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histonotas: EL CID – VERSIÓN HISTÓRICA

lunes, 28 de febrero de 2011

EL CID – VERSIÓN HISTÓRICA

Hablar del Cid es poner en relieve todas las virtudes que enorgullecen a España; tal es la fuerza de sus hechos y la antiquísima tradición relatada en innumeras oportunidades. Las narraciones fueron fijando una imagen que a través del tiempo distorsionó (embelleció e idealizó) la realidad. Por parecerme de interés, voy a publicar dos posts; el presente con lo que se pudo rescatar como realidad histórica de la vida y obras del personaje, y en la próxima quincena sintetizaré la figura legendaria del héroe.

Iglesia de San Miguel en Vivar
 Aclaro de antemano que algunos de los datos que consignaré distan de ser seguros; los eruditos se pelean desde hace siglos por distintas versiones, fechas o lugares. Asumo la prerrogativa de no hacer caso de sus disputas e ignorar alegremente sus torbellinos argumentales.

Nació Rodrigo (Ruy) Díaz en Vivar, cerca de Burgos, en Castilla, entre 1041 y 1054. . Era hijo de Diego Laínez, del que se creía que era descendiente de Laín Calvo, uno de los jueces de Castilla, y de Teresa Rodríguez, hija del conde de Oviedo Rodrigo Álvarez de Amaya.

Estamos en plena edad media, con su feudalismo a cuestas, y la Península Ibérica (que todavía no era España) era un hervidero de reinos (Castilla, Navarra, León, Galicia, el condado de Barcelona, etc.) y las taifas musulmanas, entremezclados con los fanáticos almorávides. En líneas generales, la guerra era entre moros y cristianos, pero la realidad era que reinos cristianos se aliaban con moros para derrotar a otros moros o cristianos y viceversa. Inevitablemente, surgió la iniciativa privada. Vasallos ambiciosos más o menos sujetos a la fidelidad feudal se cortaron solos con proyectos de enriquecimiento y poder personal arremetiendo contra algún enemigo y a veces tuvieron éxito. La famosa Reconquista no fue tan coherente como nos enseñaron.
Rodrigo se crió y creció a la sombra de Sancho II el Fuerte, rey de Castilla. Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

 A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" –Campi doctor, algo así como maestro del combate- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra. Para esa época también ostenta el apodo de “Cid”, del árabe sayyid o sidi, -señor- o “Mio Cid” –mi señor- 
Sancho II el Fuerte
Pero Don Sancho, que en lugar de “el fuerte” merecería ser llamado “el alevoso” se dedicó a arrebatar los respectivos reinos a sus hermanos. Lo que se llama “unificar Castilla”, bah. Comenzó con don Alfonso, rey de León, y luego con don García, a quien arrebató Galicia. Estaba sitiando Zamora, para convencer a su hermana Doña Urraca de que se la cediera, cuando fue asesinado por un tal Vellido Dolfos. Nunca se descubrió al instigador, pero se señaló bajo la mesa al despojado don Alfonso, quien recuperó León y de paso se hizo de Castilla y Galicia. Todos buena gente.
Y aquí lo tenemos al Cid quien, luego de haber colaborado con el difunto Sancho en sus rapiñas, se pasó con armas y bagajes al nuevo rey ahora Alfonso VI, quien lo recibió con los brazos abiertos.
Todo esto no deja bien parada a la honra de nuestro héroe, por lo que en las leyendas como el Cantar del Mio Cid, el Romancero y otros, se tergiversa alegremente esta etapa con una serie de hechos inventados.

Alfonso VI
 Alfonso empleó bien al Cid. Al comienzo, lo honró casándolo con Jimena Díaz, su pariente, y más adelante lo envió al frente de un destacamento a cobrar los tributos de reyes moros renuentes. Los cobró, pero se metió por su cuenta en una disputa entre moros y un conde favorito de Alfonso, a quien derrotó y afrentó. De paso, intervino el Cid en lucrativas empresas individuales que perjudicaban a aliados del rey Alfonso. Para hacerla corta, su señor Alfonso confiscó los bienes del Cid y lo desterró de sus tierras.

Moros aliados
 Partió Rodrigo al exilio mascullando insultos en castellano antiguo, pero como de tonto no tenía un pelo y estaba acompañado por 300 jinetes leales que se autoexiliaron con él, aprovechó la proscripción para hacer de las suyas. Con su tropa (mesnada) y su experiencia militar, se ofreció a los reyes de taifas para reforzar sus huestes, ya sea en sus disputas con otros reyes moros o con señores cristianos, sin distinción. Así estuvo cuatro años, aumentando su patrimonio con rescates, trofeos y rapiñas en general, como en toda guerra. Junto con su riqueza y triunfos, creció la fama del Cid, coincidentemente con la invasión de los fanáticos guerreros almorávides, quienes se tomaban la guerra más en serio que los aburguesados reyezuelos de taifas.

Alfonso VI, luego de recibir una paliza del ejército almorávide, juzgó conveniente tener al Cid como auxiliar, de modo que lo perdonó, lo llamó nuevamente a su corte y le otorgó tierras y ciudades.

Enderezó el Cid hacia Valencia, reinado moro tributario de Alfonso, para defenderlo del ataque de otro rey moro aliado con Berenguer Ramón II, conde de Barcelona. Venció el Cid, apresó a Berenguer Ramón, cobró su rescate, volvió junto a Alfonso y continuó desempeñando misiones bélicas que no enumero en bien de la claridad. En una posterior incursión a Valencia, parece que Rodrigo comenzó a tomar decisiones políticas por su cuenta, concertó alianzas sin consultar y se embolsó los tributos que Valencia pagaba a los reyes cristianos por su “protección”

Esta libertad de acción que se tomaba el Cid, junto con alguna desobediencia a los pedidos de auxilio de Alfonso, le valieron un nuevo destierro. Ya escarmentado y enriquecido, Rodrigo se dedicó a pelear por su propio beneficio. Cayó sobre ciudades musulmanas y las tomó por las armas, exigiendo en cada caso tributos por su “protección”. De nada valió a los reinos amenazados apelar a alianzas con caudillos cristianos contra este azote que les caía como un alud. Derrotó nuevamente el Cid al infaltable Berenguer Ramón II, quien se tuvo que comprometer a abandonar futuras alianzas.

Como resultado, el Cid se transformó en la potencia dominante en el este de la península. Recibió tributos de Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara. Alarmado, Alfonso VI formó una poderosa coalición que fue puntualmente derrotada.

Defensa de Valencia
 Logró el Cid ocupar definitivamente Valencia para hacerse fuerte en esa ciudad y gobernarla como principado independiente. Se tituló “Príncipe Rodrigo el Campeador”, pero ahora intervinieron los feroces guerreros almorávides, a quienes derrotó una y otra vez; perdió la ciudad y la reconquistó, se alió con Alfonso y Berenguer Ramón contra los almorávides, resistió sus asedios y consolidó su posición casando a sus dos hijas con el heredero del trono de Navarra y con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona (por favor, no confundir con Berenguer Ramón). Omito las ciudades que ocupó y las batallas que ganó, algunas crudelísimas. Baste con decir que su vida fue un incesante guerrear.

Como príncipe de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable para la época, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y se hizo respetar por sus súbditos de ambas religiones.

En Valencia falleció el Cid, en julio de 1099, aproximadamente a los 54 años. Su viuda, Jimena, heredó el señorío y defendió la ciudad con ayuda de su yerno, pero el Cid resultó irremplazable. Jimena tuvo que abandonar Valencia tres años después.

Tumba del Cid y Jimena
 Los restos mortales de Rodrigo Díaz el Campeador fueron inhumados en la catedral de Valencia, pero al caer la ciudad en manos musulmanas fueron trasladados al monasterio de San Pedro de Cardeña en Burgos. Durante la Guerra de la Independencia de 1808 los soldados franceses profanaron su tumba. Los restos fueron recuperados y, en 1842, trasladados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en un emplazamiento privilegiado de la Catedral de Burgos.

La trayectoria guerrera del Cid es incomparable. Desde su primer exilio con sólo 300 caballeros llegó a príncipe por la fuerza de las armas y su estrategia superior. Contribuyó a la Reconquista, pero incidentalmente adquirió poder personal y se enriqueció enormemente. Luchó contra musulmanes y cristianos indistintamente en pos de su engrandecimiento y dejó materia para que inmediatamente después de su muerte surgieran infinidad de cantares y leyendas.

Hasta mediados de marzo, entonces. Volveré con la leyenda del Cid.


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