Subscribe in a reader

histonotas: AGNES SOREL – LA AMANTE DEL “BIEN SERVIDO”

martes, 15 de mayo de 2012

AGNES SOREL – LA AMANTE DEL “BIEN SERVIDO”


Presentemos a los protagonistas:

Carlos VII:  rey de Francia desde 1422. Considerado el más pusilánime, cobarde e indeciso de los reyes de Francia. Su madre colaboraba enrostrándole a menudo que era un bastardo, porque ella lo había engendrado en relación incestuosa con su cuñado (y debía saberlo, por supuesto). Para completar el retrato era feo, narigudo, voluble, caprichoso y licencioso.

Esta joya de persona no se animaba a asumir como rey (le aniquilaban la autoestima las parrafadas de la mamá sobre el tema de la bastardía) mientras los ingleses, en plena guerra de los cien años, arrasaban Francia de extremo a extremo. Tuvo que llegar Juana de Arco y arrearlo a patadas en el trasero para que, finalmente, se decidiera a ser rey. Después, como es sabido, no movió un dedo para impedir que los ingleses quemaran prolijamente a Juana.  O no se decidió o no quería deberle la corona a ningún ser vivo.

Carlos estaba casado con María de Anjou. Cuentan los maledicientes que sus relaciones eran malas, pese a lo cual tuvieron doce hijos. Paradoja incomprensible.

Ya sea por el empujón que le dio Juana de Arco, por el amor que le profesó Agnés Sorel (ver más adelante) o por los consabidos doce hijos, pasó a la historia como Carlos el Bien Servido.

Agnés Sorel:  muy bella, dulce, delicada, tierna y muy culta. Dama de honor de la reina (generalmente de allí elegían sus amantes los reyes; las tenían a mano). Diecinueve años menor que Carlos, tenía veintidós cuando el rey posó sus ojos en ella e inmediatamente quiso posar el resto de su anatomía. La buena de Agnés, aún virgen (eso dicen, no sé cómo están tan seguros) y con cierta aversión a los hombres (tranquilos; después se le pasó) le fue con el cuento a la reina, quien sabiamente le aconsejó que se dejara de embromar y aceptara nomás, que si no era ella sería cualquier fulana intrigante e inescrupulosa, dadas las costumbres omnívoras del rey. Y Agnés, obediente, aceptó durante el resto de su vida, que fue breve; sólo siete años de amante.

La relación:  Fue fulminante. Carlos, pese a ser un cretino mujeriego, se portó como un amante obsesivo, y ella, incomprensiblemente, le correspondió. El monarca no la dejaba sola en ningún momento (por lo menos al principio) y se comentaba festivamente que no la abandonaba ni cuando Agnés debía hacer sus necesidades. Los retretes de palacio debían de ser sumamente entretenidos. Como muestra de su delicadeza, Carlos creó para ella el título de Maitresse en Titre, o sea amante titular. Aún cuando casi todos los reyes anteriores habían tenido múltiples amantes, Agnés fue la primera favorita oficializada como tal. Como para andar por ahí luciendo el título.

La Maitresse fue una buena influencia para Carlos. Le aconsejaba, lo asistía en sus depresiones e indecisiones, o sea a cada rato, aunque a veces la pobre Agnés se cansaba de su cruz. Se cuenta que en una oportunidad, y delante de testigos, Agnés le contó exasperada que una adivina le había predicho que sería amante de un gran rey, y que dado como venían las cosas no parecía ser él, que no hacía nada para salvar a Francia, por lo que tendría que probar con el rey de Inglaterra, que sí sabía lo que hacía. Carlos, como siempre, encajó...pero siguió sin hacer nada.

Con este zopenco como amante, era inevitable que la influencia de una mujer inteligente como Agnés creciera grandemente, y era también irremediable que se rodeara de enemigos poderosos en la corte.

Parece ser, sin embargo, que ambos estaban profundamente enamorados. Carlos cubrió a su amante de alhajas que Agnés, modesta y humilde como era, se abstenía de lucirlas y se dice que las empeñaba y con el dinero recibido alimentaba a pobres, huérfanos y animales por igual.

Resulta inexplicable que una dama tan instruida, dulce y modesta hubiera propulsado la moda del topless en el siglo XV. Parece que la damisela tenía unos hermosos senos (como se aprecia en el cuadro de Fouquet al cual sirvió de modelo) y se le ocurrió que era un desperdicio tenerlos ocultos. Entonces: ¡ánimo! Tetas afuera. No todo el tiempo, por supuesto, pero en ocasiones lucía vestidos que atraían las miradas masculinas por dos excelentes razones. Parece que la moda se impuso durante un tiempo en la corte.

Estando el rey en plena campaña contra los ingleses en Normandía, cayó en una de sus habituales depresiones. Agnés, al enterarse, corrió a prestar sus auxilios psicofísicos y a pocos días de llegar sufrió un “flujo de vientre” que la llevó a la tumba.

Se alegó fatigas del viaje, pero los rumores apuntaban a veneno. El misterio se mantuvo desde 1450 hasta 2005, en que se exhumaron los restos y un científico francés encontró suficientes rastros de mercurio como para dictaminar muerte por envenenamiento. Las posibilidades son:

- El mercurio forma parte de un antiguo remedio contra las lombrices intestinales (¡la hermosa dama tenía gusanitos!). Puede que se haya automedicado y se le fue la mano con la dosis.

- Para lucir una tez pálida las damas se aplicaban cosméticos, algunos de los cuales contenían mercurio. Puede haberse embadurnado en exceso. Muerte por vanidad.

- El hijo de Carlos VII, futuro rey Luis XI, tenía una especial inquina contra Agnés. No se descarta el mercurio como condimento en la sopa. Dado el carácter de Luis y las costumbres de la época, es lo más probable.

- Es totalmente infundado que Agnés se hubiese tragado accidentalmente un termómetro

El inconsolable Carlos, en el mismo año del fallecimiento, descubrió que Antoinette de Maignelais, de 16 años y prima de la difunta, reunía los suficientes atractivos como para ascender a Maitresse en Titre y procedió en consecuencia. Ya dije que el tipo era un despreciable lujurioso.

Sobrevivieron a Agnés dos hijas, una de las cuales fue suegra de Diana de Poitiers, amante del rey Enrique II. Toda una dinastía de Maitresses.


Es todo. Saludo a mis amigos hasta fines de mayo. Un abrazo.

0 comentarios: