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histonotas: 1/5/08 - 1/6/08

viernes, 30 de mayo de 2008

ULISES - UN CRUCERO MEDITERRANEO

Bueno, se acabó Troya (literalmente). A los barcos, y cada cual a su casa con las recompensas y lo robado. Además del dinero, joyas, etc, se dice que a Ulises le adjudicaron a Hécuba, ex reina de Troya. Todo un honor y nada más, porque esta prolífica señora había parido 50 hijos, con lo que se supone que ya no servía ni para el caldo. Ingratitud de los adalides, a la hora de repartir el queso.

El relato de todos los puertos que tocó Ulises, y todas las incidencias de su periplo, le llevó a Homero casi 12.000 versos. No se asusten, que contaré sólo lo más significativo.


El Cíclope

Buscando siempre beneficios, con la débil excusa de volver a casa (es mi suposición que ni Ulises ni sus compañeros estaban muy entusiasmados con volver a sus envejecidas consortes y la comparativa pobreza de la isla, por más que se los describa como suspirando por la vuelta) Ulises se dirigió a Sicilia, tal vez para ejercer el lucrativo oficio de pirata. Apenas desembarcó a la cabeza de sus compañeros los apresó un Cíclope, hijo de Neptuno, gigante con un solo ojo en medio de la frente, antropófago y de carácter habitualmente bestial. Polifemo, que así se llamaba el individuo, almorzó y cenó a costa de algunos tripulantes, es decir que se los tragó sin masticar. Ulises hizo uso nuevamente de su proverbial astucia, emborrachó a Polifemo con un exquisito vino que llevaba a cuestas para su uso, y aprovechando su sueño posterior le clavó un mástil en el ojo. Expeditivo. Para salir de la caverna del flamante ciego que se había plantado en la puerta con las manos alerta, Ulises ordenó a sus compañeros que se colgaran de las panza de los carneros del cíclope, disimulados entre la lana. Les dio resultado, y el gigante quedó frustrado, pidiendo venganza.

La maga Circe:


Luego de otros incidentes más o menos azarosos, Ulises siguió navegando un poco al azar. Con los lestrigones, un pueblo de antropófagos, perdió todos sus barcos, salvo uno, y en esa embarcación es que llegó a la isla donde habitaba la hermosa maga Circe, quien tenía la encantadora costumbre de transformar en animales a sus visitantes. No pudo con Ulises por intervención de los dioses, siempre favorables, salvo Neptuno, que no le perdonaba la ceguera de su hijo el cíclope.
Lo previsible: Circe se enamoró y retuvo a Ulises y sus compañeros entre placeres durante un año. Entre tanta jarana, casualmente, tuvo un hijo de Ulises. El hombre aprovechaba el tiempo.

Al año el galán se cansó y consiguió dejar a Circe quedando en buenos términos y de lo más amigos (cosa más difícil de lo que se cree según ha experimentado más de uno). Por algo lo llamaban el astuto Ulises.


Bajada al infierno - Tiresias

Por consejo de Circe, Ulises desciende al equivalente griego del infierno para adquirir del difunto mago Tiresias informaciones sobre su futuro, además de aprovechar su estadía en el infierno para saludar a varios amigos muertos y gozar contemplando a varios enemigos en la misma situación.


Las sirenas

Después de salir del infierno, siempre navegando a la ventura, tuvo que pasar cerca de la isla de las sirenas. Extrañamente, estamos familiarizados con esas hermosas señoritas sin ropa, indiscutiblemente mujeres de la cintura para arriba y peces de allí hasta la cola. Nada más erróneo. Las sirenas legítimas era mitad mujer y mitad pájaros, cantaban como los dioses (diosas) y con su melodía y promesas atraían a los marineros hasta los arrecifes de la isla, donde se estrellaban y perecían. A continuación, las sirenitas se los almorzaban ávidamente.

La solución era poner toda la distancia posible de la isla, pero Ulises era curioso y, además, Circe le había dado la receta. Obligó a los marineros a taparse los oídos con cera y, en cuanto a él, se hizo atar al mástil, con los oídos bien atentos. Ordenó además terminantemente a la tripulación que no lo desataran de ninguna manera, aunque él les hiciera las más furibundas señas exigiéndolo.

Resultó. Ulises fue el único hombre que vivió después de haber escuchado el canto de las sirenas. Esta vez la astucia no fue de él sino de Circe, que le dio el consejo, pero Ulises se quedó con la fama.


Escila y Caribdis


Apenas escapados de las sirenas (ésta, al menos, terminó bien) Ulises y sus hombres tuvieron que pasar por un estrecho entre dos peligros mortales: Caribdis, un remolino fatal en el que no se salvaba nave alguna; y Escila, monstruo con seis cabezas con cada una de las cuales arrebataba y devoraba a un marinero. Aquí dudó Ulises (aún hoy, si alguien se encuentra frente a una decisión entre dos peligros, se dice que está entre Escila y Caribdis) y optó por permitir que murieran seis compañeros en las fauces de Escila en lugar de perderse el barco con todos los tripulantes en Caribdis. El mal menor, en síntesis.

Por supuesto, no informó a los marineros de la existencia de Escila y sólo les ordenó que se mantuvieran lo más lejos posible del remolino. Pasaron, pero Escila se cobró su tributo. Seis hombres menos.


Las vacas del sol

Llegaron a la vista de una isla donde pacían unas vacas consagradas al Sol. Ulises conocía el peligro de desembarcar, pues Circe y Tiresias le habían advertido, pero los tripulantes estaban exhaustos y le exigieron tomar tierra, prometiendo no tocar para nada las sagradas vacas. Bajaron, pero no pudieron embarcarse al día siguiente por tener vientos contrarios. Estos continuaron tanto tiempo que los marinos, ya sin comida, carnearon una vaca consagrada para no morir de hambre. El Sol se quejó indignado a Zeus y éste hizo justicia cuando los griegos estuvieron de nuevo en alta mar, lanzando un rayo que destruyó la nave. Sólo se salvó Ulises, aferrado a los restos del barco.

Calipso

Nadando, solo y exhausto llegó Ulises a una isla donde vivía la hermosa ninfa Calipso. Inevitablemente ésta se enamoró del náufrago (¿qué tenía este hombre que yo no tengo? No se le escapaba ni una) y lo retuvo en la isla varios años. Sin nada mejor que hacer, tuvieron un hijo (¡otro más a reconocer! Uno con Circe, otro con Calipso ¿hasta dónde, Señor?) hasta que los dioses decidieron la libertad de Ulises y ordenaron a Calipso que lo dejara en paz de una buena vez. Unos años de vacaciones y jolgorio, vaya, y de vuelta al mar en una precaria balsa.


Los feacios

Vuelta a naufragar por obra de la venganza de Neptuno y, finalmente, llegó Ulises medio muerto al país de los feacios.
Estos eran unos tipos macanudos, tan buena gente y tan honestos que los dioses los amaban, les daban prosperidad y los protegían en su servicio favorito, que era devolver a su país a los náufragos que lo pedían.¡Justo lo que Ulises necesitaba! Se dio a conocer, les contó sus aventuras, los aduló diestramente y, en síntesis, este pueblo admirable y su bondadoso rey no sólo lo transportaron rápidamente a su isla, Itaca, sino que lo llenaron de regalos, oro, joyas, costosos objetos artísticos, toda una fortuna en regalos.


La llegada.

Ulises no se dio a conocer cuando llegó a Itaca. Sabía por los adivinos que tendría que reconquistar su reino, que estaba en manos de un tropel de jóvenes nobles quienes, pretendiendo casarse con Penélope, hacían su ley en el palacio y devoraban los bienes de Ulises.
Acá me surgen las dudas. Todos sabemos lo que dijo Homero de la virtuosa Penélope, que, presionada a casarse, prometió hacerlo cuando terminara de tejer un gran manto. De día tejía laboriosamente y de noche, en secreto, deshacía lo hecho, para demorar la decisión. Esto, durante cuatro años. Ahora bien: una mujer aún joven y apetecible, cuyo marido hace veinte años que falta de casa, y rodeada de jóvenes que se la disputan ¿se pone a tejer durante cuatro años para no comprometerse? Más bien creo que, si Ulises dejó algunos hijos perdidos en sus andanzas, Penélope en casa no le debe haber andado en zaga. Es una suposición hereje, pero lógica.



Bien, Ulises asume la situación, se da a conocer, liquida a los pretendientes con ayuda de su hijo, y se va a acostar con Penélope, para festejar la vuelta.


Este es el fin oficial de las aventuras de Ulises.
No faltan, sin embargo, versiones no autorizadas que varían la conclusión.

Una de ellas dice que Penélope se había dado la gran vida con los pretendientes (¡eran 108, según la tradición!) y que Ulises, al volver, se enteró y, o bien la mató, o bien la devolvió a casa de sus padres. Sea como fuere, resulta sospechoso que en la versión oficial homérica Ulises acribille sin vacilar a los 108 pretendientes cuya única culpa era querer casarse con Penélope presumiendo su verosímil viudez. Da que pensar acerca de una infidelidad masiva de Penélope, sospechada por Ulises. No olvidemos que Penélope era prima de Helena de Troya, y de esa familia se podía esperar cualquier cosa.

Como vimos, a Ulises le pasó de todo. Los antiguos romanceros griegos cantaban sus hazañas (en verso) al son de una especie de lira o flauta. Hoy nos parecería algo monótono, pero por suerte tenemos a Indiana Jones, con sonido Dolby estereofónico. Parecidos, ¿no?

Dejo tranquilo a Ulises y a ustedes. Hasta el 15 de junio, con otro tema.

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miércoles, 14 de mayo de 2008

ULISES (EL TRAMPOSO) EN TROYA

Pese a haber ido sin mucha convicción y con ganas de terminar cuanto antes, como vimos en la entrada anterior, Ulises se portó bastante bien y con coraje en Troya, pero ¡ojo! que todo lo que sabemos es por Homero, el corresponsal de guerra oficial, que escribió unos quinientos años después del hecho. Esto lo descalificaría por completo como historiador confiable, pero al parecer Homero se basó muchísimo en leyendas orales muy antiguas, lo que lo convierte casi en un copista de fuentes más fidedignas

Bajo esta óptica veremos algunos incidentes de Ulises en el sitio de Troya (se cuentan muchas hazañas de él, pero no dispongo de espacio)

FILOCTETES

Hubo un caudillo llamado Filoctetes, poseedor de un arco infalible regalo de Hercules, a quien durante el viaje hacia Troya mordió una serpiente. Ya se sabe que las serpientes mitológicas muerden peor que las reales, de modo que a Filoctetes se le empezó a infectar la pierna, acompañado de un terrible dolor.

Entre el repugnante olor de la pierna infectada y los gritos de la pobre víctima, el resto de la flota se hartó y tuvo que buscar algún remedio. A Agamenon, el general en jefe, se le ocurrió una idea traicionera y perversa, tanto que no se animó a llevarla a cabo y se la encargó al siempre dispuesto Ulises.

Ya hemos visto en la entrada anterior que Ulises, además de gozar del escandaloso favoritismo de la diosa Palas, era el obsecuente seguidor de Agamenon, por lo que no objetó el abandonar a Filoctetes en una isla deshabitada, dejándole sólo su arco para que se las arreglara. Hecho, y todos satisfechos rumbo a Troya.

Con el tiempo, la guerra se hizo larga e igualada, hasta que un adivino hizo saber a los griegos que para la caída de Troya era indispensable la presencia de Filoctetes con el arco y flechas de Hercules. De nuevo Ulises, esta vez para acarrear de vuelta a Filoctetes.

Con el humor que se encontraba éste, solo, muerto de hambre y apestando, había que ser caradura para, siendo el mismo que lo abandonó, ir a buscarlo. Bueno, Ulises lo hizo, y eso demuestra su habilidad persuasiva. También empleó algunas trampas y mentiras, claro y, como siempre, la ayuda de un Dios fue decisiva, pero sería largo de contar. Sugiero que lo lean en Filoctetes, de Sófocles.

TERSITES

Tersites era un soldado griego, alborotador, calumniador, continuo opositor a las autoridades. En cuanto a su aspecto, dice Homero: “ Fue el hombre más feo que llegó a Troya, pues era bizco y cojo de un pie; sus hombros corcovados se contraían sobre el pe­cho, y tenía la cabeza puntiaguda y cubierta por rala cabe­llera”

Esta pinturita de varón, en ocasión de una orden de Agamenon, dando estridentes voces, decía

oprobios al general. Intervino Ulises
demostrando lealtad a su patrono y dijo:
“No creo, Tersites, que haya un hombre peor que tú entre cuantos han venido a Troya con el ejército. Lo que voy a decir se cumplirá: Si vuelvo a en­contrarte delirando como ahora, no conserve Ulises la ca­beza sobre los hombros, si no te echo mano, te despojo del vestido (el manto y la tú­nica que cubren tus partes verendas) y te envío lloroso a las veleras naves después de castigarte con afrento­sos azotes.
Así, pues, dijo, y con el cetro, diole un golpe en la es­palda y los hombros”.

Salió escapando Tersites, para diversión de los soldados. Agamenon, encantado con su defensor. Estas cosas se tienen en cuenta, y Ulises lo sabía.



EL CABALLO – HISTORIA OFICIAL

Autor: Homero – La Odisea


Los troyanos seguían bien a cubierto en su ciudad, burlándose de sus atacantes, y los griegos se tiraban de las barbas. Eso no podía seguir así. Ulises se puso a pensar (seguramente por encargo de Agamenon) y ya sabemos lo que siempre se le oc
urría: perfidias. ¿Y si hacemos creer a estos sinvergüenzas que nos volvimos a casa? Por supuesto, no nos iremos nada, quemaremos el campamento, embarcaremos y nos esconderemos detrás de las cercanas islas.

Antes de irnos, haremos un gran caballo de madera, hueco, al que llenaremos de guerreros (una muestra de lo que son los antiguos “historiadores”: según las versiones, en el caballo cabían desde 25 a 3000 soldados. ¡Pavada de caballo con capacidad para 3000 héroes, con instalaciones sanitarias y todo! Digamos que eran 30, total…). En un costado dejemos un mensaje dedicándolo a Palas Atenea.




Como detalle ingenioso, dejaron al lado del caballo a Sinon, primo de Ulises y embustero como él (de familia venía la cosa) para que, haciéndose pasar por desertor, convenciera a los troyanos de que les convenía introducir al caballo en la ciudad, para aplacar a Palas. (Sería interesante saber qué fue de Sinon cuando los troyanos se dieron cuenta para su pesar de lo que había dentro del caballo. Sospecho que Ulises se quedó sin primo).

Bueno, ya sabemos lo que pasó. Los troyanos, pese a algunas aves de mal agüero, entraron nomás el caballo, para lo que tuvieron que demoler un trozo de muralla, y esa noche festejaron la paz con un entusiasmo alcohólico que los dejó tumbados. Salieron los guerreros de dentro del caballo, empezaron a carnear troyanos dormidos y el ejército salió de su escondite y colaboró en la carnicería. De la ciudad dejaron ruinas.

EL CABALLO – OTRAS VERSIONES

Autores varios no conocidos


En la historia oficialmente aceptada, Ulises sale bastante bien parado, dado que lo del caballo puede considerarse un astuto ardid de guerra. Pero …. existen varias versiones revisionistas.

Una de ellas dice que lo de la ocurrencia de Ulises y el caballo de madera es todo falso, debido a una confusión. Lo que sucedió es que un troyano traidor vendió a los griegos el secreto de una entrada disimulada en las murallas, la cual identificó dibujando sobre ella un caballo. Claro, había un caballo de por medio, y de ahí la confusión. No me gusta. Me parece traída de los pelos.

La otra que retrata mejor el carácter del granuja de Ulises, dice que Palas Atenea (está anotada en todas, esta chica) insufló en Prilis, hijo de Hermes, la idea de que se podría penetrar en Troya por medio de un caballo de madera, y Epeo, artesano consumado, se ofreció voluntariamente para construirlo bajo la inspiración de Atenea. Más adelante Ulises reclamó el mérito de esta estratagema. Típico. Casi me gusta más que la de Homero, que puede ser una tergiversación para quedar bien con quienes se decían descendientes de Ulises.


Para finalizar, me entero de que algún “creativo” funcionario de turismo colocó frente a las ruinas de lo que fue Troya una réplica del caballo en cuestión. Basta verla para advertir que ni el troyano más desaprensivo hubiera confiado en ese mamarracho sospechoso, pero los turistas lo creen.


Dejo constancia (en broma) de que no tengo nada personal contra Ulises, sólo que aplica con demasiada frecuencia aquello de que “el fin justifica los medios” anticipándose a Maquiavelo en dos mil quinientos años.


Hasta el 31 de mayo, en que veremos los hechos de Ulises en su vuelta a casa. También figurará Penélope, el Cíclope, las Sirenas y otros conocidos.


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