En un pueblito perdido de nombre impronunciable, en la zona de los Urales, Siberia Occidental, en 1869 el hogar de los Rasputin (en ruso se pronuncia Rashpútin) se vio alegrado (es un decir) por la llegada del pequeño Grigori Efimovich. Los papás eran muy campesinos, y ser campesino (mujik) en Rusia en esa época era preocupante. Resultaba difícil diferenciar entre los mujiks y los animales, física y mentalmente.
El pequeño Grigori asimiló cumplidamente esas influencias, pero estaba complicado con una veta de religiosidad, tal como se la entendía en ese ambiente. A los 18 años se cansó de los animales e ingresó a un monasterio para encontrar a Dios. Tres meses le bastaron. Se fue y, apariciones de la Virgen mediante, perdió la poca cordura que tenía y se hizo místico errante. Como los locos se juntan solos, se unió a una secta de flagelantes que recorrían el país azotándose con entusiasmo para complacer a Dios. También con ese objetivo, y con igual vehemencia, armaban fogosas orgías en las que Grigori descollaba, más que en los latigazos. Para castigarse aún más, Rasputin se casó, en dos años tuvo tres hijos con su esposa y varios con otras señoras, pero al parecer tampoco encontró a Dios porque se fugó del hogar y se dedicó a viajar por Grecia y Asia Menor. Observando la foto de lo que fue su hija (no se conservan fotos de su esposa) se comprende por qué huyó de la casa.
Cansado de vagar, en 1903 recaló en San Petersburgo, ya con una consumada fama de santo. No es broma, en Rusia existió desde siempre una veta mística, y a estos chiflados, que decían ser monjes u hombres de Dios, se les profesaba respeto religioso. Con su currículum de beato, su vehemencia, grosería, lascivia y carácter violento (su temprana formación lo había marcado) vagaba por la ciudad atrayendo la atención de cada vez más gente. Lo ayudaba su aspecto: alto, sucio, melenudo y barbudo, con expresión furibunda y unos extraños ojos amarillentos de mirada hipnótica.
El pequeño Grigori asimiló cumplidamente esas influencias, pero estaba complicado con una veta de religiosidad, tal como se la entendía en ese ambiente. A los 18 años se cansó de los animales e ingresó a un monasterio para encontrar a Dios. Tres meses le bastaron. Se fue y, apariciones de la Virgen mediante, perdió la poca cordura que tenía y se hizo místico errante. Como los locos se juntan solos, se unió a una secta de flagelantes que recorrían el país azotándose con entusiasmo para complacer a Dios. También con ese objetivo, y con igual vehemencia, armaban fogosas orgías en las que Grigori descollaba, más que en los latigazos. Para castigarse aún más, Rasputin se casó, en dos años tuvo tres hijos con su esposa y varios con otras señoras, pero al parecer tampoco encontró a Dios porque se fugó del hogar y se dedicó a viajar por Grecia y Asia Menor. Observando la foto de lo que fue su hija (no se conservan fotos de su esposa) se comprende por qué huyó de la casa.
Cansado de vagar, en 1903 recaló en San Petersburgo, ya con una consumada fama de santo. No es broma, en Rusia existió desde siempre una veta mística, y a estos chiflados, que decían ser monjes u hombres de Dios, se les profesaba respeto religioso. Con su currículum de beato, su vehemencia, grosería, lascivia y carácter violento (su temprana formación lo había marcado) vagaba por la ciudad atrayendo la atención de cada vez más gente. Lo ayudaba su aspecto: alto, sucio, melenudo y barbudo, con expresión furibunda y unos extraños ojos amarillentos de mirada hipnótica.
Se dedicó a adivino y sanador, y fue tal su habilidad o suerte que fue llamado a palacio por la familia imperial.
La situación en ella era la siguiente: el zar Alejandro II era un buen tipo, cariñoso con su familia, buen padre, amaba a su pueblo, pero como gobernante era una calamidad. Justo en el momento en que estaban metidos en dificultades, con agitación social, pesos pesados como Lenin y Trotsky moviendo el bote y dos guerras en puerta, a Rusia le tocó un zar que era defensor del derecho divino por herencia, pero sin firmeza de decisiones. Tímido e irresoluto, dependía de lo último que le decían. ¿Hay algo peor que un autócrata indeciso? Su esposa, la zarina, lo influía en todos los sentidos, pero ella misma tenía una marcada confusión mental. Crédula, más que creyente, y dispuesta a aconsejar (decirle lo que tenía que hacer) al irresoluto de su marido. El resto de la familia imperial estaba conformado por cuatro jóvenes hijas, grandes duquesas ellas, hermosas nulidades, y por el heredero, el zarevich Alexei, niño aún y, lo que resultó nefasto, hemofílico.
La enfermedad resultó particularmente grave en el pequeño, que se encontraba frecuentemente al borde de la muerte por derrames internos. Los médicos, como suele suceder, perdidos en la niebla.
En un acceso crítico, con toda la familia real trastornada, una amiga de la zarina sugirió a Rasputin como recurso desesperado. La zarina aceptó y ¡milagro! Fue llegar el monje loco, sentarse a los pies de la cama, empezar a farfullar y a la mañana siguiente el niño estaba como nuevo.
De ahí en adelante, Rasputin se hizo indispensable. A cada paso, la zarina lo llamaba y Rasputin aliviaba al zarevich.
Gradualmente, la zarina fue cayendo bajo el influjo de Rasputin. Lo creía el santo enviado por Dios para salvación de su hijo y también de Rusia. Esta insensata comenzó a consultarlo sobre asuntos de estado y, dada la influencia que ella ejercía sobre el zar, éste decretaba lo que sugería Rasputin. De sugerencias pasó a dar órdenes y a imponer funcionarios, siempre con la amenaza de marcharse si no le obedecían.
Como Rasputin, brujo, santo o hipnotizador, era en el fondo una bestia irracional, comenzó a alardear de su poder sobre la familia reinante. Muchos cortesanos, sobre todo las mujeres, lo adoraban ciegamente, lo seguían a todas partes y caían a sus pies literalmente. Él las trataba como se merecían, como trapos. Había que ver a rancias y orgullosas aristócratas seguir humildemente los mandatos de ese sujeto despreciable. Transcribo comentarios atribuidos a Rasputin
"Las mujeres, querido, son peores que los hombres y hay que comenzar por ellas. Sí; yo procedo así: las llevo al baño a todas esas damas y les digo: «ahora desnudaros y lavad al mujik». Si no se deciden, las convenzo pronto y... el orgullo, querido, no dura."
La situación en ella era la siguiente: el zar Alejandro II era un buen tipo, cariñoso con su familia, buen padre, amaba a su pueblo, pero como gobernante era una calamidad. Justo en el momento en que estaban metidos en dificultades, con agitación social, pesos pesados como Lenin y Trotsky moviendo el bote y dos guerras en puerta, a Rusia le tocó un zar que era defensor del derecho divino por herencia, pero sin firmeza de decisiones. Tímido e irresoluto, dependía de lo último que le decían. ¿Hay algo peor que un autócrata indeciso? Su esposa, la zarina, lo influía en todos los sentidos, pero ella misma tenía una marcada confusión mental. Crédula, más que creyente, y dispuesta a aconsejar (decirle lo que tenía que hacer) al irresoluto de su marido. El resto de la familia imperial estaba conformado por cuatro jóvenes hijas, grandes duquesas ellas, hermosas nulidades, y por el heredero, el zarevich Alexei, niño aún y, lo que resultó nefasto, hemofílico.
La enfermedad resultó particularmente grave en el pequeño, que se encontraba frecuentemente al borde de la muerte por derrames internos. Los médicos, como suele suceder, perdidos en la niebla.
En un acceso crítico, con toda la familia real trastornada, una amiga de la zarina sugirió a Rasputin como recurso desesperado. La zarina aceptó y ¡milagro! Fue llegar el monje loco, sentarse a los pies de la cama, empezar a farfullar y a la mañana siguiente el niño estaba como nuevo.
De ahí en adelante, Rasputin se hizo indispensable. A cada paso, la zarina lo llamaba y Rasputin aliviaba al zarevich.
Gradualmente, la zarina fue cayendo bajo el influjo de Rasputin. Lo creía el santo enviado por Dios para salvación de su hijo y también de Rusia. Esta insensata comenzó a consultarlo sobre asuntos de estado y, dada la influencia que ella ejercía sobre el zar, éste decretaba lo que sugería Rasputin. De sugerencias pasó a dar órdenes y a imponer funcionarios, siempre con la amenaza de marcharse si no le obedecían.
Como Rasputin, brujo, santo o hipnotizador, era en el fondo una bestia irracional, comenzó a alardear de su poder sobre la familia reinante. Muchos cortesanos, sobre todo las mujeres, lo adoraban ciegamente, lo seguían a todas partes y caían a sus pies literalmente. Él las trataba como se merecían, como trapos. Había que ver a rancias y orgullosas aristócratas seguir humildemente los mandatos de ese sujeto despreciable. Transcribo comentarios atribuidos a Rasputin
"Las mujeres, querido, son peores que los hombres y hay que comenzar por ellas. Sí; yo procedo así: las llevo al baño a todas esas damas y les digo: «ahora desnudaros y lavad al mujik». Si no se deciden, las convenzo pronto y... el orgullo, querido, no dura."
Comenzaron los rumores, verdaderos o exagerados, de orgías de todo tipo.. Rasputin tenía dos originales teorías. La primera era que había que pecar mucho y seguido, para dar a Dios la oportunidad de demostrar su infinita capacidad de perdón (¡Bravo! ¡Estos son filósofos a mi gusto!) y la segunda era que se podía ir con él sin pecar a todas partes, porque Dios lo acompañaba. Sin comentarios.
¿Qué opinaban los hombres? Algunos, acomodaticios, no ponían reparos a que Rasputin hiciera lo que se le diera la gana con tal de aprovechar su influencia. Otros, principalmente nobles indignados de que se humillase (o algo peor) a sus esposas, echando la culpa además al taumaturgo de la desastrosa marcha de los asuntos del Estado (en este caso sin fundamento, la culpa era del inepto del zar) llegaron a odiarlo a la rusa, mascullando sombrías intenciones.
Un joven pariente del zar, el príncipe Félix Yusupov, junto con otros nobles y funcionarios decididos, organizó una conspiración con el loable objeto de sacar del medio definitivamente al odiado favorito. Las malas lenguas dicen que en realidad Yusupov, que era bisexual, le tenía ganas a Rasputin, a quien todo le venía bien. Nos queda entonces la duda de si Yusupov quería quitar el pellejo a Rasputin por honorables motivos patrióticos o por cuestiones menos transparentes.
El relato de la conjura y su culminación lo contó Yusupov en forma detallada con la mayor frescura y conciencia tranquila en “Cómo maté a Rasputin”, un librito que les recomiendo (lo pueden bajar de Internet).
En síntesis, después de un largo y discreto coqueteo, Rasputin aceptó una invitación de Yusupov y lo acompañó a su palacio. Y acá empiezan las cosas incomprensibles: En primer lugar, la habitación del encuentro estaba en un lóbrego sótano, en lugar de en el palacio en sí. Extrañamente Rasputin, que era un zorro astuto y desconfiado, no puso objeciones. Ya en tema, el asesino en proceso empezó a servirle a su víctima pastelitos con una cantidad de cianuro como para matar a varias personas (lo afirma Yusupov): Rasputin comió uno tras otro sin que se manifestara ningún efecto. Yusupov, presa del estupor y muy nervioso, recurrió a la bebida. Comenzó a servirle vino en vasos también preparados con cianuro. Rasputin bebía como un camello sin evidenciar nada más que una picazón en la garganta. Por lo demás, estaba muy animado y quería ir a ver bailar a los gitanos. Había estado tomando veneno durante dos horas.
Desesperado, Yusupov salió de la habitación en busca de sus cómplices. Les pidió un revólver y volvió a entrar. Para terminar con el asunto, disparó al pecho de Rasputin, quien cayó ensangrentado. Uno de los conjurados, médico, se acercó, lo auscultó, reconoció que la bala había atravesado la región cardíaca, y lo declaró muerto. El muerto abrió un ojo, luego el otro, se levantó penosamente y se prendió al cuello de Yusupov. Éste consiguió zafar, y salió disparado de la habitación pidiendo auxilio. Cuando volvió, acompañado de sus cómplices vio con horror que Rasputin se arrastraba hacia la calle. Allí lo siguieron, disparándole cuatro tiros más. Cayó, finalmente. Yusupov, para estar seguro, lo aporreó hasta cansarse con una cachiporra. Finalmente, entre todos lo envolvieron en una lona y lo tiraron al río.
Días más tarde, el resultado de la autopsia fue que ¡había muerto ahogado!
Esta es la historia oficial, escrita por el asesino, nada menos que un príncipe. Personalmente, creo que se trata de una sarta de embustes, con el fin de resaltar el carácter demoníaco de Rasputin y lo plausible del asesinato. Opino (sin ningún fundamento histórico) que le dieron unos buenos golpes a traición y lo tiraron al agua sin más vueltas.
Con esto los conjurados pensaron haber salvado a Rusia, pero los bolcheviques tenían otras ideas. Al año siguiente (1917) sublevaron a las masas, organizaron una revolución y obligaron a renunciar al zar. Meses después lo arrestaron y lo ametrallaron, junto con toda su familia, su médico, tres sirvientes y sus perros. Fin de la dinastía imperial rusa.
Se dice que Rasputin lo habría predicho:
“Zar de la tierra de Rusia, si tú oyes el tañido de las campanas, que te anuncian que Grigori (Rasputin) ha sido asesinado, debes saber esto: Si han sido tus parientes quienes han provocado mi muerte, entonces ninguno de tu familia, o sea ninguno de tus hijos o de tus parientes, quedará vivo durante más de dos años. Ellos serán asesinados por el pueblo ruso...”
Bueno, en esto acertó, y con esa base algunos le han forjado fama de vidente: Si quieren juzgar por ustedes mismos lean aquí los despropósitos que se le acreditan como profecías.
Para finalizar: Yusupov, por supuesto, no fue castigado por su delito (era pariente del zar, como vimos) y tuvo luego la suerte de escapar a las matanzas de la revolución bolchevique. Huyó de Rusia llevándose una cuantiosa fortuna en joyas, vivió con gran lujo entre Londres y París, donde falleció en 1967, aparentemente sin remordimientos.
Este es el fin de una encantadora historia rusa. Veré qué preparo para el 15 de noviembre. Hasta entonces.
3 comentarios:
Jorge me impresiono la historia de este tan obscuro como apasionante personaje por eso te adjunto esta acotacion:
Monje místico y cortesano ruso del que se desconoce la fecha exacta de su nacimiento (quizá hacia 1871 o 1872), aunque sí se sabe que éste tuvo lugar en la aldea de Prokovskoe, situada entre las ciudades de Tobolsk y Tinmen, en la Siberia occidental. Murió asesinado el 30 de diciembre de 1916 en Moscú. Su verdadero nombre era Grigori Yefimovich, aunque es más conocido por el apodo de Rasputín (´disoluto, depravado´), o por el del monje loco.
Pero, ¿quién fue Grigori Rasputín? Perteneciente a una acomodada familia del pueblo siberiano de Pokróvkie, nuestro personaje fue conocido en su juventud por sus vaivenes vitales que fueron desde las tropelías a las peregrinaciones por los monasterios griegos. Su fuerte carácter y temperamento le convirtieron pronto en un líder que congregaba a su alrededor a paisanos y, especialmente, paisanas. Algunos le acusaron de pertenecer a los jlysti (o flagelantes). Esta era una secta conocida y perseguida por sus arrebatos místicos que derivaban fácilmente en orgías sexuales disfrazadas de entusiasmos motivados por el Espíritu Santo.
A decir verdad, el aspecto rudo de Rasputín, su tosca forma de vestir y su oratoria, rústica -casi analfabeta- y potente, ayudaban a crear esa imagen. Teofán -místico y ferviente creyente- vio en Rasputín una especie de enviado de Dios para regenerar la corte. Teofán pensaba sobre todo la extraña conducta de la zarina Alejandra Fiódovna y su círculo de influencia, cuyos extravíos místicos le alarmaban. Pudo así Rasputín acercarse al entorno del Zar.
El siberiano pudo ganarse con sus extravagancias -entre las que solía incluir predicciones sobre vidas ajenas- un lugar en la alta sociedad rusa. Más aún, las exaltadas mujeres de la alta sociedad manifestaron por él un verdadero culto. Incluso se instituyó una asociación, la “Nueva Galilea”, de mujeres y jovencitas entregadas en cuerpo y alma a Rasputín. Los escándalos sexuales se sucedían a la par que crecía su fama de santo, profeta y curandero. Cuentan , por ejemplo, que la cortesana Olga Lojtiná, acudía por las noches a su casa y se arrojaba a sus pies clamando: “Santo, Santo, Padre Santo, bendíceme, ¡Quiero ser tuya! ¡Tómame padrecito!”.
En 1916 Rasputín impuso a su candidato, Stürmer, como presidente del Consejo. Este hecho no fue bien visto por varias personas allegadas al zar, aunque Nicolás II no le retiró su confianza. Al fin, el terceto formado por el príncipe Yussopov, el gran duque Dimitri y el diputado de derechas Purishkiévich consumó su asesinato, decidido en una conspiración palaciega.
En cuanto al hijo del zar:
La mágica curación del zarevich, sin embargo, tiene su explicación. Los médicos estaban tratando a su magno paciente con una droga novísima. Esa droga, Según se sabe ahora, retarda indirectamente la coagulación de la sangre, y por lo tanto es contraindicada para los hemofílicos: no tiene nada de milagroso que el zarevich mejorara en cuanto dejó de tomarla.
A pesar de todo (y de Rasputín), la droga en cuestión más siguió una carrera ascendente y se hizo más popular que los cantares, los reyes y los políticos hasta el punto que hoy en día es el medicamento más utilizado (y probablemente el más barato) del mundo. Todos la conocen, y no tiene sentido seguir ocultando su nombre: ni más ni menos que “aspirina”, con el cual fue lanzada por un laboratorio alemán el 10 de febrero de 1899. En los posmodernos ‘GO, el mundo consume la increíble cifra de cien mil millones de comprimidos por año. sin embargo, la aspirina es un medicamento muy antiguo. Desde el siglo I, se utilizaban ya las virtudes terapéuticas de la corteza, hojas y savia del sauce (que la contiene) para calmar fiebres y dolores, pero sólo en el siglo XIX se logró extraer y sintetizar el principio activo de los mejunjes tradiciona¬les: primero la salicilina, luego el ácido salicílico, moléculas cíclicas y relativamente sencillas que presentaban, no obstante, serios problemas de intolerancia. En 1853, el joven químico Gerhardt logró la acetilación del ácido salicílico y obtuvo el ácido acetisalicílico: la aspirina adquiría su forma actual y de-finitiva. El descubrimiento de Gerhardt, sin embargo, pasó desapercibido desde el punto de vista farmacéutico hasta que Félix Hoffmann (1867-1946) perfeccionó un método de acetilación a escala industrial, cuando el siglo XIX daba sus últimas boqueadas.
Para matar a Rasputín y según su propio asesino, comenzó con pasteles y vino cargados de cianuro. Esto pareció no afectarle mucho, por lo que le disparó en el pecho y le dió con su bastón (de plomo) en la cabeza. Después fue arrojado al río Neva. Donde murió ahogado. Antes de esto, le había cortado el pene, que aún hoy se conserva, y que parece ser tan grande como la resistencia de su amo.
El príncipe Jussupoff preparaba su crimen. Para ello, convenció al gran duque Dimitri Pavlovich, y a un diputado, Purichkevich, además del ayuda de cámara del príncipe Jussupoff, Nededoff, y un oficial de caballeria, Sujotin. La arma iba a ser el veneno, que se lo proporcionaría el asistente de Purichkevich, un medico polaco llamado Lazovert. Con ese veneno iban a rellenar los alimentos que ofrecerían al padrecito. Así pues, un día Jussupoff invitó a Rasputin a su casa. Tras varios encuentros mas, Rasputin se sintió amigo del príncipe, y creía que este le correspondía igualmente. El príncipe incluso le visitaba frecuentemente en su casa de la calle Gorojovaia de San Petersburgo. Una vez obtenida la confianza del mujik, decidió que ya era hora de perpetuar su crimen.
El 16 de diciembre de 1916, se señaló como fecha para acabar con Rasputin. El escenario, el sótano de la mansión, que era ideal para que no se escucharan los gritos en el exterior, y que adornaría adecuadamente con cojines, terciopelo y demas comodidades para que el mujik no sospechara nada. Jussupoff seria el único que intervendría directamente, mientras que sus compañeros esperarían en la estancia situada sobre el sótano. Una vez Rasputin en la casa, Jussupoff le ofreció te y vino, pero el mujik no aceptó. Si aceptó unos bizcochos. Y ahora venia lo principal: una torta de chocolate envenenada, la cual ofreció al mujik, no sin cierto temor a descubrir que la leyenda de las facultades adivinatorias del mujik fueran ciertas. Rasputin comió un trozo, y luego bebió vino envenenado.
Hay muchas anecdotas sobre la inquietante vida de Raspurin , al respecto se señala, que: Cuando tenia 12 años, ocurrió su primera tragedia: su hermano Mischa cayó al rio Tura, y Grigori se lanzó de inmediato a salvarlo. Lo consiguió, pero su hermano enfermó de neumonia y falleció poco despues.
Grischa contrajo una fiebre muy extraña, y todos pensaron que se debia al pesar por la muerte de su hermano. Durante semanas estuvo en ese estado. Pero durante una de esas veladas donde los vecinos se acercaban a la casa, comentaron que a uno de los carreteros mas pobres del pueblo le habian robado el unico caballo que tenia. Se habia registrado todos los establos, pero sin encontrar nada. Entonces Grischa se levantó, con la palidez cadaverica de su rostro, y se plantó en el centro del grupo de los campesinos. Antes de que nadie pudiera recobrarse del asombro, Grischa se sentó a horcajadas sobre un campesino, y empezó a gritar:
'¡Arre, arre, Piotr Alexandrovich! ¡Tú eres el ladrón! ¡Tú robaste el caballo!'
La duda se apoderó de los campesinos. Y tras terminar la velada, algunos se diriguieron a la casa de Piotr, y lo vieron salir de un escondrijo con el caballo robado. Para esas mentes sencillas de la aldea, y fuertemente religiosas como eran los campesinos de la Madre Rusia, lo que sucedió fué que Dios habia hablado por boca de Grischa. La leyenda habia empezado a tomar forma
Almorir su madre un incendio destruyó casi toda la casa. En esa granja arruinada solo quedaron Iefilm Andreievich y su hijo Grigori Rasputin. A los 16 años, Grigori ya estaba trabajando dedicado al transporte de mercancias y viajeros por toda Siberia. Descubrió pronto el fascinamiento que ejercia sobre las mujeres, y la aldea de Pokrowskoie estaba escandalizada por el libertinaje sexual de ese muchacho, que años atras habia servido de vehiculo de Dios para hacer un milagro. También se ganó fama de borracho, y no faltaba una noche despues del trabajo que no se emborrachara.
En ese tiempo, conoció a un novicio, estudiante de religión, que se dirigia al monasterio de Werkoturie. El novicio se dió cuenta de los amplios conocimientos sobre la materia que tenía ese carretero palurdo, y le aconsejó que no se entregara a una vida disoluta. Rasputin sintió renacer el fervor religioso, y encaminó sus pasos al monasterio. Alli se hizo devoto, y descubrió un credo hereje 'clysti', seguido por una de las facciones de los monjes. Estos monjes que seguian esa doctrina, estaban como prisioneros en el monasterio para ser purificados y llevados hacia la Iglesia ortodoxa, la apostasia, doctrina que seguia la otra mitad de los monjes.
El sepulcro de Rasputin fue profanado, y su cadaver quemado en una pira funeraria. La familia imperial llevaba cinco meses prisionera de los revolucionarios en el castillo de Zarskoie Selo. Luego, fueron trasladados a Ekaterinburg, en los Urales. Por el camino, pasaron por la aldea natal de Rasputin, Pokrowskoie, y la zarina pudo por fin contemplar la casa del padrecito. El 16 de julio de 1918, la familia recibió la orden de que bajaran al sotano de la vivienda donde se encontraban. Alli, el jefe de la guardia, un tal Yurovsky, disparó contra el zar. El resto de la guardia disparó tambien, y acabaron con la vida de los zares y su hijos y los sirvientes que los acompañaban.
Sin duda, las palabras de Rasputin fueron profeticas:'¡Cuando yo muera, el zar perderá su corona!'.
querido jorgito te hago esta acotacion mas:
Actualmente, a pesar de las discrepancias de los expertos, el record lo ostenta el miembro de de Rasputín. La verga en cuestión, que mire flácida la friolera de 40 centímetros, tiene una historia tan oscura y retorcida que la de su dueño.
En 1967, un anciana parisiense sacó a la luz el secreto que había guardado en una caja de madera durante años, nuestro protagonista de hoy: el pene de Rasputín. Tras una serie de pruebas se comprobó que efectivamente era el de Rasputín, y fue comprado por 8.000 dólares por el mueso erótico de San Petersburgo.
Hoy en día sólo se conservan de él 28.5 cm debido a una parte dejada en Rasputín, durante la castración, y al supuesto ataque de un perro.
El museo erótico de San Petersburgo
El primer museo del erotismo, cuyo centro de atracción es el pene del legendario monje Rasputín, abrió sus puertas en San Petersburgo, en una clínica de urología que espera con ello atender mejor a sus clientes. La exposición permanente está abierta al público, que puede admirar una impresionante colección de falos de cerámica y de imágenes libertinas, algunas de las cuales datan del siglo XIX.
“Por supuesto, el museo sirve para satisfacer la curiosidad de sus visitantes, pero sobre todo ayuda a nuestros pacientes a superar sus problemas de impotencia sexual”, afirma el director de la clínica y propietario de la colección, Igor Kniazkin.
Urólogo y sexólogo de 37 años de edad, Kniazkin sostiene que el ambiente del museo reconforta a sus pacientes y los hace ser “más optimistas y más serenos”.
Solamente una parte de los cerca de 12.000 objetos eróticos que Kniazkin posee son expuestos en su clínica. “Guardo en mi casa los objetos de valor”, reconoce.
Muchas de las piezas expuestas son regalos de pacientes, como una vieja fotografía en blanco y negro de una Venus Calipige contemplándose en un espejo, adquirida en Londres por un empresario ruso, o una pequeña escultura que representa un termómetro en el sexo de una mujer, obsequio del escultor Zurab Tseretelli.
En el museo, lo que acapara la atención del público es el pene de Grigori Rasputín. El sexo del monje, curandero y consejero del último zar de Rusia, cuyos excesos sexuales son legendarios, es conservado en una solución de alcohol.
Ante la vitrina dedicada a Rasputín, puede leerse: “Pene de Rasputín, asesinado en San Petersburgo la noche del 16 al 17 de diciembre de 1916. 28,5 cm”.
“¿Es verdad lo que se dice, que mirarlo ayuda a combatir la impotencia?”, pregunta un hombre, incrédulo, al doctor Kniazkin.
“Sin ninguna duda”, responde sonriente el médico
Estimado Mario:
Muchas gracias por tus amplias y completas aclaraciones.
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