Para comprender su destino nefasto, nos remontaremos a sus antecesores (la cosa viene de lejos).
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El banquete de los dioses |
Indignados los dioses, luego de maldecir a Tántalo y a todos sus descendientes, se llevaron al Olimpo el estofado de Pélope. Allí lo resucitaron más hermoso que antes, y Demetria para compensar le proporcionó un hombro de marfil.
Tan bonito quedó Pélope que Poseidón se enamoró de él y lo empleó como “conductor de su carro” (parece que ese era el eufemismo en Grecia).
Por una trifulca, se le acaba a Pélope la estadía en el Olimpo. Lo bajan a la tierra y el hombre, cansado de manejar el carro de Poseidón todas las noches, decide casarse, para variar. Tiene tan buen ojo que elige a una chica cuyo padre tiene proyectos incestuosos, lo que lo lleva a matar a los pretendientes de la nena desafiándolos a mortales carreras de carros.

Pélope engendra tres hijos y, luego de otras muchas peripecias, se muere, dando su nombre al Peloponeso. Previamente, había tenido que desterrar a dos de sus hijos, que por un tema de herencia habían asesinado al tercero.
Los hijos sobrevivientes, fratricidas y desterrados, Atreo y Tiestes, comenzaron por apoderarse de un trono más o menos vacante, el de Micenas y lo disfrutaros por varios años, pero no pudieron con el genio (y con su destino). Tiestes sedujo alegremente a la esposa de su hermano y éste, al enterarse, resolvió la cosa al típico modo familiar: secuestró a los cinco hijos de Tiestes, los hirvió y se los sirvió al papá. Las manos y las cabezas se las mostró a los postres, para que se enterara. Otra maldición (¡la tercera!), esta vez de Tiestes contra Atreo y su descendencia. Cauto, Tiestes consultó a un oráculo acerca de la mejor venganza.
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Asesinato de Atreo |
La sorprendente respuesta fue que, si Tiestes engendraba un hijo con su propia hija (la mayor, sobreviviente por ser seguramente ya muy dura para el cocido) éste mataría a Atreo.
Obediente, Tiestes siguió el consejo (¡vaya oráculo!) y nació Egisto, quien puntualmente, años después asesinó al tío y todos contentos.
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Delicada alusión a Menelao |
Al morir Atreo de mala manera a manos de Egisto, los hermanos Agamenón y Menelao salieron pitando de Micenas por motivos de salud, y se dieron a recorrer el Peloponeso en busca de algún reino de que apoderarse. Guerra va, batalla viene, los muchachos demostraron su valía (su crueldad, digamos) Agamenón, en particular, se fue forjando un dominio apreciable y la consiguiente fama.
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Idealización de Clitemnestra |
El padre de Clitemnestra, Tindareo, rey de Esparta, tenía otro problema. Su hija menor, Helena, era una belleza incomparable, y el pobre Tindareo no sabía con quién casarla, porque preveía problemas. Cuando oyó que el salvaje de Agamenón tenía un hermano soltero, pensó acertadamente que nadie se animaría a adornarle la cabeza al hermano de semejante bestia, y allí nomás casó a Helena con Menelao, que era un buenazo. Le falló el cálculo a Tindareo, y allí se armó Troya, pero esa es otra historia, y ya la conté.
Mientras tanto, Agamenón volvió a Micenas, su antiguo hogar, y no solo, sino con multitud de secuaces. Egisto, que oficiaba de rey, huyó prudentemente y ya lo tenemos a Agamenón rey de Micenas y anexos.
Tan grande era su poder que cuando fue lo de Troya y hubo que mandar un ejército de toda Grecia para supuestamente vengar el honor de Menelao mancillado por Helena y un troyano raptor, nadie dudó en poner a Agamenon y sus huestes a la cabeza de los confederados.
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Casandra |
Lo que le pasó a Casandra en manos de este cavernícola nadie lo contó, pero lo cierto es que antes de llegar a Micenas ya Casandra era mamá.
Lo que había sucedido en Micenas durante los años de guerra ya lo relaté detalladamente en el post dedicado a Electra, una de las hijas de Agamenón y Clitemnestra. En resumen, apenas Agamenón se fue a la guerra apareció por Micenas el emboscado Egisto, quien comenzó a hacer arrumacos a Clitemnestra (además, eran primos) y terminó calentando el trono y la cama de Agamenón.
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Muerte de Casandra |
Los antiguos afirmaban que todas las desdichas de Agamenón ocurrieron a causa de las maldiciones que la familia cargaba desde generaciones atrás. Es la opinión clásica, pero lo cierto es que, sin necesidad de maldiciones, Agamenón había hecho méritos suficientes para los hachazos.
Resumiendo, según los arqueólogos, parece probable que esta gente haya existido (cuanto mayor es la antigüedad, menor la probabilidad): El descubrimiento de las ruinas de Troya tapó la boca a los racionalistas incrédulos, pero lo que resulta inverosímil son los hechos que se les atribuyen. Con el paso de los siglos, los cuentistas y poetas han agregado copiosamente y deformado mucho a los hechos reales, de modo que hoy resulta imposible distinguir la historia del mito. Lamentablemente, eso es lo que hay. Quedémonos con el mito a la espera de que surja la historia.
Afectuosos saludos a todos, venturosas fiestas y hasta comienzos del año que viene

Mascarilla funeraria, conocida como "Máscara de Agamenón"
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