbo de lo que sería la cortesía medieval, a diferencia de las toscas costumbres de otras cortes de la época.

El futuro rey de Francia, Luís VII, no podía perderse ese bocado. Se casaron muy enamorados (al menos él); Luís tenía dieciséis años y Leonor quince. Al poco tiempo aparecieron los problemas. El ambiente en la corte de Luís era austero, aburrido, provinciano comparado con Poitiers. Leonor, para escándalo general, se rodeó de sus amados trovadores, juglares, poetas y su lujo acostumbrado.

Con esto Leonor se hizo de dos formidables enemigos: la suegra (“esta mujer está echando a perder a mi hijo”) y la Iglesia, en persona del poderoso abad Bernardo de Clareval, un temible dogmático que amonestaba a reyes, papas y nobles pretendiendo tener línea directa con la madre de Dios, nada menos. El rey, por su parte, soso, grave, aburrido, piadoso y de baja libido, representaba un papel bastante conflictivo, enamorado como un adolescente. Se atribuye a Leonor la reflexión “A veces tengo la impresión de haberme casado con un fraile”. Estas frases pronostican cuernos a corto plazo.

Entre cortes de amor, donde damas y caballeros debatían sutiles cuestiones sentimentales con un cierto escarceo amoroso, celebradas por poetas y trovadores, apareció, invitado por Leonor un célebre trovador, Macabrú, una suerte de Joaquín Sabina medieval. A Luís, marido al fin, celoso y apasionado, no le gustó la cosa en lo más mínimo, pero el pobre ya no contaba. El trovador se enamoró inevitablemente de la alta dama que inspiraba sus versos. Se lo dijo en ardientes estrofas y un buen día, el rey Luís lo toma muy a mal y lo expulsa del reino. Se dice que Macabrú no se había limitado a los versos. Primer resbalón (conocido) de Leonor.

El mencionado Bernardo de Claraval convenció a Luís de participar en una cruzada (la segunda) ya que las cosas se estaban desbarrancando en Palestina. En contra de los deseos de Luís, Leonor insistió en acompañarlo. Tenía perfecto derecho, no sólo como esposa de Luís sino como señora con feudo propio, con feudatarios y huestes bajo su mando. Por supuesto, se salió con la suya.

La expedición fue un desastre, y las relaciones entre los esposos no fueron mejores. Leonor se encontró en Tierra Santa con Raimundo de Poitiers, señor de Antioquía, según los cronistas: “alto, mejor constituido y más apuesto que ninguno de sus contemporáneos; a todos sobrepujaba en el oficio de las armas y en asuntos de caballería”, compañero de la infancia y, para colmo, tío suyo. Se entendieron de inmediato. Hasta qué punto se entendieron lo reflejan algunos contemporáneos, agravado porque ambos tomaron partido en cuestiones militares contra Luís, quien perdió la paciencia y pegó la vuelta abandonando el proyecto de cruzada, exigiendo a Leonor que le siguiera. Le siguió, sí, pero, según sus detractores, concediendo sus favores indiscriminadamente a barones, sargentos, pajes y demás. Posiblemente una exageración. No habrían sido tantos.

Vueltos a Francia, a Leonor se le ocurrió una idea liberadora: ¡ella y Luís eran primos y, por lo tanto, el matrimonio no era válido desde el inicio! A su instigación, un concilio reunido bajo la autoridad del arzobispo de Sens declaró la nulidad de la boda contraída quince años antes. Europa, incluido Luís, estupefactos ante la jugada. Leonora volvió a Poitiers, libre, a los 30 años.

Dos meses después, otra bomba: Leonor se casó con Enrique Plantagenet, conde de Anjou y duque de Normandía, diez años menor que ella y heredero del trono de Inglaterra, en esos momentos en conflictos con Luís. Por supuesto, Leonor colaboró para azuzarlos, pero finalmente se llegó a un acuerdo (Enrique era nominalmente vasallo de Luís por sus posesiones en Normandía). Luís se volvió a casar y Leonor se trasladó a Inglaterra, dedicada a producir herederos. Entre varones y mujeres, produjo ocho, de los cuales tres llegaron a reyes, dos de Inglaterra y una de Castilla.

Esos repetidos nacimientos no parecieron agotar la energía de Leonor que, en su papel de reina, viajó mucho por las distintas partes del “imperio Plantagenet”. Ella y Enrique estaban siempre en movimiento de castillo en castillo atravesando a menudo el canal.
Pero el destino de Leonor no era la rutina: Enrique se enamora perdidamente de una amante, Rosamunda Clifford, Leonor no hubiese sido ella misma si no hubiese tramado la inmediata venganza: envenena las deterioradas relaciones entre Enrique y sus hijos y estimula una rebelión de éstos contra el rey. Al mismo tiempo Enrique, que tampoco se destacaba por su paciencia, ordena el asesinato de Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, por conflictos de obediencia. En esto, Leonor no tuvo nada que ver.


Sofocadas las revueltas, Enrique encerró inmediatamente a Leonor en el castillo de Chinon y luego en la torre de Salisbury, donde permaneció bajo arresto (con bastante libertad de movimientos) hasta la muerte del rey Enrique, quince años después. A partir de ese momento, reanudó su vida de actividad. En primer lugar, se ocupó de Rosamund Clifford. Cuando ella falleciera, años atrás, Enrique le había hecho construir una suntuosa tumba en un monasterio, encargando misas y procesiones a perpetuidad. Leonor tenía algunas deudas que cobrarse. Desenterró y dispersó los restos, anuló rezos y procesiones y puso las cosas en su lugar, según ella. Una dulzura de mujer.


Como Ricardo Corazón de León (su hijo preferido) había alcanzado el trono, había que casarlo. Ya en una oportunidad, años atrás, se había concertado el matrimonio de Ricardo con Aélis, hija del rey Luís de Francia, ex marido de Leonor (todo quedaba en familia). Como Aélis era aún una niña, se la llevó a educar, según era costumbre, a la corte de Inglaterra. La niña creció y, a los trece años, su futuro suegro Enrique le echó el ojo y se la llevó a la cama, parece ser que de común acuerdo. Mucho no le importó a Ricardo, ya que era obstinadamente homosexual, pero el papelón no aumentó su amor filial.


Los esfuerzos de Leonor por volver a casar a Ricardo se concretaron. Ricardo casó (lo casaron) con Berenguela de Navarra. Por supuesto, el matrimonio no funcionó, sin sombra de hijos. Un proyecto de Leonor que fracasó. Las madres nunca se convencen de esas cosas. Para amargura de Leonor, la sucesión al trono de Inglaterra iba a recaer en Juan sin Tierras, el hijo que Leonor odiaba, con razón.


Y así fue envejeciendo la otrora hermosa, de radiante belleza, Leonor. La belleza pasó, pero la energía y el temple se mantuvieron intactos. Contando con casi ochenta años, da muestras de una fortaleza impresionante cuando decide cruzar los Pirineos y viajar hasta Castilla para escoger entre sus nietas, las infantas de Castilla, a la que se convertiría en la esposa del hijo de Felipe Augusto, el futuro Luís VIII. La escogida sería Blanca, una de las reinas de Francia más célebres, la que será formidable madre de San Luís, regente del reino en tres ocasiones y modelo de virtud y habilidad política.

Finalmente, a los ochenta y dos años, se decidió a fallecer. Sus restos reposan en la abadía de Fontevrault, junto con los de su esposo Enrique II y, a sus pies, la tumba con el cuerpo (las vísceras están enterradas en la catedral de Ruan, Francia) de Ricardo Corazón de león, su muy amado hijo.



Los espero a fines de agosto. Hasta entonces.

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jueves, 29 de julio de 2010

SODOMA, GOMORRA, LOT Y FAMILIA – UN ESCÁNDALO

(Con motivo de haberse aprobado recientemente la ley que autoriza en Argentina el matrimonio entre personas del mismo sexo, me pareció oportuno transcribir la opinión de alguien autorizado.)

Según los estudiosos del tema, esta historia que nos narra la Biblia transcurrió aproximadamente por los 1800 años AC. Por ese entonces abundaban las tribus nómades que erraban entre Siria y Egipto con sus familias, parientes, allegados, esclavos, camellos, cabras, ovejas, burros, tiendas y todo lo que se podía transportar. Se detenían más o menos tiempo en lugares de agua y buenos pastos hasta que escaseaban las pasturas o los echaban otras tribus más fuertes. Vida patriarcal, dura y primitiva. Aún estaban lejos los kibbutzim.

Uno de esos patriarcas, Abraham, además de todos esos enseres llevaba consigo a un Dios personal, Yavé, bastante colérico y, caso raro, único y orgulloso de serlo. Nada de otros dioses. Absolutamente prohibido.

Entre Yavé y su pueblo (futuro pueblo judío, por el momento sólo una tribu conducida por Abraham) había una relación bastante directa, poblada de intervenciones y apariciones divinas, discusiones frecuentes de ambos lados y apariciones dogmáticas y usualmente furibundas.

Entre los parientes de Abraham estaba Lot, su sobrino, que poseía por su parte gran cantidad de ganado y bienes.

Cito al Antiguo Testamento (en adelante, en cursiva)

Hubo una pelea entre los pastores del rebaño de Abraham (en ese entonces aún se llamaba Abram, pero uso el nombre posterior, más conocido) y los de Lot
Así, pues, Abraham le dijo a Lot: «Mira, es mejor que no haya peleas entre nosotros, ni entre mis pastores y tus pastores, puesto que somos parientes.
¿No tienes todo el país por delante? Pues bien, apártate de mi lado. Si tú vas por la izquierda, yo me iré por la derecha. Y si tú te vas por la derecha, yo tomaré la izquierda.»
Lot miró y vio toda la llanura del Jordán que era totalmente de regadío. Pues antes de que Yavé destruyera Sodoma y Gomorra, era como un jardín de Yavé, como Egipto hasta llegar a Soar.
Lot eligió para sí toda esta parte y se trasladó al oriente.
Así se separaron el uno del otro.
Abraham se estableció en Canaán, y Lot en las ciudades del valle, llevando sus tiendas desde allí hasta Sodoma.”

O sea que Lot, luego de pedir permiso, plantó sus tiendas frente a la ciudad (lo de ciudad hay que tomarlo con criterio de época; más bien un conjunto de chozas o casas primitivas, tal vez rodeadas de un paredón de tierra) y desparramó sus rebaños por la pradera.

Pronto empezaron los problemas. Parece ser que los sodomitas eran de lo peor. La Biblia no solamente los califica de homosexuales (costumbre horrenda en esa época, pero sólo si era practicada entre hombres; las mujeres podían hacer de su cuerpo un pito sin que a nadie le importara un ídem. Ventajas relativas del machismo bíblico) sino de “grandes pecadores ante Yavé”. Parece que tenían además otros vicios.

“Todas las naciones preguntarán: ¿Por qué Yavé ha tratado así a este país? ¿Cuál es la causa de tanto enojo?
Y contestarán: Esto sucedió porque abandonaron la Alianza que Yavé, Dios de sus padres, pactó con ellos al sacarlos de Egipto;
porque se han ido a servir a otros dioses y les han adorado; dioses qué no eran suyos y a quienes Yavé no los había encargado:
Por eso se ha encendido la ira de Yavé contra ese país hasta traer sobre él toda la maldición escrita en este libro”.


Y aquí viene un encantador regateo entre Yavé y Abraham, que voy a transcribir pese a su extensión. Se apareció Yavé ante Abraham acompañado de tres hombres (que resultaron ángeles, algo así como guardaespaldas) y le dijo, de lo más enojado:

«Las quejas contra Sodoma y Gomorra son enormes (parece que también en Gomorra se cocían habas); ¡qué grande es su pecado!
Voy a visitarlos, y comprobaré si han actuado o no según el rumor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré.»
Partieron de allí los hombres
(ángeles) que lo acompañaban y se fueron hacia Sodoma, mientras Yavé se quedaba de pie ante Abraham.
Este se acercó y le dijo: «¿Es cierto que vas a exterminar al justo junto con el malvado?
A lo mejor existen cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿es cierto que vas a acabar con todos ellos y no perdonarás el lugar en atención a los cincuenta justos que puede haber allí?...

Yavé dijo: «Si encuentro cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo el lugar en atención a ellos.»
Abraham contestó: «Sé que a lo mejor es un atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza,
pero si para los cincuenta justos faltaran cinco, ¿destruirás la ciudad por los cinco que faltan?»
Yavé dijo: «No la destruiré si hay cuarenta y cinco hombres justos»
Abraham volvió a insistir: «¿Y si solo se encontraran allí cuarenta justos?» Yavé contestó: «No lo haré en atención a esos cuarenta.»
Abraham insistió de nuevo: «No se enoje, mi Señor, si vuelvo a insistir, ¿y si no hubiera allí más que treinta justos?» Yavé contestó «No lo haré si encuentro allí treinta justos.»
Abraham continuó: «Sé que es una osadía de mi parte hablar así a mi Señor; pero, ¿y si se encuentran allí solamente veinte justos?» Yavé contestó: «No la destruiré en atención a los veinte.»
Abraham dijo: «Vaya, no se enoje mi Señor, y voy a hablar por última vez. Tal vez no se encuentren allí más de diez.» Yavé dijo: «En atención a esos diez, yo no destruiré la ciudad.»

Yavé se fue cuando terminó de hablar con Abraham y éste se volvió a su casa.


Aquí se encuentran los orígenes del típico regateo judío; ¡Hasta con Dios porfiaban!

A los ángeles no les fue nada bien en Sodoma. Antes de entrar en la ciudad, se encontraron con Lot, que los invitó a su tienda para un refrigerio. Se enteraron los habitantes de Sodoma y allá se fueron al humo,

“Llamaron a Lot y le dijeron: «¿Dónde están esos hombres que llegaron a tu casa anoche? Échalos para afuera, para que abusemos de ellos (no andaban con vueltas)»
Lot salió de la casa (tienda), cerrando la puerta detrás de sí y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan tal maldad
Oigan, tengo aquí dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero dejen tranquilos a estos hombres que han
confiado en mi hospitalidad.» (Eso se llama amor paterno)
Pero ellos le respondieron: «Quítate de ahí. Has venido como forastero y ya quieres actuar como juez. Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.»”

Lot zafó por los pelos, y los ángeles salieron despavoridos a contarle sus apuros a Yavé.

“ Al amanecer los ángeles apuraron a Lot diciéndole: «Levántate, toma a tu esposa y a tus dos hijas, no sea que te alcance el castigo de la ciudad.»
Como él vacilaba, lo tomaron de la mano, junto a su mujer y a sus dos hijas, porque Yavé había tenido compasión de ellos. Los sacaron y los llevaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera dijeron: «Ponte a salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte algu
na de esta llanura, sino que huye a la montaña para que no perezcas.»

Entonces Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego proveniente de Yavé de los cielos.
Y así destruyó estas ciudades con toda la llanura, con sus habitantes y vegetación.

+Pero la mujer de Lot miró para atrás y quedó convertida en estatua de sal.”

Y ya lo tenemos a Lot en el monte, refugiado en una cueva, recientemente viudo por la salinización de su mujer. Sus dos hijas vírgenes, sin embargo, estaban preocupadas:

“Entonces dijo la hija mayor a la menor: «Nuestro padre está viejo y no ha quedado ni un hombre, siquiera en esta región que pueda unirse a nosotros como se hace en todo el mundo.
Ven y embriaguémoslo con vino y acostémonos con él; así sobrevivirá la familia de nuestro padre.»
(Parece que las niñas habían adquirido algunas costumbres extrañas en Sodoma.)

Y así lo hicieron aquella misma noche, y la mayor se acostó con su padre sin que él se diera cuenta, ni cuando se acostó ni cuando se levantó. (Era proverbial el sueño pesado de Lot. Si embargo, tengo para mí que se hizo el dormido, de puro pícaro. Necesidades son necesidades).
Al día siguiente dijo la mayor a la menor: «Ya sabes que me acosté anoche con mi padre. Hagámosle beber vino otra vez esta noche y te acuestas tú con él, para que tenga descendientes:»
Lo hicieron del mismo modo aquella noche, y la hija menor se acostó con él, sin que se diera cuenta, ni cuando se acostó ni cuando se levantó.
Las dos hijas quedaron embarazadas de su padre.
La mayor dio a luz un hijo y lo llamó Moab, éste es el padre de los moabitas que todavía existen.
La menor también dio a luz un hijo y lo llamó Ben-Ammí: es el padre de los actuales amonitas.”

Llama la atención que Yavé se hiciera el desentendido ante semejante juerga filial. Tal vez estuviera aún descargando su ira sobre otras ciudades perversas.

Ya están al tanto de lo ocurrido en Sodoma y los sodomitas, palabra que a partir de allí adquirió un significado preciso. Transcribí textualmente de la Biblia casi toda la historia para que no se me acuse de pornográfico o irreverente. Lo que estaba escrito, no lo escribí yo. Que se haga responsable el Autor.

Hasta mediados de agosto, amigos.

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martes, 13 de julio de 2010

TEMPLARIOS III – SECRETOS Y MISTERIOS

Trataré de ser claro y veraz sobre este trajinado tema. Desde hace setecientos años no se develó ni un solo secreto de la Orden del Temple. Queda así libre el campo para fantasear y elaborar cualquier teoría. Si es indemostrable, pasa a ser un “secreto de los templarios”. Veremos los más difundidos.

Ya desde su comienzo, la cosa es inexplicable. A dos caballeros se les ocurre ir a Cercano Oriente para proteger las rutas de los peregrinos. Al llegar allí, ya son nueve. Me suenan un poco insuficientes. No creo que nueve caballeros puedan proteger mucho tramo de rutas. Aún así, el rey Balduino de Jerusalén les obsequia como alojamiento el construido sobre lo que se suponía había sido el templo de Salomón, nada menos.

Durante nueve años no se tiene noticia de estos quijotescos caballeros andantes. Como, siglos después, se descubrieron en el lugar unos extensos sótanos con algunos signos grabados en las paredes, saltó el primer misterio: durante esos años, los nueve templarios se dedicaron a cavar y descubrieron las galerías subterráneas que no eran otra cosa que las caballerizas de Salomón. (Primer desatino: ¿caballerizas subterráneas? ¡Pobres caballos! Sin mencionar las emanaciones, no precisamente de incienso, que invadirían el templo. Además: ¡qué caballerizas tan mal ubicadas!)



Paso siguiente: ¿Para qué ese trabajo de topos? Respuesta: porque los dos caballeros fundadores ya sabían, misteriosamente o enterados por Bernardo de Claraval, que algo había allí, por eso fueron de vacaciones a Tierra Santa. ¿Qué era ese algo? Las opiniones divergen.

a) El Arca de la Alianza, objeto sagrado mencionado en la Biblia donde se guardaban las tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos, la vara de Aaron que reverdeció y el Mana que cayo del cielo;

b) El tesoro de Salomón. Lo que explicaría el súbito enriquecimiento del Temple;

c) El santo Grial, supuestamente la copa donde Jesús bebió en la última cena;

d) Una especie de Manual del Constructor, con los secretos del arco gótico, los arbotantes, etc, lo que permitió a los albañiles medievales construir, bajo la dirección del Temple, las primeras catedrales góticas.

Pauwels y Bergier, dos “comerciantes de la historia” publicaron en 1960 un libro, El Retorno de los Brujos, donde se exponía la peregrina teoría de que en el Arca se encontraban los secretos de la energía atómica (!!!!) lo que permitió la caída de los muros de Jerico y ocasionaba la muerte de quien tocara el sagrado artefacto. (¿Habrán tenido que ver los templarios con Hiroshima?).

Hay más hipótesis, pero ninguna explica por qué se quedaron los templarios casi 200 años en Jerusalén, si ya habían encontrado lo que buscaban.

Más misterios: la Regla Secreta. Luego de que el poderoso abad Bernardo de Claraval redactara la Regla del Temple, “se dice” (palabras maestras de la imprecisión, que permiten sugerir cualquier cosa) que “alguien” redactó una Regla secreta (tan secreta que nunca se conoció una palabra), llena de influencias gnósticas y ocultismo musulmán. Esta Regla fue una de las herramientas de la caída de la Orden, porque se le atribuyó cualquier herejía.

Otra: “se dice” que Bernardo de Claraval trajo desde España a su abadía sabios judíos talmudistas (algunos también agregan filósofos musulmanes) ¿Para qué? Para interpretar los misterios que los templarios habían descubierto en el sótano de Salomón.. La Inquisición parece que estaba mirando para otro lado en ese momento.

También “se dice” que los templarios habían establecido contacto con filósofos musulmanes heréticos, de quienes habrían recibido conocimientos secretos. También se habrían ganado el respeto de los guerreros turcos. Contradictoriamente, éstos liquidaban prolijamente a todo templario que cayera prisionero.

Otro indicio llamativo: el sello del Temple. Figura en muchos documentos, y verdaderamente existió. Pero: ¿qué significa? Es un símbolo que no ha sido aclarado satisfactoriamente. Son dos caballeros montados sobre un mismo caballo: ¿es un indicio de admitida homosexualidad? ¿Alude al concepto gnóstico de la dualidad bien- mal? ¿Una alusión a la pobreza? No lo sabemos, como tampoco tiene explicación la prescripción de la regla conocida que ordena que los caballeros deben comer de a dos en un mismo plato (transcribo el absurdo párrafo de la regla: “Debido a la escasez de pucheros, los hermanos comerán por parejas, de tal forma que uno pueda observar más de cerca al otro…”).

Hay más, mucho más, en parte debido a meras invenciones o a causa de hechos o indicios no aclarados. Finalizo con el mayor de los misterios (este sí, histórico): el final de la Orden.

Ya relaté cómo la Orden fue decapitada el viernes 13 (¡!) de octubre de 1307. Ese día, por una simple operación policial, fueron arrestados cientos de templarios (la cifra difiere) en toda Francia, sus Encomiendas ocupadas, sus bienes confiscados (los que se pudieron hallar) y encerrados en la sede central, el castillo del Temple en París, el Gran Maestre y sus principales funcionarios.

Una sincronizada operación en toda Francia. ¿Tan secreta fue que nadie les avisó? Con el enorme poder del Temple, sus contactos a todo nivel, sus espías, y con la enormidad que estaba en juego ¿nadie se enteró de semejante operativo?

No hay explicación para que tantos caballeros aguerridos, armados y fuertes en sus castillos, se dejaran apresar como borregos.

A partir de este hecho se tejieron, como de costumbre, infinidad de hipótesis más o menos descabelladas. Peor aún, cuando llevaron a la hoguera al Gran Maestre en pleno París; ¿no pudieron reunirse un centenar de los templarios que escaparon a la redada y, bien armados y montados, arrasar por sorpresa con los guardias y salvar a su jefe?
Esto sí que es un misterio, ya que es inexplicable. La Orden se llevó a la tumba el misterio de su muerte.

Como reflexión final, sean muy cautos con los secretos de los templarios y las teorías fantásticas. Todo tiene su explicación, lo que ocurre es que no la conocemos, y a falta de ella florece la habladuría y la patraña.

Hasta fines de julio, amigos.



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