En 1404, año de nacimiento de Gilles, Francia e Inglaterra se encontraban en medio de lo que se llamó la Guerra de los Cien Años, con el sistema feudal en su apogeo y una nobleza omnipotente, orgullosa y despótica.
Tempranamente huérfano y a cuidado de su negligente abuelo de Craon, Gilles apuntaba como un niño modelo. Hasta le gustaba la lectura. Salvo un pequeño detalle; sus lecturas preferidas eran el Apocalipsis y Los Doce Césares, de Suetonio. Para quienes no lo leyeron, les aclaro que Los Doce Césares es la base para nuestro prejuicio de que la corte de los Césares fue un pozo de perversiones e inmundicias. La descripción que hace Suetonio de las vidas de Tiberio, Calígula y Nerón roza la pornografía explícita. Y ahora: ¡a leerlo!
Perdón, me aparté del tema. Decía que ya desde pequeño el niñito Gilles daba malos pronósticos. Según sus biógrafos (tuvo muchos, aunque ninguno de su época, lo que los hace sospechosos de “fabricantes de best sellers”) jugando a la lucha con machetes con un amiguito se le fue la mano y le clavó el suyo en el cuello. En vez de ayudarle en salvarle la vida, Gilles observó como su amigo se desangraba y disfrutó con la escena. Tenía 15 años y fue su primer asesinato. Bueno, una travesura de adolescencia. Por supuesto, quedó impune. Era un noble.
A los 17 años se casó con una vecina adinerada. Mejor dicho, la secuestró y luego se casó. También secuestró a la suegra y la tuvo un tiempo a pan y agua (buena y recomendable medida), por cuestiones de unos castillos que entendía eran parte de la dote. Su forma de argumentar era irresistible.
Noble y con ese carácter, era inevitable que se dedicase a la guerra. Intervino primero en unas contiendas domésticas entre señores feudales, de las que nunca faltaban en esos tiempos. Peleó como un demonio, al frente de sus tropas. Su coraje, arrojo y ferocidad hicieron que su gente lo siguiera con entusiasmo en los combates. Se distinguió y fue un líder sanguinario.
CARLOS VII |
JUANA DE ARCO |
Luego de la muerte de Juana, su mundo se derrumbó y se sumió en el abatimiento. Abandonó todo y se retiró a sus castillos.
Hasta aquí todo un modelo. Salvo las inclinaciones infantiles y el asunto del machete y los secuestros, todo bien. Su sanguinario comportamiento guerrero era más bien un mérito en esos duros tiempos. Pero de repente todo cambió abruptamente.
¿Qué le sucedió? ¿Un brote sicótico? ¿Amargura por la muerte de Juana? ¿El afloramiento de tendencias perversas? Lo cierto es que, encerrado en su castillo, Gilles se dedicó a las peores atrocidades imaginables.
Y aquí me veo en un dilema. Si me pongo a detallar los hechos de este sujeto me clausuran el blog por pornográfico (lo que nunca sucederá, en vista de las cosas que se publican impunemente), y si las paso por alto pierdo el interés de los lectores. Le dejo la palabra entonces al mismísimo Gilles de Rais, que en el juicio a que fue sometido cantó como un ruiseñor. Transcribo lo registrado (expurgado de las partes más repugnantes):
“Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes –niños y niñas- y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos –aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto- y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados".
"Confieso que maté a esos niños y niñas (se hallaron 50 cadáveres en su castillo. Se calcula que el total de víctimas está entre 15 y 200) de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente".
"Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos (es un eufemismo; en realidad los sodomizaba en su agonía y aún después de su muerte) y me complacía ver su agonía...".
"Me gustaba ver correr la sangre (también la bebía en ocasiones); me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles.
Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por los gusanos."
Aparentemente, loco de atar. Tenía sus cómplices y ayudantes, no obstante. Conseguía niños y adolescentes de los alrededores de ambos sexos de entre 7 y20 años contratándolos como pajes. A algunos los pervertía transformándolos en acólitos de sus crímenes y orgías. Al resto los mataba entre torturas.
Para completar, se dedicaba a la alquimia y al satanismo, mezclándolos con sus crímenes sexuales.
Comenzaron a circular rumores. Los campesinos no tenían noticias de sus hijos después que entraban al castillo y sospechaban. Pero, claro, eran simples villanos poco creíbles e insignificantes. Hasta que un día el barón de Rais, por una disputa de intereses, atacó en uno de sus impulsos la iglesia donde sui oponente, un eclesiástico, celebraba misa y lo secuestró en su castillo de Tiffauges, escenario de sus crímenes. Métodos repetitivos, por lo visto, sólo que esta vez no se trataba de villanos, sino de gente de iglesia, y con eso no se jugaba.
RUINAS DEL CASTILLO DE TIFFAUGES |
Puesto a declarar, comenzó negando, tal vez pensando que su nobleza e historial guerrero lo salvarían, pero cuando vio que la cosa iba en serio optó por la colaboración: confesó, con todos los detalles, y manifestó profundo arrepentimiento y sentimientos cristianos (!!).
JUICIO DE GILLES DE RAIS |
Fue tanto el horror que provocó su confesión que durante el juicio, uno de los presentes cubrió el crucifijo que presidía la sala por la vergüenza que generaban sus palabras. Según crónicas de la época las paredes emanaron sangre que lentamente se deslizó hacia el piso como buscando redención (bastante sensacionalistas, las crónicas. Aparentemente, en esa época la gente era más crédula).
El 25 de octubre de 1440, la corte eclesiástica dictó una sentencia de excomunión contra Gilles de Rais, seguida en el mismo día por la condena de la corte secular. Dentro de los cargos imputados a Gilles de Rais se dice lo siguiente: "... hereje, reincidente, brujo, sodomita, conjurador, espíritu malvado, adivino, asesino de inocentes, apóstata, servidor de fetiches desviado de la fe y su enemigo, además del vaticinador y maestro brujo que era y es" a lo cual como mejor argumento para su defensa, Gilles de Rais pronunció la siguiente frase: "La estrella bajo la que he nacido me ha destinado a cumplir hechos que nadie había podido entender". En resumen, el hombre se creía un incomprendido.
EJECUCION |
Y este es un resumen de lo más verosímil de las andanzas del barón Gilles de Rais. Se ha escrito, fantaseado y agregado mucho a los hechos que protagonizó. Por razones de espacio y de concisión me reduje a un breve compendio de su vida. Hay suficiente información, real e imaginaria, en Internet como para satisfacer al más curioso.
Basándose en las andanzas de este encantador personaje, Charles Perrault publicó en 1697 su cuento Barba Azul, (es fama que Gilles de Rais ostentaba una cerrada barba, tan negra que poseía reflejos azules). Lo suavizó un poco para uso de los niños, pero de todos modos resultó bastante espantoso. Ya no se le cuenta ni a niños de hospicio.
Hasta fines de noviembre, amigos. Veré qué otro monstruo saco de la galera (es broma, no ha de ser para tanto).
BLASON DE GILLES DE RAIS |
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