Bueno, se acabó Troya (literalmente). A los barcos, y cada cual a su casa con las recompensas y lo robado. Además del dinero, joyas, etc, se dice que a Ulises le adjudicaron a Hécuba, ex reina de Troya. Todo un honor y nada más, porque esta prolífica señora había parido 50 hijos, con lo que se supone que ya no servía ni para el caldo. Ingratitud de los adalides, a la hora de repartir el queso.
El relato de todos los puertos que tocó Ulises, y todas las incidencias de su periplo, le llevó a Homero casi 12.000 versos. No se asusten, que contaré sólo lo más significativo.
El Cíclope
Buscando siempre beneficios, con la débil excusa de volver a casa (es mi suposición que ni Ulises ni sus compañeros estaban muy entusiasmados con volver a sus envejecidas consortes y la comparativa pobreza de la isla, por más que se los describa como suspirando por la vuelta) Ulises se dirigió a Sicilia, tal vez para ejercer el lucrativo oficio de pirata. Apenas desembarcó a la cabeza de sus compañeros los apresó un Cíclope, hijo de Neptuno, gigante con un solo ojo en medio de la frente, antropófago y de carácter habitualmente bestial. Polifemo, que así se llamaba el individuo, almorzó y cenó a costa de algunos tripulantes, es decir que se los tragó sin masticar. Ulises hizo uso nuevamente de su proverbial astucia, emborrachó a Polifemo con un exquisito vino que llevaba a cuestas para su uso, y aprovechando su sueño posterior le clavó un mástil en el ojo. Expeditivo. Para salir de la caverna del flamante ciego que se había plantado en la puerta con las manos alerta, Ulises ordenó a sus compañeros que se colgaran de las panza de los carneros del cíclope, disimulados entre la lana. Les dio resultado, y el gigante quedó frustrado, pidiendo venganza.
La maga Circe:
Luego de otros incidentes más o menos azarosos, Ulises siguió navegando un poco al azar. Con los lestrigones, un pueblo de antropófagos, perdió todos sus barcos, salvo uno, y en esa embarcación es que llegó a la isla donde habitaba la hermosa maga Circe, quien tenía la encantadora costumbre de transformar en animales a sus visitantes. No pudo con Ulises por intervención de los dioses, siempre favorables, salvo Neptuno, que no le perdonaba la ceguera de su hijo el cíclope.
Lo previsible: Circe se enamoró y retuvo a Ulises y sus compañeros entre placeres durante un año. Entre tanta jarana, casualmente, tuvo un hijo de Ulises. El hombre aprovechaba el tiempo.
Al año el galán se cansó y consiguió dejar a Circe quedando en buenos términos y de lo más amigos (cosa más difícil de lo que se cree según ha experimentado más de uno). Por algo lo llamaban el astuto Ulises.
Bajada al infierno - Tiresias
Por consejo de Circe, Ulises desciende al equivalente griego del infierno para adquirir del difunto mago Tiresias informaciones sobre su futuro, además de aprovechar su estadía en el infierno para saludar a varios amigos muertos y gozar contemplando a varios enemigos en la misma situación.
Las sirenas
Después de salir del infierno, siempre navegando a la ventura, tuvo que pasar cerca de la isla de las sirenas. Extrañamente, estamos familiarizados con esas hermosas señoritas sin ropa, indiscutiblemente mujeres de la cintura para arriba y peces de allí hasta la cola. Nada más erróneo. Las sirenas legítimas era mitad mujer y mitad pájaros, cantaban como los dioses (diosas) y con su melodía y promesas atraían a los marineros hasta los arrecifes de la isla, donde se estrellaban y perecían. A continuación, las sirenitas se los almorzaban ávidamente.
La solución era poner toda la distancia posible de la isla, pero Ulises era curioso y, además, Circe le había dado la receta. Obligó a los marineros a taparse los oídos con cera y, en cuanto a él, se hizo atar al mástil, con los oídos bien atentos. Ordenó además terminantemente a la tripulación que no lo desataran de ninguna manera, aunque él les hiciera las más furibundas señas exigiéndolo.
Resultó. Ulises fue el único hombre que vivió después de haber escuchado el canto de las sirenas. Esta vez la astucia no fue de él sino de Circe, que le dio el consejo, pero Ulises se quedó con la fama.
Escila y Caribdis
Apenas escapados de las sirenas (ésta, al menos, terminó bien) Ulises y sus hombres tuvieron que pasar por un estrecho entre dos peligros mortales: Caribdis, un remolino fatal en el que no se salvaba nave alguna; y Escila, monstruo con seis cabezas con cada una de las cuales arrebataba y devoraba a un marinero. Aquí dudó Ulises (aún hoy, si alguien se encuentra frente a una decisión entre dos peligros, se dice que está entre Escila y Caribdis) y optó por permitir que murieran seis compañeros en las fauces de Escila en lugar de perderse el barco con todos los tripulantes en Caribdis. El mal menor, en síntesis.
Por supuesto, no informó a los marineros de la existencia de Escila y sólo les ordenó que se mantuvieran lo más lejos posible del remolino. Pasaron, pero Escila se cobró su tributo. Seis hombres menos.
Llegaron a la vista de una isla donde pacían unas vacas consagradas al Sol. Ulises conocía el peligro de desembarcar, pues Circe y Tiresias le habían advertido, pero los tripulantes estaban exhaustos y le exigieron tomar tierra, prometiendo no tocar para nada las sagradas vacas. Bajaron, pero no pudieron embarcarse al día siguiente por tener vientos contrarios. Estos continuaron tanto tiempo que los marinos, ya sin comida, carnearon una vaca consagrada para no morir de hambre. El Sol se quejó indignado a Zeus y éste hizo justicia cuando los griegos estuvieron de nuevo en alta mar, lanzando un rayo que destruyó la nave. Sólo se salvó Ulises, aferrado a los restos del barco.
Calipso
Nadando, solo y exhausto llegó Ulises a una isla donde vivía la hermosa ninfa Calipso. Inevitablemente ésta se enamoró del náufrago (¿qué tenía este hombre que yo no tengo? No se le escapaba ni una) y lo retuvo en la isla varios años. Sin nada mejor que hacer, tuvieron un hijo (¡otro más a reconocer! Uno con Circe, otro con Calipso ¿hasta dónde, Señor?) hasta que los dioses decidieron la libertad de Ulises y ordenaron a Calipso que lo dejara en paz de una buena vez. Unos años de vacaciones y jolgorio, vaya, y de vuelta al mar en una precaria balsa.
Los feacios
Vuelta a naufragar por obra de la venganza de Neptuno y, finalmente, llegó Ulises medio muerto al país de los feacios.
Estos eran unos tipos macanudos, tan buena gente y tan honestos que los dioses los amaban, les daban prosperidad y los protegían en su servicio favorito, que era devolver a su país a los náufragos que lo pedían.¡Justo lo que Ulises necesitaba! Se dio a conocer, les contó sus aventuras, los aduló diestramente y, en síntesis, este pueblo admirable y su bondadoso rey no sólo lo transportaron rápidamente a su isla, Itaca, sino que lo llenaron de regalos, oro, joyas, costosos objetos artísticos, toda una fortuna en regalos.
La llegada.
Ulises no se dio a conocer cuando llegó a Itaca. Sabía por los adivinos que tendría que reconquistar su reino, que estaba en manos de un tropel de jóvenes nobles quienes, pretendiendo casarse con Penélope, hacían su ley en el palacio y devoraban los bienes de Ulises.
Acá me surgen las dudas. Todos sabemos lo que dijo Homero de la virtuosa Penélope, que, presionada a casarse, prometió hacerlo cuando terminara de tejer un gran manto. De día tejía laboriosamente y de noche, en secreto, deshacía lo hecho, para demorar la decisión. Esto, durante cuatro años. Ahora bien: una mujer aún joven y apetecible, cuyo marido hace veinte años que falta de casa, y rodeada de jóvenes que se la disputan ¿se pone a tejer durante cuatro años para no comprometerse? Más bien creo que, si Ulises dejó algunos hijos perdidos en sus andanzas, Penélope en casa no le debe haber andado en zaga. Es una suposición hereje, pero lógica.
Una de ellas dice que Penélope se había dado la gran vida con los pretendientes (¡eran 108, según la tradición!) y que Ulises, al volver, se enteró y, o bien la mató, o bien la devolvió a casa de sus padres. Sea como fuere, resulta sospechoso que en la versión oficial homérica Ulises acribille sin vacilar a los 108 pretendientes cuya única culpa era querer casarse con Penélope presumiendo su verosímil viudez. Da que pensar acerca de una infidelidad masiva de Penélope, sospechada por Ulises. No olvidemos que Penélope era prima de Helena de Troya, y de esa familia se podía esperar cualquier cosa.
Como vimos, a Ulises le pasó de todo. Los antiguos romanceros griegos cantaban sus hazañas (en verso) al son de una especie de lira o flauta. Hoy nos parecería algo monótono, pero por suerte tenemos a Indiana Jones, con sonido Dolby estereofónico. Parecidos, ¿no?
Dejo tranquilo a Ulises y a ustedes. Hasta el 15 de junio, con otro tema.
5 comentarios:
Muy bueno Ulises! Me recordó a cuando mi padre me contó esa historia cuando era un niño. Siga así Jorge!
Hay algo que no me queda claro: Ulises sirvió a Agamenón, el invasor de Troya o es posterior?
Un saludo.
Ulises fue uno de los reyes que acudieron al llamado de Agamenon para sitiar a Troya, aunque al comienzo trató de escabullirse (ver mis entradas anteriores). Por supuesto, lo sobrevivió, dado que Agamenón se encontró con el entusiasta recibimiento de Clitemnestra
Saludos
jaja a mi tambien me recordo mucho pero a la peli.. hey de verdad que talvez la Penelope si le pego el cachito 20 años son muchos pa esperar..
Gracias !!
¡...kat3rin...!
Honestamente, dudo de la fidelidad de penélope. Homero, que era un machista, pasa por alto los jolgorios de Ulises pero exige a Penélope una conducta ejemplar. Tal vez sea mejor así. En estos días nos están faltando modelos, aunque no los sigamos.
Gracias por tus comentarios. Leí tus blogs y debo felicitarte. Muy bueno el material. ¿De dónde sacas tiempo?
Un abrazo
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