A preparar las críticas, porque en esta entrega nos dedicaremos a las habladurías, cotilleos, cholulismo, chismes y demás sinónimos, ya que trataremos de asuntos de alcoba.
Él
Comencemos por el caballero: Luis XV “el bienamado” (tal vez por el record de mujeres que dijeron amarlo), rey de Francia.
Luis era bisnieto de Luis XIV y por consiguiente, sobrino bisnieto del hombre de la máscara de hierro (ver entrada “El vizconde de Bragelonne”). De su bisabuelo heredó un reino floreciente, funcionarios devotos, pero no el talento. Digamos más bien que fue un gran gozador, cosechó unas cuantas derrotas, le importó bastante poco su país (fue el que, al enterarse de un revés militar, dijo, sin duda encogiéndose de hombros: “Después de mí, el diluvio”). Diluvio fue el que le donó a sus sucesores, tanto es así que dejó firmemente sentadas las bases para la Revolución Francesa y la guillotina. Sin embargo, al comienzo de su reinado lo adoraron, sin duda porque había dinero, y con dinero se tapa todo, tanto en Francia como en otros países, entonces y ahora.
Nuestro héroe fue coronado rey a los cinco años. A los quince, ya convertido en un hermoso adolescente, se le organizó un matrimonio político con la princesa polaca María Leczinska, ocho años mayor que él y muy poco entusiasmada. Ella cumplió con su deber dándole nueve hijos, pero después de esa maratón le pidió amablemente que la excusara de sus atenciones conyugales, no se sabe si por cansancio o por celos. Luis, encantado. Parecería que hay algo en el aire de Francia que hace que sus gobernantes se cansen de sus esposas y se busquen amantes, con las que a veces hasta se casan (cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia).
Que Luis reinaba era una manera de decir; en realidad, en esos días estaba ocupadísimo en ofrecer increíbles bacanales a sus amigos y entregarse a excesos sexuales de todo tipo. Tenía fundada fama de insaciable sexual; no sólo agotó a su esposa, sino que se dedicaba incansablemente a sus amantes. Entre otros records, “cumplió” con tres hermanas simultáneamente y finalmente se hizo instalar un burdel en las cercanías del palacio para no ostentar el incesante desfile de sus aventuras (era discreto). Para completar, existía en la corte un verdadero cargo oficial, el de “amante titular”, público y reconocido. Este cargo fue ocupado sucesivamente por varias señoritas y/o señoras deseosas de completar su educación y mejorar su posición (horizontal, por lo general). No había remuneración fija. La retribución era según los méritos demostrados.
La actitud de la corte ante esta realidad era pragmática: si la favorita de turno no causaba problemas ni afectaba los intereses del entorno del rey, que Su Majestad se la llevara a la cama todo lo que le viniese en ganas. Pero, si por el contrario, se metía adonde no debía o pisaba pies demasiado sensibles, pasaba automáticamente a la categoría de prostituta de la peor calaña y todo el mundo se unía detrás de un objetivo común: reemplazarla lo más pronto posible.
Finalmente, Luis murió en su ley. Buscando nuevas sensaciones, hizo traer a su lecho a una niña apenas salida de la infancia. Estaba enferma de viruelas y lo contagió. Falleció el 10 de mayo de 1774, a los 64 años. Su cadáver hedía tan espantosamente que fue inhumado de urgencia en el pudridero de St. Denis. El pueblo de París lo despidió con brutales sarcasmos. Le sucedió su nieto, Luis XVI, un hombre débil de carácter, corpulento, tímido, mediocre y extremadamente frío.
Ella Jeanne Antoinette Poisson (traducción literal, Juana Antonieta Pescado) nació en Paris en 1721.
Su padre oficial (el marido de su madre, bah) el prestamista François Poisson, tuvo que escapar de Francia por un escándalo financiero, pero quedó en su lugar un amable y rico señor que la esposa tenía como reemplazo desde hacía un tiempo. Este quería tanto a Jeanne que se convirtió en su tutor. (dicen las malas lenguas que era su padre biológico, dados los antecedentes de la mamá).
El “tutor/ papá”, viendo que la nena era lindísima, con su pequeña boca y un rostro ovalado animado por su vivacidad, la casó a lo veinte años con un sobrino, Charles-Guillaume Le Normant d´ Étoiles, recaudador general de impuestos. Todo quedaba en familia.
Pero al tonto del marido, enamorado como un caballo, no se le ocurrió nada mejor que presentarla en la corte para que luciera su belleza, y Jeanne Antoinette lo hizo tan a conciencia que en un baile de máscaras que se celebró en Versailles con ocasión de la boda del hijo del rey éste le puso el ojo encima (para algo Luis era el padre del novio) y ella se resistió más o menos 10 minutos, supongo. A los veinticuatro años, después de cuatro de matrimonio, estaba cansada de respetabilidad, y la corte era un desenfreno.
Favorecida por el rey, sus visitas a palacio menudearon hasta que Luis XV la instaló en el Palacio de Versailles para tenerla más a mano. Pronto le concedió el dominio de Pompadour, acompañado del título de marquesa, y la separó legalmente de su marido. (El descartado fue a componer su destrozado corazón con una bailarina. Murió a los 74 años, no creo que de pena). El 14 de septiembre de 1745 fue presentada, oficialmente, en la corte, como amante titular, ya como la marquesa de Pompadour en lugar de la señorita Pescado.
En realidad, el cargo no estaba vacante, pues lo ocupaba Madame Dubarry, pero eso no preocupaba a Luis. Sí le preocupó a la Dubarry, que se vio desplazada por una advenediza más joven, contra quien sintió de inmediato un odio casi criminal. Los cortesanos disfrutaban mucho mientras Madame Dubarry engendraba un resentimiento que crecía al ritmo de las humillaciones. Por supuesto, se impuso la Pompadour.
Se dice que Madame de Pompadour triunfó gracias a su atractivo físico y a su inteligencia, pero curiosamente todas las fuentes y chismes aseguran que la favorita era torpe o tal vez frígida para los juegos sexuales. Una crónica de la época nos cuenta: “la señora era fría para el amor hasta el exceso y trató de despertar su helada naturaleza tomando sopa de trufas y apio bañados en tazas de chocolate ambarino calentando los espíritus y las pasiones” (tomen nota, chicas).
Además propició el consumo del champagne el cual decía que aumentaba su belleza. Se dice que la copa de champagne fue modelada sobre el pecho perfecto de la marquesa. (Recuerden el tamaño y la forma de las antiguas copas de champagne y se llevarán una idea muy lamentable de los atributos físicos de la marquesa).
Pasados pocos años (cinco, según parece) la Pompadour abandonó la cama del rey, posiblemente con el hígado estropeado de tanto chocolate. Ahí llegó el momento de recurrir a su olvidada inteligencia. Se dedicó a las actividades culturales y políticas, en las que brilló. Fue una distinguida servidora de Francia. Considerando cómo empezó, con un baile de casamiento, la evolución fue sorprendente. De calentadora de sábanas del rey a estadista en pocos años.
Durante su "reinado" de veinte años, mantuvo unas relaciones muy cordiales con la reina Maria Leczinska. Nunca perdió su condición de favorita, de "amiga necesaria", de confidente hasta el final de su vida. Además de asistir a Luis en temas de estado, le proporcionó constantemente amantes jóvenes, lindas y estúpidas, que nunca le hicieron sombra.
En sus ratos de ocio se dedicó a las inversiones inmobiliarias. Se le antojó una casa tan modesta que hoy es la residencia del presidente de Francia. El palacio del Elíseo, nada menos. Sólo amueblarlo costó una fortuna.
El 15 de abril de 1764, agotada por veinte tantos años de vida en la corte, se apagó en Versailles, a la edad de 43 años. Mirando la lluvia al momento de la salida del ataúd de su amante de Versalles, se dice que Luis XV tuvo estas palabras cínicas: "La marquise n'aura pas beau temps pour son voyage." ("La marquesa no tendrá buen tiempo para su viaje."). Como agradecimiento por veinte años de dedicación, fue vergonzoso.
Con esta nota de tristeza, los dejo hasta fin de abril.
Él
Comencemos por el caballero: Luis XV “el bienamado” (tal vez por el record de mujeres que dijeron amarlo), rey de Francia.
Luis era bisnieto de Luis XIV y por consiguiente, sobrino bisnieto del hombre de la máscara de hierro (ver entrada “El vizconde de Bragelonne”). De su bisabuelo heredó un reino floreciente, funcionarios devotos, pero no el talento. Digamos más bien que fue un gran gozador, cosechó unas cuantas derrotas, le importó bastante poco su país (fue el que, al enterarse de un revés militar, dijo, sin duda encogiéndose de hombros: “Después de mí, el diluvio”). Diluvio fue el que le donó a sus sucesores, tanto es así que dejó firmemente sentadas las bases para la Revolución Francesa y la guillotina. Sin embargo, al comienzo de su reinado lo adoraron, sin duda porque había dinero, y con dinero se tapa todo, tanto en Francia como en otros países, entonces y ahora.
Nuestro héroe fue coronado rey a los cinco años. A los quince, ya convertido en un hermoso adolescente, se le organizó un matrimonio político con la princesa polaca María Leczinska, ocho años mayor que él y muy poco entusiasmada. Ella cumplió con su deber dándole nueve hijos, pero después de esa maratón le pidió amablemente que la excusara de sus atenciones conyugales, no se sabe si por cansancio o por celos. Luis, encantado. Parecería que hay algo en el aire de Francia que hace que sus gobernantes se cansen de sus esposas y se busquen amantes, con las que a veces hasta se casan (cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia).
Que Luis reinaba era una manera de decir; en realidad, en esos días estaba ocupadísimo en ofrecer increíbles bacanales a sus amigos y entregarse a excesos sexuales de todo tipo. Tenía fundada fama de insaciable sexual; no sólo agotó a su esposa, sino que se dedicaba incansablemente a sus amantes. Entre otros records, “cumplió” con tres hermanas simultáneamente y finalmente se hizo instalar un burdel en las cercanías del palacio para no ostentar el incesante desfile de sus aventuras (era discreto). Para completar, existía en la corte un verdadero cargo oficial, el de “amante titular”, público y reconocido. Este cargo fue ocupado sucesivamente por varias señoritas y/o señoras deseosas de completar su educación y mejorar su posición (horizontal, por lo general). No había remuneración fija. La retribución era según los méritos demostrados.
La actitud de la corte ante esta realidad era pragmática: si la favorita de turno no causaba problemas ni afectaba los intereses del entorno del rey, que Su Majestad se la llevara a la cama todo lo que le viniese en ganas. Pero, si por el contrario, se metía adonde no debía o pisaba pies demasiado sensibles, pasaba automáticamente a la categoría de prostituta de la peor calaña y todo el mundo se unía detrás de un objetivo común: reemplazarla lo más pronto posible.
Finalmente, Luis murió en su ley. Buscando nuevas sensaciones, hizo traer a su lecho a una niña apenas salida de la infancia. Estaba enferma de viruelas y lo contagió. Falleció el 10 de mayo de 1774, a los 64 años. Su cadáver hedía tan espantosamente que fue inhumado de urgencia en el pudridero de St. Denis. El pueblo de París lo despidió con brutales sarcasmos. Le sucedió su nieto, Luis XVI, un hombre débil de carácter, corpulento, tímido, mediocre y extremadamente frío.
Ella Jeanne Antoinette Poisson (traducción literal, Juana Antonieta Pescado) nació en Paris en 1721.
Su padre oficial (el marido de su madre, bah) el prestamista François Poisson, tuvo que escapar de Francia por un escándalo financiero, pero quedó en su lugar un amable y rico señor que la esposa tenía como reemplazo desde hacía un tiempo. Este quería tanto a Jeanne que se convirtió en su tutor. (dicen las malas lenguas que era su padre biológico, dados los antecedentes de la mamá).
El “tutor/ papá”, viendo que la nena era lindísima, con su pequeña boca y un rostro ovalado animado por su vivacidad, la casó a lo veinte años con un sobrino, Charles-Guillaume Le Normant d´ Étoiles, recaudador general de impuestos. Todo quedaba en familia.
Pero al tonto del marido, enamorado como un caballo, no se le ocurrió nada mejor que presentarla en la corte para que luciera su belleza, y Jeanne Antoinette lo hizo tan a conciencia que en un baile de máscaras que se celebró en Versailles con ocasión de la boda del hijo del rey éste le puso el ojo encima (para algo Luis era el padre del novio) y ella se resistió más o menos 10 minutos, supongo. A los veinticuatro años, después de cuatro de matrimonio, estaba cansada de respetabilidad, y la corte era un desenfreno.
Favorecida por el rey, sus visitas a palacio menudearon hasta que Luis XV la instaló en el Palacio de Versailles para tenerla más a mano. Pronto le concedió el dominio de Pompadour, acompañado del título de marquesa, y la separó legalmente de su marido. (El descartado fue a componer su destrozado corazón con una bailarina. Murió a los 74 años, no creo que de pena). El 14 de septiembre de 1745 fue presentada, oficialmente, en la corte, como amante titular, ya como la marquesa de Pompadour en lugar de la señorita Pescado.
En realidad, el cargo no estaba vacante, pues lo ocupaba Madame Dubarry, pero eso no preocupaba a Luis. Sí le preocupó a la Dubarry, que se vio desplazada por una advenediza más joven, contra quien sintió de inmediato un odio casi criminal. Los cortesanos disfrutaban mucho mientras Madame Dubarry engendraba un resentimiento que crecía al ritmo de las humillaciones. Por supuesto, se impuso la Pompadour.
Se dice que Madame de Pompadour triunfó gracias a su atractivo físico y a su inteligencia, pero curiosamente todas las fuentes y chismes aseguran que la favorita era torpe o tal vez frígida para los juegos sexuales. Una crónica de la época nos cuenta: “la señora era fría para el amor hasta el exceso y trató de despertar su helada naturaleza tomando sopa de trufas y apio bañados en tazas de chocolate ambarino calentando los espíritus y las pasiones” (tomen nota, chicas).
Además propició el consumo del champagne el cual decía que aumentaba su belleza. Se dice que la copa de champagne fue modelada sobre el pecho perfecto de la marquesa. (Recuerden el tamaño y la forma de las antiguas copas de champagne y se llevarán una idea muy lamentable de los atributos físicos de la marquesa).
Pasados pocos años (cinco, según parece) la Pompadour abandonó la cama del rey, posiblemente con el hígado estropeado de tanto chocolate. Ahí llegó el momento de recurrir a su olvidada inteligencia. Se dedicó a las actividades culturales y políticas, en las que brilló. Fue una distinguida servidora de Francia. Considerando cómo empezó, con un baile de casamiento, la evolución fue sorprendente. De calentadora de sábanas del rey a estadista en pocos años.
Durante su "reinado" de veinte años, mantuvo unas relaciones muy cordiales con la reina Maria Leczinska. Nunca perdió su condición de favorita, de "amiga necesaria", de confidente hasta el final de su vida. Además de asistir a Luis en temas de estado, le proporcionó constantemente amantes jóvenes, lindas y estúpidas, que nunca le hicieron sombra.
En sus ratos de ocio se dedicó a las inversiones inmobiliarias. Se le antojó una casa tan modesta que hoy es la residencia del presidente de Francia. El palacio del Elíseo, nada menos. Sólo amueblarlo costó una fortuna.
El 15 de abril de 1764, agotada por veinte tantos años de vida en la corte, se apagó en Versailles, a la edad de 43 años. Mirando la lluvia al momento de la salida del ataúd de su amante de Versalles, se dice que Luis XV tuvo estas palabras cínicas: "La marquise n'aura pas beau temps pour son voyage." ("La marquesa no tendrá buen tiempo para su viaje."). Como agradecimiento por veinte años de dedicación, fue vergonzoso.
Con esta nota de tristeza, los dejo hasta fin de abril.
9 comentarios:
Amigos: El retrato que muestran
como perteneciente a LUIS XV es
en realidad LUIS AUGUSTO de BORBON
El hombre justo y bueno que fue asesinado por los jacobinos
en esa barbarie que llamamos revolución francesa;
es decir que es LUIS XVI.
LO que pasa es que LUIS XVI no siempre fue obeso. por eso lo confunden con LUIS XV, su abuelo, que siempre fue flaco.
Maria Antonieta: No tengo excusas. Confundí de Luis. Ya está corregido. Se agradece la colaboración.
En cuanto a tu comentario ofensivo sobre la Revolución Francesa, es indudable que hubo una gran componente de barbarie, y que existió poca igualdad, menos libertad y absolutamente nada de fraternidad, pero fue la base de muchas cosas positivas que recién se materializaron muchos años después. El tema es apasionante, y su comentario fundado excede los límites de estas líneas.
Y de acuerdo nuevamente, Luis XVI fue un hombre justo y bueno, pero absolutamente inepto para capear el temporal que le legaron su dos "gloriosos" antecesores. Por supuesto, no se mereció en modo alguno su amargo final.
Madame Du Barry es POSTERIOR a Pampadour, y de hecho la ultima amante oficial del viejo satiro, por lo tanto no fue reemplazada por esta. Du Barry abandona Versalles cuando muere Luis XV.
Estoy abochornado. Debo haber escrito obnubilado por la bebida o las drogas. Imperdonable. Por supuesto, la du Barry fue posterior a la Pompadour. No tengo excusas. Por de pronto, no modifico el texto del blog para que siempre me recuerde que tengo que releer lo que escribo.
Iba a comentar lo mismo: Du Barry es posterior a Pompadour, y la sacan como tejo apenas el viejo cochino da el ultimo aliento.
No me perdonan una ¿eh?. Bueno, mejor así. Señal de que me leen. Reitero ls excusas. Pero... de vez en cuando, para variar, podría venir algún comentario elogioso ¿verdad? Hasta Herodoto se equivocaba a veces.
Un saludo afectuoso
Yo te agradezco la frescura y originalidad de la redacción, ese tono desenfadado hace el relato muy ameno. Sin embargo me veo obligado a comentar lo que ya otros han señalado. Se debería modificar la redacción en lo tocante a Madame Du Barry, ya que cuando Madame de pompadour se convierte en amante de Luis XV (1745) la futura condesa Du Barry tenía 2 años...
Yo te agradezco la frescura y originalidad de la redacción, ese tono desenfadado hace el relato muy ameno. Sin embargo me veo obligado a comentar lo que ya otros han señalado. Se debería modificar la redacción en lo tocante a Madame Du Barry, ya que cuando Madame de pompadour se convierte en amante de Luis XV (1745) la futura condesa Du Barry tenía 2 años...
El nieto de Luis XV,el futuro Luis XVI,no era de carácter frío ni nada de eso. Al contrario. Luis XVI podía ser un poco parco,pero lo era con sus iguales y con la gente que no conocía. Era tímido,y se sabe que los tímidos son prácticamente antisociales. Lo que le molestaba,y mucho era el protocolo tan asfixiante que era. De hecho,en su afán por liberarse del demasiado protocolo,sacó a trescientos sirvientes de Versalles,porque él sabía que le costaban caro. Por esa medida,el futuro Carlos X,su hermano menor,lo llamó "Rey de Francia y avaro." El hombre sabía que la etiqueta era cara. En tiempos de crisis,los palacios deben ser chicos y con poca servdumbre. Gracias.
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