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histonotas: 1/3/11 - 1/4/11

jueves, 31 de marzo de 2011

PROSTITUCIÓN SAGRADA – UN NEGOCIO POCO EXPLOTADO


Como ven, un tema difícil. Lamentablemente, no pude hacer investigaciones de campo (¡ay!), por razones obvias, por lo que tuve que contentarme con referencias de terceros, generalmente aburridos historiadores que no transmiten la vivencia de lo relatado.

Dejaré de lado la prostitución como medio de vida de profesionales independientes o sujetas a intermediarios rufianescos y violentos. Tampoco recorreré la prostitución artística (cine, teatro y TV) porque abunda en las revistas especializadas. Sólo veremos la relacionada con el culto y los templos, y de estos los antiguos, para no escandalizar a la Curia.

La oferta de actos sexuales a los dioses que los cobijan y fomentan es antiquísima, diríamos que de los comienzos de la civilización. A veces relacionadas con la fertilidad y a veces al puro disfrute sexual han existido diosas desde los comienzos de la historia, y seguramente aún en la prehistoria. Encontramos a lo largo del Neolítico las primeras figuras humanas femeninas que simbolizan a estas Diosas como la Venus de Willendorf que data del 30.000 al 25.000 a. C. Militta, Anukis, Inanna, Ishtar, Astarté, Atargatis, Isis, Afrodita, Venus, se veneraron en la Mesopotamia, Egipto, Babilonia, Canaan, Siria, Grecia y Roma. En Israel, en cambio Jehová era un dios muy serio y misógino que no admitía bromas con el tema y eliminó de raíz la sacralización de la prostitución. Es más, la combatió, condenó y trató (sin éxito, por supuesto) de eliminarla. El Cristianismo, como heredero del judaísmo, siguió con la misma corriente, y ni hablemos del protestantismo. El fracaso fue unánime y estrepitoso, pero al menos (por ahora) no tenemos prostitución en los templos (volveré sobre el tema)

Volvamos a la antigüedad. Leamos a Herodoto, el “Padre de la Historia” (siglo V a.C.), en su Historia, Libro I, cap. 99:

“La costumbre más infame que hay entre los Babilonios, es la de que toda mujer natural del país se prostituya una vez en la vida con algún forastero, estando sentada en el templo de Venus. Es verdad que muchas mujeres principales, orgullosas por su opulencia, se desdeñan de mezclarse en la turba con las demás, y lo que hacen es ir en un carruaje cubierto y quedarse cerca del templo, siguiéndolas una gran comitiva de criados. Pero las otras, conformándose con el uso, se sientan en el templo, adornada la cabeza de cintas y cordoncillos, y al paso que las unas vienen, las otras se van. Entre las filas de las mujeres quedan abiertas de una parte a la otra unas como calles, tiradas a cordel, por las cuales van pasando los forasteros y escogen la que les agrada.


Después que una mujer se ha sentado allí, no vuelve a su casa hasta tanto que alguno la eche dinero en el regazo, y sacándola del templo satisfaga el objeto de su venida. Al echar el dinero debe decirle: «Invoco en favor tuyo a la diosa Mylitta,» que este es el nombre que dan a Venus los Asirios: no es lícito rehusar el dinero, sea mucho o poco, porque se le considera como una ofrenda sagrada. Ninguna mujer puede desechar al que la escoge, siendo indispensable que le siga, y después de cumplir con lo que debe a la diosa, se retira a su casa. Desde entonces no es posible conquistarlas otra vez a fuerza de dones. Las que sobresalen por su hermosura, bien presto quedan desobligadas; pero las que no son bien parecidas, suelen tardar mucho tiempo en satisfacer a la ley, y no pocas permanecen allí por el espacio de tres y cuatro años. Una ley semejante está en uso en cierta parte de Chipre.”

La escena es llena de colorido. Imaginamos a las ricachonas recibiendo a su galán dentro de su carruaje cubierto, mientras las otras esperan haciendo la calle adornadas con cintitas. Las feas, pobres, esperando durante años hasta que algún viajero compasivo o corto de vista les hace el favor. El dinero recaudado, por supuesto, va a poder de la diosa, o de sus sacerdotes, por ejemplo “para reparar los tejados del templo” o alguna otra añagaza similar.

Reparemos que las que se ofrecen en el templo son presuntamente vírgenes (nadie se va a poner a averiguar el asunto) y que se van a su casa apenas dejan de serlo. Quedan así listas para casarse, o bien para correrla durante un tiempo y luego decirle al novio que fue sólo una vez en el templo. Perfecto.

Es de imaginar la fila de ansiosos varones que se formaría en los templos en cuanto se anunciara el futuro casamiento de alguna belleza, esperando la llegada de la novia para cumplir con las preliminares. Cosas que nos hemos perdido gracias al judeocristianismo.

Estas eran las de “una vez y basta”, pero existía otra categoría, alojada en forma permanente en los templos apropiados, de vírgenes (sólo de nombre) dedicadas a calmar los ardores de los extranjeros que llegaban a la ciudad (los ciudadanos locales se las debían arreglar como pudieran), en honor de la diosa, por supuesto, y previo pago de la “limosna sagrada” destinada a la diosa, o al siempre averiado techo del templo. Recibían el armonioso nombre de “hierodulas” (ahora las llamaríamos de otra forma) y tomaban la cosa como un sacrificio grato a la diosa. El servicio no era de por vida; cuando la oficiante ya estaba muy gastada o había perdido el entusiasmo y había quejas de los fieles se la reemplazaba por una sacerdotisa más atractiva y devota. Como vemos, virgen o hierodula el templo y sus sacerdotes oficiaban de gigolos con licencia.

Las hieródulas practicaban el amor venal o prostitución sagrada, y a cambio la diosa derramaba fecundidad y prosperidad económica a todas las mujeres de Babilonia. Ser prostituta sagrada significaba un honor para las familias de estas jóvenes “vírgenes”. El ser prostituta sagrada suponía un acto de sacralidad y misticismo, y el acto en sí tenía el significado de un sacramento. Y bueno…

La ofrenda ritual de las vírgenes se encuentra igualmente en la India, en los templos de Jaggernaut, para “alimentar” a la divinidad, es decir, para activar eficazmente su presencia. En muchos casos, las danzarinas de los templos cumplían la misma función sacerdotal que las hierodulas de Ishtar y de Mylitta, y sus danzas consteladas de gestos simbólico-evocadores presentaban generalmente carácter sagrado. También su “prostitución” era sagrada. Por eso incluso familias muy destacadas consideraban un honor, y no una vergüenza, que sus hijas fuesen consagradas desde la más tierna edad a este servicio en los templos. Con el nombre de devadási, a estas mujeres se las consideraba a veces las esposas de un dios. En tal caso, eran las mujeres destinadas a servir genéricamente de fuego en la unión sexual.

Un capítulo aparte lo constituyen los antiquísimos ritos de fertilidad, generalmente llevados a cabo por sacerdotes o representantes del dios con la prostituta sagrada que representaba a la Madre Tierra.

. La Biblia habla de las “abominaciones canaanitas”, en términos de prácticas sexuales ofensivas porque eran efectuadas en honor a dioses lascivos locales, pero no habla de la práctica, extendida y confirmada, de la prostitución sagrada en Babilonia. Cosas de la Biblia.

Para terminar con un toque satírico, transcribo un párrafo de “La prostitución sagrada: una modesta proposición” del pastor luterano Peter Speckhard:

Fuente: Luteran Forum
Fecha: 13 Septiembre 2010


El año pasado la Iglesia Evangélica Luterana de América votó para admitir como miembros del clero a homosexuales activos y para bendecir las uniones estables de gays y lesbianas. Esto causó una profunda controversia. En respuesta, un grupo luterano publicó un artículo en la revista Lutheran Forum (diciembre 2009) en el que aplicaba la misma argumentación teológica a la aprobación de la prostitución sagrada. El autor de esta pieza satírica es el pastor Peter Speckhard.

El original ha sido reproducido en First Things (15-12-2009) y seleccionamos algunos párrafos.

"(...) Habrá quien se oponga, pero analicemos las objeciones más comunes a introducir la prostitución sagrada en las iglesias.

– Dirán que la Biblia condena la prostitución sagrada en varios versículos. Pero se refieren a la prostitución sagrada “pagana”, condenada por servir a falsos dioses. Lo que se condena es la idolatría, no el acto físico. Una prostitución santificada, al servicio del Dios Verdadero, es algo nuevo, de lo que los escritores bíblicos no trataron. Buscar en la Biblia algo contra la prostitución sagrada “cristiana” es una inferencia injustificada.

–Jesús miraba con buenos ojos a las prostitutas. Muchos prestigiosos investigadores piensan hoy que probablemente se casó con una. Él era radicalmente inclusivo, rompía tabúes y andaba con las prostitutas. ¿No querría Él que celebremos y afirmemos su prostitución y les demos un espacio para que realicen su verdadera vocación, sirviendo a Dios al servir a los hombres, con todo su ser, sin egoísmo?

– De hecho, hay países luteranos en Escandinavia que han legalizado la prostitución. Los legalismos del mundo no deberían bloquear una prostitución santificada, agradable a Dios, con el apoyo de la iglesia.

– Además, la prostitución no daña a nadie, como seguro que demuestran numerosos estudios. La oportunidad de una mujer de explorar su sexualidad en un ambiente amigable, seguro, de iglesia, evitará experiencias clandestinas, traumáticas, en callejones oscuros. Contará con la confianza mutua de saber que los clientes son hermanos en la fe, buenos cristianos. Habrá altos estándares de higiene, pruebas médicas y protección en un ambiente esterilizado. Lo que habría hecho sirviendo al demonio y a su naturaleza pecadora, lo hará ahora por Dios y los hermanos.

– Ayudará a que muchos hombres no pequen. Seamos realistas: a los solteros de nuestras parroquias les atraen sexualmente las mujeres. Hoy por hoy, sus crueles alternativas son negar sus necesidades y vivir una mentira, realizar sus deseos de formas secretas y destructivas o abandonar la iglesia porque sus deseos no son reconocidos y afirmados. Con la prostitución sagrada en nuestras iglesias, evitarían los comportamientos peligrosos, aportarían dinero a la comunidad, usarían el don de la sexualidad de una forma agradable a Dios y se sentarían en los bancos concentrándose ya en las cosas espirituales, sin estar distraídos con deseos naturales insatisfechos y frustraciones.

Por lo tanto, no hay objeciones teológicas serias a una prostitución santa, fiel y agradable a Dios. Sólo se oponen tradiciones y morales conservadoras, opinables, morales puritanas. "

Por supuesto, el reverendo pastor ironiza, pero no deja de ser una proposición atractiva. ¡A trabajar en ella, fieles progresistas!

Los dejo reflexionando sobre esta revolucionaria propuesta. Hasta el 15 de abril.

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lunes, 14 de marzo de 2011

EL CID II – DE LA HISTORIA A LA LEYENDA

Es un criterio válido el que propone que una biografía es más creíble cuanto más contemporánea es a la existencia del protagonista. Lo que se pierde en perspectiva histórica se gana en veracidad.

Remitámonos al Cid Campeador, Rodrigo Díaz. Escritos durante su vida, o en las cercanías posteriores a su muerte en 1099, sólo nos han llegado por vía indirecta (los originales se han perdido) testimonios de quienes más lo sufrieron, es decir los árabes andalusíes. Por supuesto, lo tratan de tagiya ('tirano, traidor'), la'in ('maldito') kalb ala'du ('perro enemigo'), ‘perro gallego’ o ‘al que Alá maldiga’; sin embargo, se admira su fuerza bélica, como en el testimonio del siglo XII del andalusí Ibn Bassam:
...era este infortunio [es decir, Rodrigo] en su época, por la práctica de la destreza, por la suma de su resolución y por el extremo de su intrepidez, uno de los grandes prodigios de Dios.

Escritos previos se han perdido, como La Elegía de Valencia de Alwaqqashi escrita durante el sitio de Valencia (inicios de 1094).

En cuanto a las fuentes cristianas, la primera relación conocida es el Poema de Almería, un poema épico en latín escrito entre 1147 y 1149 que alude, entre otros guerreros destacados de su época, al Cid Campeador y a Álvar Fáñez

El mismo Rodrigo, a menudo llamado Mio Cid,
de quien se canta que nunca fue vencido por sus enemigos,
que dominó a los moros y dominó a nuestros condes,
lo ensalzaba [a Álvaro], a sí mismo no se dedicaba tan grandes elogios.
Pero os confieso una verdad que no cambiará con el tiempo:
Mio Cid fue el primero y Álvaro el segundo.

Como vemos, a 50 años de su muerte ya endosaban la improbable afirmación de que nunca fue vencido. La versión se incorporó como verdad definitiva.

De esa misma época existe una crónica en latín, la Historia Roderici, concisa y bastante fiable. Junto a los testimonios de historiadores árabes es la principal fuente sobre el Rodrigo Díaz histórico. Además, la Historia Roderici presenta a un Rodrigo Díaz no siempre alabado por su autor, lo que hace pensar en la neutralidad de su relato. Por ejemplo, vemos una de las correrías de las fuerzas del Cid contra territorios cristianos en busca de botín:

[...] Rodrigo abandonó Zaragoza con un ejército innumerable y muy poderoso, y penetró en las regiones de Nájera y Calahorra, que eran dominios del rey Alfonso y estaban sometidas a su autoridad. Peleando con decisión tomó Alberite y Logroño. Con brutalidad y sin piedad destruyó estas regiones, animado por un impulso destructivo e irreligioso. Se apoderó de un gran botín, pero ello fue deplorable. Su cruel e impía devastación destruyó y asoló todas las tierras mencionadas.
Esto no tiene nada que ver con la imagen del Cid como compasivo caballero cristiano y adalid de la Reconquista que nos ha legado la leyenda.

Hacia 1190 se data el Carmen Campidoctoris, un himno en latín de poco más de un centenar de versos que cantan al Campeador ensalzándolo como se hacía con los héroes y atletas clásicos.

Aquí ya desaparecen los servicios que Rodrigo prestara durante cinco años a algunos reyes moros (servicios que narra la Historia Roderici y luego se ocultan para siempre); además, se introducen combates singulares con otros caballeros en sus mocedades para resaltar su heroísmo, En resumen, el Carmen es un catálogo selecto de las proezas de Rodrigo, ya alejado de la realidad y entrando en la leyenda.

Y llegamos a la cumbre: para esa misma época (fines del siglo XII y comienzos de XIII) se escribe el Cantar del Mio Cid.

Ríos de tinta han corrido para determinar su autor, fecha de composición y fuentes. Lo más verosímil al día de hoy es que fue escrito no más tarde de 1220 (el Cid murió en 1099) por un autor desconocido (el que se menciona como autor, per Abbat, fue el copista), basándose en la Historia Roderici y en coplas populares contemporáneas al Cid.

Es un Cantar, y no un Poema, ya que fue escrito para ser cantado, como se deduce de su estructura métrica, y su fidelidad histórica es bastante discutible, lo que no le quita brillo porque no pretende ser una obra histórica sino un elogio de los hechos y virtudes del protagonista. Es, como se diría ahora “basada en hechos históricos”, y constituye el primer cantar de gesta de la lengua castellana.

Un criminal resumen del argumento (ruego que lean el original; es hermoso) es el siguiente (Wikipedia):

Cantar del Destierro

El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido acusado de robo. Este deshonor supone también el ser desposeído de sus heredades o posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia.


El Cid sale de Vivar y llega a Burgos, donde nadie se atreve a darle asilo por temor a las represalias del rey. Allí se aprovecha de la avaricia de unos judíos. Seguidamente se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña para despedirse de su esposa, doña Jimena, y de sus dos hijas, a las que deja confiadas al abad de dicho monasterio. Entra luego en tierra de moros, a los que vence en varias ocasiones, recogiendo un rico botín del que envía parte al rey. Continúa sus correrías y derrota y prende al conde Barcelona, liberándole poco después.

Cantar de las Bodas

Refiere fundamentalmente la conquista de Valencia. El Cid vence al rey moro de Sevilla y envía un nuevo presente al rey Alfonso VI, lo que permite el reencuentro del Cid con su familia. Poco después la ciudad es sitiada por el rey de Marruecos; el Cid le derrota y envía un tercer presente al rey Alfonso. Los infantes de Carrión solicitan al monarca de Castilla las hijas del Cid en matrimonio, e intervienen para lograr el consentimiento del padre y el perdón del rey. Con los preparativos de la boda termina el segundo cantar.

Cantar de la afrenta de Corpes

Los infantes de Carrión quedan en ridículo ante los cortesanos del Cid por su cobardía en el campo de batalla y por el pánico que demuestran a la vista de un león escapado. Deciden entonces vengar las burlas de que han sido objeto. Para ello parten de Valencia con sus mujeres y, al llegar al robledal de Corpes, las abandonan, después de azotarlas. El Cid pide justicia al rey. Convocadas las cortes en Toledo, los guerreros del Campeador desafían y vencen a los infantes, que son declarados traidores. El Poema termina con las nuevas bodas de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Navarra y Aragón.

Y después del Cantar, Las Mocedades de Rodrigo, de 1360 aproximadamente. Aquí ya entramos en la pura fabulación. Sin duda el público pedía más y, como ocurre siempre, se hace lo que el público pide. ¿Cómo fue Rodrigo de joven? Porque el Cantar del Mio Cid arranca con el protagonista ya maduro. Y a falta de fuentes históricas, se recurrió a la fantasía.

El joven Rodrigo da muerte al enemigo de su padre, el conde de Gormaz, padre a su vez de Jimena. Para reparar su culpa, el rey Fernando le obliga a contraer matrimonio con ella. Pero el héroe se niega hasta no haber realizado varias hazañas para merecerla. Las mismas son absolutamente fantásticas, interviniendo el Papa, el rey de Francia y el Emperador Romano Germánico, quienes exigen a Fernando el tributo anual de quince doncellas vírgenes (¿para qué las querría el Papa?). Por supuesto, el rey de Castilla triunfa sobre todos, con ayuda del Cid, las doncellas siguen vírgenes (por un tiempo, es de esperar) y Rodrigo se dedica a batallar contra reyes moros y condes traidores. Obviamente, gana siempre.

El Rodrigo de las Mocedades es muy diferente de aquel del Cantar. Es desmedido, soberbio, arrogante y descomedido con el rey Fernando y aún con el Papa. Pese a todo, fue muy popular como personaje novelesco y héroe audaz.

Entre el Cantar y las Mocedades metieron la cuchara a mediados del siglo XIII los monjes del Monasterio de San Pedro de Cardeña y se apropiaron de la figura del Cid para transformarlo casi en un santo cristiano. Nacieron las Leyendas de Cardeña

Luego de retratarlo como un invencible luchador por la fe y por el rey de Castilla se ocupan de su destino después de muerto, inventando un supuesto testamento donde el Cid ordena que se lo embalsame y se lo entierre en el Monasterio de Cardeña, ordenando de paso sustanciales legados para los devotos y desinteresados monjes.

Hay muchas más leyendas y romances acerca del Cid Campeador, pero ya estoy excedido. Termino con un resumen de los más conocidos hechos legendarios y sus fuentes.

Se dice que un día se le apareció un leproso, para poner a prueba la virtud del Cid. El joven Rodrigo comparte su cama y su cena. El leproso, desveló su identidad diciendo que era San Lázaro. El santo a partir de ahora ayudará al campeador a lograr las victorias en el campo de Batalla. En otras versiones, el encuentro se produce en Madrid y el leproso se transforma en la Virgen de la Almudena. – Fuente: Mocedades de Rodrigo

El Conde de Gormaz ofendió al padre de Rodrigo, éste fue al encuentro del ofensor, le dio muerte y le cortó la cabeza. Después se la presentó a su anciano padre, quién tras la ofensa había perdido el ánimo de comer. Con ello recuperó el apetito. – Fuente: Mocedades de Rodrigo.

Tras el asesinato de Sancho II en el cerco de Zamora, Alfonso de Aragón se postula como heredero de Castilla. Sospechando su participación en el crimen, el Cid obliga a Alfonso a jurar su inocencia en la iglesia de Santa Gadea de Burgos. Alfonso jura, pero guarda rencor por ello al Cid. Fuente: Romancero del Cid

A riesgo de cansarlos, transcribo el Romance de santa Gadea, que me parece una belleza total:

En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hijosdalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.


Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,

como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.


Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.

(Estos son juramentos, y no los Santos Evangelios y que la Patria os lo demande y otras zarandajas).

Por último, el fundamento de que el Cid ganaba batallas aún después de muerto. Fuente: La Leyenda de Cardeña:
Con la llegada de unos nuevos invasores, los almorávides a las puertas de su reino de Valencia, Jimena, su viuda y sus hombres se ven obligados a abandonar la ciudad. Entonces montan su cuerpo embalsamado sobre Babieca, con sus armas. De camino a estas tierras, los almorávides huirán al ver al Cid.

Lamento tener que dejarlos aquí. Me quedan por contar las historias de Babieca, las espadas Colada y Tizona, los cobardes condes de Carrión, el engaño de las arcas de los judíos …pero ya esto se ha hecho muy largo.

Hasta el 31 de marzo, amigos.


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