Algo extraño sucede en Transilvania. En esta región oscura, boscosa y montañosa, hoy perteneciente a Rumania, antes parte de Hungría, los campesinos relatan desde hace siglos extrañas historias con gran éxito de credibilidad. O son unos consumados mentirosos, o son tan supersticiosos e imaginativos que creen que todos los gatos son demonios, o bi

Hace siglos personificaron la leyenda inmemorial de los no muertos, vampiros nocturnos, en el no menos temible Vlad Tepes, noble guerrero sanguinario de existencia histórica allá por 1450, al que adjudicaron sombrías correrías post mortem en busca de sangre humana de cualquier grupo y factor, preferiblemente femenina. Ya sabemos el resultado: Drácula llegó para quedarse y multiplicarse.
Cien años más tarde, en la misma región, las andanzas de una mujer dieron germen a otra leyenda, tan cruel y repugnante como la de Drácula pero más terrena y “verosímil” ya que fue apoyada por las actas de un juicio en toda regla. Desde ese aspecto, podríamos decir que nada hay más fehaciente que un buen sumario judicial, pero ¡ay! no olvidemos que en esa época los interrogatorios incluían invariablemente horrendas torturas, y los torturados no son muy creíbles, sobre todo cuando manifiestan coincidencia hasta en los detalles, y certifican hechos que, casualmente, son idénticos a los preguntados por los inquisidores. Aunque, en este caso, hay denuncias sospechosamente unánimes efectuadas por campesinos que.....bueno, veamos el relato. Ustedes juzgarán o se documentarán luego más a fondo.

A los 11 años fue prometida al conde Ferencz Nadasdy. Como era costumbre, la enviaron a vivir con su futura suegra, Ursula (¿Quién introdujo esa costumbre? ¿Drácula?). Por supuesto, se vieron y se odiaron. Erzsébet no perdió oportunidad de abrumar a su futura suegra con su superior nobleza y riqueza. Un paraíso.
Ahí dicen las malas lenguas que Erzsébet a los 13 años hizo una travesura infantil con un peón de la suegra, a resultas de la cual quedó embarazada. Como corresponde, el muchacho fue castrado y lanzado a los perros, y Erzsébet fue enviada a un conveniente castillo familiar para que pariera. Se hizo desaparecer al bebé. Para no tener nuevamente esos problemas, a los 15 años la casaron con el noviecito Ferencz. El esposo agregó el ilustre apellido de Erzsébet al suyo, para honrar la superior nobleza de ella y, de paso, para trepar en la escala social.
Al poco tiempo el marido partió a la guerra. No hay más que verle la cara para darse cuenta que la paz del hogar no era lo suyo. En la guerra, demostró ser satisfactoriamente salvaje, y conquistó el sobrenombre de El Guerrero Negro.
Nueve años pasó el guerrero empalando turcos, Se conoce parte de la correspondencia con su mujer. Ella le describe detalladamente las diversas torturas a que somete a sus doncellas para educarlas en la obediencia, lo que él aprueba como cosa normal. Así eran los tiempos, y el servicio doméstico siempre fue un problema. No me gusta entrar en detalles escabrosos, pero el método educativo que empleaba Erzsébet se basaba en golpes, algún hueso roto, agujas bajo las uñas y ocasionales mordiscos en cuello, rostro o senos de las doncellas (todos los castigos se refieren a doncellas; criadas viejas o siervos varones se la venían salvando o no existían): en algunos de esos mordiscos Erzsébet se entusiasmaba y se quedaba con trozos de carne entre los dientes. Para no escupir, los masticaba de buen grado y los comía con gusto. Esas eran las costumbre señoriales aceptadas por las víctimas, por lo que suponemos que deberían ser más o menos normales en la época y la región. De todos modos, no hacían popular a la condesa entre la gente de los alrededores.
El guerrero negro, luego de cuatro visitas al castillo que se tradujeron en tres hijas y un hijo, m

Para sintetizar y sin entrar en pormenores, las torturaba a gusto (de ella, claro). Como algunas se le morían por las atenciones recibidas, el reclutamiento era continuo. Los habitantes de la zona empezaron a sospechar por la falta de noticias de sus hijas, hermanas, etc, pero era propio de la época y la zona acatar sumisamente y sin preguntas la voluntad de los señores. Delicias de la Edad Media.
Cuentan que la pasión por la sangre que la acompañó hasta su muerte se despertó en Erzsébet de forma ocasional. En una oportunidad en que una pobre sirvienta distraída le dio un tirón de pelo al peinarla, la condesa le propinó el previsible golpe en la cara, con tanto entusiasmo que le rompió la nariz. La hemorragia consiguiente salpicó la mano de Erzsébet, quien ya estaba tan loca que creyó ver que su piel rejuvenecía al ser bañada por la sangre. Entusiasmada por el

No creo que ninguno de ustedes haya tenido el placer, pero bañarse con sangre lo deja a uno bastante pegajoso y maloliente. Cuando se vio así nuestra heroína pensó que enjuagarse con agua y jabón, o lo que se usara en esa época, barrería con el rejuvenecimiento recién adquirido, por lo que se hizo lamer íntegramente por sus sirvientas, que además tenían que evidenciar que eso les encantaba, so pena de torturas.
Estos baños revitalizantes se hicieron costumbre, y durante aproximadamente seis años 612 doncellas (la condesa llevaba registros) donaron su sangre contra su voluntad en bien del cutis de la condesa. No sólo el cutis se beneficiaba; el desangrado se fue matizando con torturas de fuerte contenido erótico (para la condesa, no para las víctimas). Reitero que no quiero ser morboso; si quieren detalles búsquenlos en otros blogs, que abundan. El hecho es que conseguir servicio doméstico se convirtió en un serio problema en Transilvania. Además de la escasez por el exceso de fallecimientos, las postulantes eran cada vez más escasas. La cosa ya había trascendido, y las chicas se escondían o emigraban.
Semejante estado de cosas no podía durar. Movido por un sentimiento de justicia, (y también porque la condesa le había prestado enormes cantidades de dinero que no pensaba devolver), el rey Matthias de Hungría se animó a ordenar una investigación sobre esa elevada e intocable condesa. Envió al conde George Thurzo, primo de Erzsébet con un fuerte contingente al castillo de Čahtice.
Llegó Thurzo de improviso y encontró cadáveres tirados por los patios, doncellas desangrándose en los sótanos, horribles
El proceso que siguió fue fielmente transcripto en registros, donde figuran las siguientes condenas:
Por su negativa a hablar, Darvulia (una de las brujas) fue condenada a que le cortaran los pechos y le sacaran los ojos, después de lo cual fue quemada viva en la hoguera.
Dos ayudantes de los crímenes, Jo Ann y Dorothea, fueron sentenciadas a que un verdugo les arrancara, con pinzas candentes, todos los dedos de las manos que habían usado en los crímenes. Después de eso, también fueron quemadas vivas en la hoguera. Un sirviente auxiliar, Ficzko, fue decapitado y desangrado, luego arrojado al fuego.
Erzsébet no fue nunca llamada a atestiguar, y nunca fue formalmente acusada. Privilegios de la nobleza. Un aristócrata no debe ser expuesto al escarnio de un juicio público.
El cond
Allí quedó la Condesa Sangrienta meditando, creemos, o tal vez ya loca de atar, hasta su muerte, cuatro años más tarde.
Al no haber sido condenada en juicio, su fortuna y posesiones quedaron en la familia. No tengo dudas de que las deudas del rey se perdieron en la conmoción.
Nos encontraremos nuevamente el 15 de octubre, con algo un poco menos siniestro, espero. Hasta entonces.