¿Cómo provocaron las pulgas la decadencia del feudalismo? Se enterarán si leen hasta el final.
Estamos en el año 1340, plena época feudal. Sin embargo, se está acercando el Renacimiento, pero nadie se da cuenta. Los campesinos, siervos y villanos están muy ocupados trabajando en los campos (del señor feudal) para lograr la subsistencia (del señor feudal).
Las ciudades están creciendo y adquiriendo importancia; el comercio local y exterior florece. Algunos ciudadanos viajan frecuentemente. Los campesinos no pueden, porque dependen de la autorización del señor, que no se las da para que no se aviven y huyan del campo hacia las ciudades, donde se vive mejor.
En Crimea, al sur de Rusia, hay una peste entre las ratas (los habitantes de Crimea dijeron que vino de Asia; uno se echan las culpas a otros). Las ratas están llenas de pulgas, de modo que éstas (las pulgas) se dispersan llevando las bacterias por el mundo, ya sea sobre las ratas o sobre viajeros, marineros, comerciantes, viajeros y otros.
Cuando una de esas pulgas picaba a un persona, le transmitía una terrible enfermedad que la enviaba con sus antepasados en dos o tres días. A medida que se expandía la peste, se la iba denominando peste bubónica (por los forúnculos o llagas que a veces se manifiestan) o peste negra (por los moretones que aparecen). Todo esto era extremadamente contagioso, por lo que la gente comenzó a entrar en pánico.
La epidemia alcanzó a todo el mundo, pero sólo tenemos relatos del mundo occidental conocido. Los relatos son aterradores. La cosa se puso grave en poco tiempo.
En primer lugar la gente se dirigió a los médicos. Éstos no tenían la más remota idea, pero igual recetaban por si acaso acertaban y, eso sí, cobraban la visita. En vista del fracaso de la ciencia, la población empezó a automedicarse y a recurrir a brujos y curanderos (¿Les suena familiar? Es lo que sucede hoy en día). Ni se les ocurrió lo de las ratas y las pulgas. Ambas eran tan familiares y aparentemente inofensivas como las moscas. Eso sí, se sacrificaban gatos por lo de la brujería y el demonio. De mal en peor; mataron al mejor remedio.
Estamos en el año 1340, plena época feudal. Sin embargo, se está acercando el Renacimiento, pero nadie se da cuenta. Los campesinos, siervos y villanos están muy ocupados trabajando en los campos (del señor feudal) para lograr la subsistencia (del señor feudal).
Las ciudades están creciendo y adquiriendo importancia; el comercio local y exterior florece. Algunos ciudadanos viajan frecuentemente. Los campesinos no pueden, porque dependen de la autorización del señor, que no se las da para que no se aviven y huyan del campo hacia las ciudades, donde se vive mejor.
En Crimea, al sur de Rusia, hay una peste entre las ratas (los habitantes de Crimea dijeron que vino de Asia; uno se echan las culpas a otros). Las ratas están llenas de pulgas, de modo que éstas (las pulgas) se dispersan llevando las bacterias por el mundo, ya sea sobre las ratas o sobre viajeros, marineros, comerciantes, viajeros y otros.
Cuando una de esas pulgas picaba a un persona, le transmitía una terrible enfermedad que la enviaba con sus antepasados en dos o tres días. A medida que se expandía la peste, se la iba denominando peste bubónica (por los forúnculos o llagas que a veces se manifiestan) o peste negra (por los moretones que aparecen). Todo esto era extremadamente contagioso, por lo que la gente comenzó a entrar en pánico.
La epidemia alcanzó a todo el mundo, pero sólo tenemos relatos del mundo occidental conocido. Los relatos son aterradores. La cosa se puso grave en poco tiempo.
En primer lugar la gente se dirigió a los médicos. Éstos no tenían la más remota idea, pero igual recetaban por si acaso acertaban y, eso sí, cobraban la visita. En vista del fracaso de la ciencia, la población empezó a automedicarse y a recurrir a brujos y curanderos (¿Les suena familiar? Es lo que sucede hoy en día). Ni se les ocurrió lo de las ratas y las pulgas. Ambas eran tan familiares y aparentemente inofensivas como las moscas. Eso sí, se sacrificaban gatos por lo de la brujería y el demonio. De mal en peor; mataron al mejor remedio.
Los siguientes culpables fueron los judíos y los brujos. ¡Leña con ellos! Palos, pogroms y hogueras. Un delirio de destrucción se apoderó de Europa. Barrios enteros de judíos fueron arrasados. Las pulgas ni se dieron por enteradas.
Y ahora entra la psicología, como se la entendía en el siglo XIII. Razonaron: debemos ser la fuente de nuestros propios males. Esto es un castigo de Dios. Para estos casos: ¿qué nos dice la Iglesia? (la versión medieval del terapeuta). Que el cuerpo es pecaminoso, malo por donde se lo mire. Hay que mortificarlo para purificarse y merecer el perdón de Dios. En consecuencia, recurrieron a los latigazos, remedio que se venía aplicando durante siglos bajo el amparo de distintas “religiones”(psicópatas ha habido siempre) y de lo cual hay antecedentes en algunos santos varones. Cuanto más látigo, más santos. Además, Jesús había sido azotado, y el precedente era tentador.
Como el mal era general, la purificación también debía ser general y pública, nada de sesiones privadas de látigo.
Se extendió entonces por el continente europeo un extraño movimiento apocalíptico conocido como Flagelantes.
Ya entrando en el delirio total, la secta sostenía que El Apocalipsis era inminente. La peste era el principio de una serie de castigos que enviaría Dios para castigar a los hombres. El aprecio humano por el confort (llamado entonces “apego a los bienes mundanos” y hoy “consumismo”) estaba trayendo la desgracia al mundo. Había que aplacar la cólera divina y salvar al mundo. Los Flagelantes, por tanto, se convirtieron en cruzada itinerante. Cuando llegaban a un pueblo solían dirigirse a la plaza principal y llevar a cabo un dantesco espectáculo, azotándose con látigos de púas hasta quedar en carne viva. Tan impresionante demostración solía convencer al populacho de la “santidad” de los “comprometidos”.
Como era de esperar entre estos trastornados, comenzaron a aparecer las aberraciones, orgías (como siempre, predominantemente sexuales) y saqueos. Además de flagelarse, destruían. El papa Clemente VI los excomulgó (algunos latigazos siempre vienen bien, pero estos locos están exagerando y ya son un peligro).
Finalmente, la peste pasó y los flagelantes fueron muertos o se llamaron a sosiego. Lentamente, parece ser que los sobrevivientes se fueron inmunizando, pero lo cierto era que lo peor había pasado (no canten victoria: la peste bubónica siguió apareciendo posteriormente. En particular, Inglaterra fue diezmada en el siglo XVII).
Y aquí viene la respuesta a la pregunta sobre la pulga y el feudalismo. Debido a la epidemia Europa quedó despoblada (se estima que murió entre la mitad y la tercera parte de la población, unos 25 millones de personas en Europa solamente) y faltaban campesinos para trabajar en beneficio del señor feudal. Los que quedaron se agrandaron y empezaron a pedir reivindicaciones. Como en cualquier conflicto gremial, cuando los trabajadores tienen la sartén por el mango los patrones deben aflojar, y este fue el caso. Se aliviaron en parte (no mucho) las cargas que pesaban sobre los campesinos, éstos dejaron de estar esclavizados a la tierra y, como es lógico, se fueron a las ciudades a vivir mejor.
Resultado, las ciudades se potenciaron y los señores se debilitaron. Empezó a declinar el período de dominación de los amos feudales. Se prepararon las condiciones para el Renacimiento.
¿Vieron que había una relación, aunque parecía una paradoja?
1 comentarios:
Será mito o realidad que la superstición sobre la mala suerte que traían los gatos en particular los negros, hizo que su población fuera diezmada, y de esta manera los ratones estuvieron más cómodos en su misión de portadores de pulgas? Por alguna parte escuché una cosa similar...
Muy bueno el blog, lo felicito
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